Así lucha la derecha contra el relato de la izquierda: la "guerra cultural" también se libra en España
Juaristi, Rosa Díez, Girauta, Quintana Paz, Casabón y Dudda reflexionan sobre la naturaleza y consecuencias de esta batalla entre bloques.
4 octubre, 2020 03:07Noticias relacionadas
De un tiempo a esta parte, el concepto "guerra cultural" impregna el discurso mediático y político, aunque sigue resultando un término esquivo para el grueso de la sociedad. La derecha mediática es la principal responsable de su reciente popularización, ya que lo ha apadrinado para denunciar y combatir el monopolio de la izquierda.
Grosso modo, se utiliza para referirse al enfrentamiento entre dos bloques que se da en el marco de las democracias liberales y que tiene como objetivo último alcanzar la hegemonía en asuntos que marcan el discurso en la sociedad.
Su origen es la Kulturkampf que acuñaron los alemanes a finales del siglo XIX, cuando Otto Von Bismarck combatía la influencia de la Iglesia Católica. En los años noventa, el norteamericano James Davison Hunter lo adoptó -culture wars- para referirse al conflicto entre valores conservadores y progresistas.
Ahora, en España, Cayetana Álvarez de Toledo ha puesto este enfrentamiento en el foco del debate político, hasta el punto de que Ciudadanos pretende unirse al campo de batalla. Por ello, EL ESPAÑOL contacta con algunos de sus combatientes para desentrañar la naturaleza del conflicto y sus implicaciones.
"La Iglesia, amenazada"
Jon Juaristi Linacero (Bilbao, 1951) conoce de primera mano el poder transformador de las ideas. Fueron estas quienes le llevaron a militar fugazmente en ETA con 16 años, y han sido también estas las que le han llevado ahora a abrazar el liberalismo y denunciar el coqueteo de la izquierda con las políticas identitarias.
El escritor y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alcalá, exdirector de la Biblioteca Nacional y del Instituto Cervantes, es uno de los actores fundamentales en esta batalla de las ideas.
Para Juaristi, la guerra cultural no es más que "una regurgitación universitaria del concepto de hegemonía, tal como lo aplicó Gramsci a la lucha de clases". Este concepto evolucionó gracias a la izquierda radical norteamericana: "Tras su derrota en los años 60 y 70 del siglo pasado y su repliegue a los campus de lujo, la teoría gramsciana alimentó la esperanza de una evolución gradual, pacífica y cómoda hacia el socialismo mediante guerras incruentas en el campo de las ideas y los valores".
Esta batalla, que surge en Estados Unidos, estaba siendo dominada por la izquierda hasta la victoria de Trump en las elecciones de 2016: "A lo largo de la época de Clinton, la derecha económica americana pareció desentenderse cada vez más de una política basada en ideas sólidas. Los únicos que parecían seguir creyendo en el viejo lema conservador ideas matter (las ideas importan) eran los neoconservadores, antiguos izquierdistas 'asaltados por la realidad', muy minoritarios en las filas republicanas y cuya influencia fue debilitándose a lo largo de los mandatos presidenciales de Bush hijo".
En opinión del poeta y ensayista, esta hegemonía prolongada en el tiempo explica libros eufóricos como el de Stephen R. Prothero, que sostienen que la izquierda ganará siempre (en América) las guerras culturales, aunque pierdan las elecciones. "Y aunque la economía siga en las manos de la derecha", añade Juaristi.
En opinión del exdirector del Instituto Cervantes, quienes se sienten más amenazados por esta guerra cultural son "los antiguos intelectuales progresistas hoy alineados en posiciones conservadoras pero que siguen manteniendo, incluso sin ser conscientes de ello, una percepción de sí mismos como progresistas".
"Y la Iglesia católica, por supuesto, que es la que tiene más motivos racionales para ello, puesto que en el fondo de todas estas ofensivas emprendidas desde la izquierda hay un anticristianismo cada vez más explícito, que ha tomado, en buena parte, el relevo del antisemitismo de masas del pasado siglo", añade.
-¿Quién lleva la ventaja en esta "batalla"?
