Alejo Schapire, azote de la izquierda identitaria: "Los progresistas se han enamorado de la censura"
El periodista denuncia en 'La traición progresista' cómo la izquierda ha pasado a defender la censura, el oscurantismo religioso y el puritanismo.
13 marzo, 2021 02:51Alejo Schapire (Buenos Aires, 1973) lleva tiempo denunciando la deriva identitaria de la izquierda. La misma ideología que antes luchaba por la libertad de expresión, el laicismo y la liberación sexual aboga ahora por la censura, el oscurantismo religioso y el neopuritanismo. Por ello, se siente traicionado.
El periodista y escritor argentino, afincado en París desde 1995, acaba de publicar La traición progresista, un lúcido ensayo en el que intenta comprender las razones, mecanismos y consecuencias de lo que autores como Horacio Vázquez Rial o Félix Ovejero bautizaron como la "deriva reaccionaria" de la izquierda.
En esta línea, Schapire denuncia cómo la izquierda ha transformado su discurso a partir de la caída del Muro de Berlín. "Al haber sido derrotada en el campo político y económico, ha pasado a concentrarse en el plano cultural; su sujeto ha dejado de ser el obrero y ha pasado a ser el de las minorías sexuales y étnicas", explica en su entrevista a EL ESPAÑOL.
¿Cómo de acusada es esa deriva en España?
El doble. Y eso que ha llegado con retraso porque la sociedad multicultural y los desafíos que plantea son más recientes en España que en otros países europeos. Muchos debates que estamos viendo en España acerca del feminismo o la integración ya tuvieron lugar en Francia hace 20 años. Son cuestiones frescas en España y no lo son tanto en Francia.
España está teniendo un rol vanguardista en cuanto a que todo el lenguaje woke está muy presente en el Gobierno a través de Podemos, que integra perfectamente todo el discurso elaborado en las universidades elitistas de EEUU a través de la French Theory.
Más allá de Podemos, ¿no acusa la socialdemocracia española esa deriva?
Lo que ha ocurrido en España es que la izquierda identitaria, al dominar el poder simbólico que se fabrica en universidades y medios, ha conseguido intimidar a la izquierda más moderada logrando que empiece a utilizar su propio lenguaje. Y pienso en el lenguaje inclusivo.
El lenguaje inclusivo nunca ha integrado ni ha salvado a nadie. Si fuese un medicamento, jamás habría sido autorizado porque no ha arrojado ningún resultado palpable. De hecho, hay lenguas que son desde el punto de vista del masculino neutro mucho más sexistas y tienen sociedades más igualitarias. Es un dogma que se utiliza como bandera para un territorio conquistado, que es el de la cultura.
Una de esas banderas que la izquierda ha hecho suyas es la defensa del islam. ¿Cómo surge esta extraña alianza?
En el fondo de la operación está el mantra de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. La izquierda ha visto en la religión islámica una respuesta legítima al capitalismo occidental. Así ha surgido una alianza contra natura y vemos cómo la misma gente que desfila el 8-M y en el Día del Orgullo Gay luego va de la mano con quienes lapidan a mujeres y cuelgan a homosexuales.
La misma izquierda que censura las críticas al islam bajo la etiqueta de "islamofobia" luego mantiene una actitud muy beligerante hacia el cristianismo.
La izquierda ha rehabilitado la blasfemia. Ha hecho que criticar una religión se convierta ahora en un delito y ha adoptado la islamofobia, que es utilizada por los fundamentalistas islámicos para acallar la crítica sobre la religión.
No se habla de cristianofobia pese a que ser cristiano en Oriente Medio supone jugarse la vida. Hay gente de izquierdas que participa en concursos de caricaturas del Holocausto en Irán y esto no plantea ningún problema. Es muy significativa la diferencia entre un diario anarquista como Charlie Hebdo y El Jueves en España, que admite que no se mete con cierta religión para no crear problemas. Siempre es más fácil burlarse del Rey y de la religión católica. Lo que habla de cierta cobardía.
