El amargo regreso de Maite Pagaza a Rentería: "Cuando jugaba en esta plaza, Joxeba estaba vivo"
La madre de la eurodiputada nació en Rentería. Allí conoció a su padre y se enamoró de él. Este domingo volvió para combatir el radicalismo.
15 abril, 2019 02:23Noticias relacionadas
En el tren que va desde Hendaya hasta Estrasburgo pasando por París, hay una mujer de gafas marrones y libro entre las manos. Cuando la llaman por teléfono, atiende bajito para no molestar. Si necesita algo de la maleta, prefiere esperar. Así no obliga a su vecina de asiento a levantarse. A esa señora le costaría creer que su compañera de viaje acaba de ahogar un vendaval de radicalismo con un férreo discurso por la libertad.
Para Maite Pagazaurtundua (Hernani, 1965) volver a Rentería implica noquear el recuerdo. Allí conoció el sol de la infancia y también las amenazas de los terroristas, que asesinaron a su hermano Joxeba. Allí nació su madre. Allí, en la calle Santa Clara, se enamoraron sus padres. Allí, en ese pueblo euskaldún tan de Baroja, cuando la Maite niña jugaba con sus amigos, ETA era sólo un rumor en la conversación de los mayores.
Maite estaba enfrascada en la redacción de un reglamento europeo cuando Albert Rivera le pidió que regresara a Rentería y se subiera a una tribuna. Poco a poco, empezó a escribir las pequeñas fichas de color grisáceo que la acompañaron al escenario. "Había preparado otra cosa. Algo más teórico, con elementos para el análisis, pero los vi allí y todo saltó por los aires. Quise dirigirme a ellos", relata con el traqueteo del tren como banda sonora.
Subida al tablado, se topó con una cacerolada y un grupo de individuos que -tanto a ella como a sus compañeros- la llamó "fascista" e "hija de puta". En ese instante, algo hizo clic y Maite supo que apenas iba a utilizar las fichas. "Tengo muy mala memoria y sí que me sirvieron para leer el nombre de José Baeza, el funcionario de prisiones a punto de ser asesinado por un etarra". Ese terrorista, en cambio, fue recibido con aplausos por los mismos que abucheaban a Pagaza.
La eurodiputada recorre con sus dedos el libro de familia de sus padres. El pelo azabache de él; la sonrisa de ella. Casados en septiembre de 1954. "Se abrió de golpe la puerta del pasado. Rentería es uno de los lugares de mi vida, el paraíso de mi infancia", narra casi en un susurro.
Ese pudor, esa falta de pretenciosidad a la hora de contar, traslució en el escenario cuando los militantes de Ciudadanos la llamaron "valiente". Ella contestó: "No lo he sido nunca, pero hace mucho que decidí no quedarme callada".
Su madre nació en Rentería. Su padre, un obrero de Zalla (Vizcaya), recaló en el pueblo y se alojó en la misma calle, la de Santa Clara. "Se casaron y se fueron a vivir a las casas nuevas. Allí nacieron mis hermanos", se cuelga del recuerdo.
La madre de Maite no se ha enterado de lo ocurrido este domingo. Tampoco Joxeba, al que asesinó ETA con varios tiros a bocajarro. "Ella tiene alzhéimer. Se lo debía. Era una mujer... nunca se calló".
El paraguas en las costillas
Comenzó su intervención en euskera. Pidió a quienes la insultaban que, por favor, la escucharan. Y que luego respondieran. No lo hicieron. Contestaron con insultos y cacerolas. Ella les dijo: "¡No sois antifascistas, sois matones abertzales!".
Maite no recuerda exactamente cuál fue la última vez que volvió a Rentería, pero cree que se trata de ésta: "Era el funeral de mi tío Antonio. Mi hermano Joxeba estaba vivo. De repente, en un bar, mi madre escuchó a dos tipos raros cómo hablaban de él con muy malas intenciones. Ella les metió el paraguas en las costillas. No sé qué les dijo, pero se fueron".
Una mañana de febrero de 2003, Joxeba, jefe de la policía de Andoáin, tomaba café y leía la prensa en un bar. Indefenso, sin escolta. Un terrorista le disparó tres veces. Asesinado. Igual que su amigo José Luis López de Lacalle.
"Fue raro preparar el discurso. Porque cuando cerraba los ojos, veía esos juegos de niños... Todo se rompió en la adolescencia. Por no ser nacionalista se cortaron varios lazos. Hay gente a la que quiero muchísimo con la que no mantengo relación", narra Pagaza.
El itinerario seguido por Maite Pagaza para llegar al pueblo de sus padres es sobrecogedor. Ella no conduce. Suele ir en autobús, en tren. Y lee. "Me llevó mi marido a San Sebastián, donde me uní al resto de compañeros. Fuimos hasta Rentería escoltados por la Ertzaintza, que hizo un gran trabajo. Él aparcó en el pueblo para luego irnos juntos a la estación y que yo pudiera coger el tren. Pero me dijo que eso era una ratonera. Tuve que salir con el dispositivo y él me recogió en el aeropuerto de Fuenterrabía".
A Maite no le duele que le insulten. "Nosotros nos vamos, pero allí se queda gente que no puede salir a la calle y decir lo que piensa. Nos estigmatizan para que los que disienten no se asomen ni se acerquen. Es totalitario, una estrategia que ataca la libertad de las conciencias". Ahí está el libro de familia, sobre sus piernas. José Luis Pagaza, María Jesús Ruiz. Se enamoraron en Rentería.