-La basura ideológica de la izquierda cae del lado de la doxa dominante. Por tanto, parece que lleva las de ganar, pero tan sólo es una impresión engañosa. La especie humana puede nutrirse de mierda durante temporadas larguísimas, pero al final acaba hartándose. Suele pasar en generaciones alternas que se compensan unas a otras (unas comiendo y otras vomitando y haciendo dieta) según sentencia del tiempo, como decían Anaximandro y don Julián Marías, al que conviene leer y releer.
"Izquierda sin ideas"
Rosa Díez (Sodupe, 1952), tras abandonar la política, es una de las combatientes más aguerridas contra lo que ella llama "la hegemonía de la izquierda". La fundadora de UPyD ha convertido sus redes sociales en su trinchera personal para dar lo que ella prefiere llamar "la batalla de las ideas". "Si dices guerra cultural parece que te remites a una cuestión que se limita al espacio de la cultura", explica.
La batalla , en su opinión, lleva tiempo decantada: "A esta situación de hegemonía cultural de la izquierda se ha llegado por falta de cultura democrática y por acomplejamiento de la derecha". En este sentido, Díez considera que en España no ha habido "pedagogía democrática": "Hemos construido la democracia, hemos hecho las leyes, nos hemos incorporado a la UE, pero ha faltado pedagogía democrática".
Esa falta de pedagogía democrática ha sido utilizada por la izquierda, que se ha atribuido a través de "malas artes" un "único protagonismo en la consecución de la democracia".
"Esto es un falseamiento de la realidad. La Europa democrática la construyen dos líneas de pensamiento: la socialdemócrata y la democristiana. Gracias a su mutuo acuerdo se construye la Europa democrática tras la Segunda Guerra Mundial", recuerda Rosa Díez. "Este mismo acuerdo es el que permite que España pase de una dictadura a una democracia", profundiza.
-¿En qué ámbitos se evidencia esa hegemonía cultural de la izquierda?
-Prácticamente en todo. Un papel importante en la construcción de esta hegemonía lo ha jugado la educación. El espacio público y el espacio educativo han permitido que la falacia de que la izquierda es más democrática se extienda. En el fondo, la falacia de la supremacía moral de la izquierda es un reproche a la democracia porque si no hay alternativa democrática y pluralismo ideológico, no hay democracia.
-¿Ha despertado a tiempo la derecha?
-Es curioso. El reproche a la derecha por su falta de posicionamiento en la batalla de las ideas coincide con un momento en el que la ausencia de ideas en la izquierda es clamorosa en España y en toda Europa. La crisis de la socialdemocracia en Europa radica en su ausencia de ideas con capacidad para adaptarse y liderar una sociedad cambiante. Esa falta de ideas hace que surjan los populismos. La sociedad no sólo ha aceptado que la derecha no tiene ideas, sino que hemos aceptado la ficción de que la izquierda las tiene.
"Ilegítimo ser de derechas"
Juan Carlos Girauta (Barcelona, 1961), como Rosa Díez, ha abandonado la política para adentrarse en la guerra cultural.
"La guerra cultural en el uso actual tiene que ver con la teoría de Gramsci, que fue encarcelado por Mussolini y en la cárcel escribió una serie de obras desarrollando una teoría sobre la hegemonía cultural", explica el otrora dirigente de Ciudadanos. "Gramsci pone en evidencia que el motor de la historia no es la lucha de clases como había desarrollado Marx, sino el control de la hegemonía en las instituciones, en el arte, en la cultura", desarrolla.
El primer paso para entrar en esta guerra, según Girauta, es "identificar a qué estamos jugando": "Este juego no lo hemos empezado nosotros, lo ha empezado la izquierda, que aplica punto por punto las ideas de Gramsci".
En este sentido, Podemos es muy consciente de que esta guerra se está librando, pese a no referirse explícitamente a ella: "La prueba es la manera en que son conscientes de lo esencial que es controlar los medios de comunicación, la educación, el mundo de las artes y las instituciones. Esa conciencia falta en la derecha", explica Girauta.