¿Cuál es el discurso que tiene la izquierda frente a las mujeres que abandonan el islam? Ellas mismas dicen que el velo islámico es el heteropatriarcado en su máxima expresión. Sin embargo, la izquierda no tiene discurso sobre el velo. Nada. Vacío absoluto. Esos son los traicionados por el progresismo: las minorías que son asesinadas por sus ideas.
Parece que es el relativismo cultural el que lleva a cierta izquierda a defender el islam, aunque luego no lo aplique al cristianismo.
Por supuesto. Ese relativismo cultural tiene como principales víctimas a quienes huyen de los regímenes totalitarios y es una renuncia de la izquierda al universalismo. Es decir, los derechos humanos dejan de ser universales. Y eso no es un detalle.
¿Qué tiene que decir la izquierda con respecto a lo que sufre la minoría musulmana en China? ¿Alguien ha visto manifestaciones de la izquierda frente a la Embajada de China porque hay un millón de musulmanes de esta minoría en campos de concentración? No.
La acusación de "islamofobia" puede acarrear graves consecuencias. Usted vive en Francia. Ahí, la estudiante de 13 años que acusó de islamofobia al profesor decapitado Samuel Paty reconoció recientemente que mintió.
La chiquilla había mentido, pero eso se sabía desde hace tiempo. En realidad lo grave no ha sido la decapitación, sino toda la red de complicidad de gente normal, de padres de alumnos, de colegas que han permitido el ambiente cultural en el que esto se ha desarrollado.
En este mismo momento hay dos profesores de Ciencias Políticas que viven bajo amenaza porque han dicho que les parecía problemático hacer una jornada contra el racismo, el antisemitismo y la islamofobia. Concretamente, dijeron que el término islamofobia presentaba un problema y que no había que mezclarlo con el racismo.
Se lanzó una campaña contra ellos en la que pusieron sus nombres en la fachada del edificio de la universidad. Están viviendo una campaña de hostilidad terrible. Al mismo tiempo vemos que en las jóvenes generaciones la idea de que no hay que criticar esta religión es mayoritaria. Lo que viene es todavía más preocupante de lo que ya está ocurriendo.
Otra de las obsesiones del progresismo actual es Israel. El caso de la Comunidad Valenciana resulta paradigmático. Ahí, PSOE, Compromís y Podemos han colaborado en los últimos años con el grupo nacionalista y antisemita BDS País Valencià, que aboga por el boicot como "herramienta pacífica" contra Israel.
Esto tiene una explicación histórica y otra psicológica. La histórica es que Stalin descubrió que no iba a poder utilizar como títere a Israel en Oriente Medio y que por tanto le convenía pactar con sus enemigos. En ese momento, el bloque soviético cambia y ya no utiiza la palabra judío sino sionista.
En cuanto a la parte psicológica, tiene que ver paradójicamente con las consecuencias del Holocausto. Hasta los años 30-40 el nacionalismo europeo, esencialmente España, Italia y Alemania, había hecho del hombre blanco de raíces cristianas el centro de todo lo que estaba bien. Cuando Europa toma conciencia de lo que ha hecho, ese paradigma se invierte. Todo lo que era central y bueno pasa a ser malo y culpable, mientras que lo que era periférico y exótico pasa a ser bueno. Hay una inversión del paradigma.
Justo cuando aparece el Estado de Israel.
Israel se crea y va completamente a contracorriente de ese mandato. Israel se reivindica como nación, se arma para que no le vuelva a ocurrir lo de Auschwitz y en ese cambio de paradigma el palestino pasa a ocupar el lugar del judío y el israelí pasa a ocupar el lugar del nazi. Así la izquierda ha reemplazado la camiseta del Che Guevara por la bandera palestina y la kufiya (pañuelo tradicional de Oriente Medio).