Girauta, como guerrero de la batalla cultural, se reivindica como "parte del mundo liberal-conservador que ha identificado a qué juegan ellos y que quiere plantarles cara". Si no se da esa batalla, explica, "te pasa lo que le ha pasado a la derecha en este país, que parece que ya no está legitimada para gobernar porque quienes construyen el imaginario desde el mundo del cine y las universidades son, por defecto, de izquierdas".
-¿Cómo puede la derecha entrar en esa guerra?
-Hay que tener presencia en las universidades, en el mundo del cine, del teatro... de las artes, en general. Y, evidentemente, en las instituciones. Y también hay que ser conscientes de los pocos escrúpulos que ellos tienen. Errejón hablaba de infiltrarse en las instituciones para que después, cuando venga el otro, sigan teniendo un sitio donde estar guarnecidos a la espera de otro turno.
-¿Ha reaccionado la derecha?
-La derecha política todavía no ha reaccionado, y las primeras reacciones que ha habido han sido castigadas, como le ha pasado a Cayetana. El PP sigue siendo el de Fraga, que decía que lo importante es el precio de los garbanzos. La derecha está ensimismada, pero en la derecha mediática tampoco veo mucha reacción. El 80% de las redacciones de los medios de comunicación son de izquierdas.
En este sentido, el expolítico considera que la izquierda ha sido lo suficientemente hábil para hacerse con lo que Althusser denominaba los "aparatos ideológicos del Estado". "Fíjate en Cataluña. Ahí lo que le importa a la gente es que España les está asifixiando y robando, aunque sea mentira, una paranoia", denuncia Girauta.
-¿Qué está en juego en esta guerra?
-Está en juego todo porque la guerra está muy avanzada y la penetración de la izquierda es total. A estas alturas parece ilegítimo ser de derechas. Esta tesitura recuerda a la Segunda República Española.
"Tenemos la razón"
El filósofo Miguel Ángel Quintana Paz (Salamanca, 1973) fue uno de los primeros en advertir que vivimos en medio de una batalla soterrada. El profesor de Ética y Filosofía Social en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (Valladolid) ha reflexionado ampliamente sobre la guerra cultural, llegando a elaborar un prontuario con cinco claves para dar la batalla.
El filósofo tiene toda una tesis sobre cómo la izquierda ha logrado hacerse con el monopolio cultural: "Para Marx la cultura era siempre algo secundario, derivado de la insfraestructura de condiciones materiales en que vivía la gente. Digamos que Marx y Engels eran un poco como el PP actual, que pensaban que la gestión de la economía era lo que determinaba por dónde iban las cosas".
Como Juaristi y Girauta, Quintana Paz señala a Gramsci como el origen de esta guerra cultural: "Para él la cultura adquiere un rol central y consigue convencer de ello a muchos miembros de la izquierda. Tras la caída del Muro de Berlín, que podía interpretarse como constatación del fracaso económico, la izquierda relanza el hincapié en el ámbito de la cultura como bastión desde el que conquistar el resto de la sociedad".
-¿Cómo se combate el monopolio cultural de la izquierda?
-No se combate montando una nueva fundación o diciéndoselo a tu departamento de marketing. Como animó Mao a los intelectuales chinos, hay que promover cien flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan. Así que fundaciones, sí, pero no una, sino varias; institutos de estudios, cine, arte, libros, debates, universidades… hay tal desierto hoy en la batalla cultural desde la no izquierda, que cualquier oasis será bienvenido.
En este sentido, Quintana Paz cree que la derecha política española lleva "al menos desde 2004 sin interesarse en la guerra cultural; salvo alguna excepción, como Cayetana Álvarez de Toledo, que ha acarreado para ella las consecuencias que ha acarreado; o salvo Ciudadanos, que cuando surgió en Cataluña, allá por 2006, sí hacía una apuesta intelectual notable".
Por ello, afea la actitud de los partidos de centro-derecha: "Pretender triunfar hoy en política sin preocuparte por la cultura es como intentar triunfar en gastronomía sin saber nada de los fogones".
Pese a que el filósofo wittgensteiniano admite que ahora mismo es una lucha decantada para la izquierda, confía en que el transcurso de la batalla cambie pronto: "Hay un detalle que nos da un poder impresionante a quienes no somos de izquierda; que tenemos la razón".
"Hacia sistemas iliberales"
Cristina Casabón (Madrid, 1988) es articulista y profesora asociada de la Universidad Carlos III. Entre sus líneas de investigación, destacan las políticas identitarias, los populismos y la defensa de las democracias liberales.
En opinión de la articulista, la guerra cultural es una guerra de "un nuevo credo" que emplea distintas herramientas. "Entre ellas, cabe destacar la política identitaria, la interseccionalidad, la cultura de la cancelación...", reflexiona Casabón. La pugna es, en última instancia, entre "dos presiones, una revolucionaria y otra reaccionaria": "Ambas amenazan con arrastrar nuestras sociedades democráticas por un rumbo antiliberal. El objetivo es la desmantelación del orden liberal y las libertades individuales".
Las implicaciones de esta batalla son, según la periodista, "a nivel personal, pues afectan a la libre formación y expresión de la identidad individual, de forma que la anulan". Del mismo modo, tiene implicaciones "a nivel macro como la erosión de la democracia liberal".
"Cynical Theories explica cómo la teoría se ha convertido en la fuerza motriz de la guerra cultural durante los últimos cincuenta años y cómo a raíz de la década de 2010 estas teorías se convierten en dogmas sociales", explica Casabón.
-¿Qué consecuencias tiene este dogmatismo?
-Consecuencias peligrosas: la libertad de pensamiento y de las sociedades ya fue amenazada en el siglo XX y todo apunta a que acabaremos viviendo bajo sistemas iliberales muy sofisticados, con apariencia democrática y revoluciones de colores. Esto se consigue cuando el populismo da el salto al autoritarismo.
Para impedir que esto suceda, es necesario defender "el liberalismo y el individuo como ente autónomo", sentencia Casabón.
"Sánchez ha vencido"
Pese a su juventud, el periodista Ricardo Dudda (Madrid, 1992) lleva tiempo analizando el fenómeno. Lo hizo en su libro La verdad de la tribu: la corrección política y sus enemigos (Debate, 2019), donde disecciona la guerra cultural a partir de la corrección política como fenómeno que escandaliza a unos y obsesiona a otros.
"La guerra cultural es una política mediatizada en la que importan más los macros, el relato y el posicionamiento simbólico que cuestiones materiales", analiza el periodista, que sostiene que el conflicto reside "en cuestiones no materiales y simbólicas".
"Los partidos del establishment se distinguen sólo en cuestiones culturales o simbólicas; en cuestiones materiales como la economía o las políticas públicas son muy parecidos", asegura Dudda.
-¿Y qué diferencia hoy en día al centroizquierda y el centroderecha?
-Un par de puntos del IRPF.
A juicio del joven periodista, la guerra cultural se ha convertido en un tema recurrente por la "mediatización de la política", que se ha convertido en "un género de entretenimiento más": "Con sus memes, sus programas de televisión, sus personajes estrafalarios que atraen espectadores... El político no compite hoy con otros políticos, sino con otras formas de entretenimiento".
"En la política superficial que vivimos, las cosas sustanciales no cambian. Los cambios políticos son siempre para la galería, no tienen implicaciones en la vida de la gente. Lo que creo que consigue la guerra cultural es crear una cortina de humo que nos impide ver las cuestiones importantes. La guerra cultural construye un conflicto político falso (progres vs fachas, etc) y transmite la sensación de que realmente hay diferencias entre los partidos", considera Dudda.
-¿Y quién está ganando la batalla?
-En España, ha vencido Pedro Sánchez. Ha conseguido crear un sentido común de izquierdas intocable. Si eres liberal, clase media, más o menos moderno o abierto al mundo, tienes que votar al PSOE. Esa sensación de que "no hay alternativa" es el gran logo del sanchismo. A través de la manipulación y la guerra psicológica, ha conseguido convencernos de que es la única alternativa, y mientras ha ido capturando las instituciones y acaparando más poder.