Se da así otra paradoja: la nueva izquierda obsesionada con las minorías carga contra una de las minorías más castigadas y oprimidas históricamente, el judío.
Totalmente. Desde una perspectiva histórica, quienes se alían contra los judíos son siempre los mismos pero con motivos distintos.
Explíquese.
Los judeoespañoles que han guardado esa lengua como un tesoro atemporal y utilizan palabras que los españoles no utilizan ahora observan cómo España ha reformulado su odio hacia los judíos. Contemplan el fenómeno azorados, pero no sorprendidos.
Usted es muy crítico con la actual izquierda y, sin embargo, se sigue acogiendo a esa etiqueta. ¿Por qué esa manía de algunos autores de seguir reivindicándose de izquierdas cuando la izquierda ya no defiende sus ideas?
Por lo siguiente: si yo hablo de traición progresista es porque yo he sido traicionado. Yo llegué a la izquierda porque creía en las conquistas sociales: en las vacaciones, en el derecho a la huelga, en la seguridad social, el aborto, el matrimonio homosexual... Yo creo en todo eso. No creo que eso me convierta en alguien de derechas porque yo sigo del lado de la emancipación del individuo y no me reconozco en esta transformación que ha vivido esta izquierda que se ha enamorado de la censura, que se ha vuelto intolerante y ha pasado de la lucha de clases a la lucha de razas.
Entiendo entonces que es usted un huérfano político.
Yo este libro lo escribo porque mi familia me ha traicionado. Yo no he traicionado mis ideas. Es cierto que existía el autoritarismo, la censura en el comunismo, en la idea de izquierda tal y como ha sido encarnada. Ahora, existe dentro de Europa y América Latina una traición de izquierda entendida como estar en favor de la libertad, del espíritu crítico, de oponerse a la religión como institución como censora. Yo no me he movido de ahí. Hay mucha gente que en este libro se ha reconocido como huérfano político. Si ustedes no se reconocen más dentro de esa familia no es porque ustedes hayan cambiado.
Ahora bien, las categorías izquierda-derecha siguen sirviendo para situarse o analizarse, pero se han mostrado insuficientes. La lucha de hoy es entre los populismos identitarios, en los que están tanto la izquierda como la derecha, versus un liberalismo que cree en las libertades individuales. Ese es el eje.
La izquierda utiliza la etiqueta "derecha" como un insulto. Esto denota una visión muy maniquea de la realidad: la gente de derechas es mala y busca deliberadamente el mal.
Cuando alguien de izquierdas te dice que eres de derechas el diálogo queda clausurado porque te han lanzado el peor de los anatemas. Si eres de derechas es decir que estás a favor de una visión injusta del mundo. Punto.
Pero lo que me parece más problemático de esta visión binaria es que la izquierda identitaria ha decidido que alguien es culpable o inocente desde su nacimiento por su color de piel. Esto es realmente grave. Cree en el determinismo.
Hablemos de la censura: de la corrección política hemos dado un salto gradual a la cultura de la cancelación.
Hasta hace poco cuando uno escuchaba hablar de censura pensaba de inmediato en una teta, una palabrota o que se había ofendido a un cura. Ahora eso cambió. Cuando uno escucha hablar de censura se pregunta qué colectivo se ha sentido ofendido. Sobre todo, qué vocero autoproclamado del colectivo se ha sentido ofendido.
Antes la transgresión era el valor supremo de la izquierda, eso ha cambiado y hoy se la han dejado a la derecha. Los simpatizantes de Trump tienen una metodología extremadamente punk. Es decir, fuck your feelings. Y la izquierda está envuelta en una moralina que te explica cómo tienes que hablar, cómo tienen que verse las escenas de sexo para que no sean machistas… Han creado un clima asfixiante donde cada día hay una nueva cancelación de la transgresión.
Y es curioso porque los humoristas son los primeros que han abandonado el humor. Uno ve sus espectáculos y son un monólogo sobre el bien. Los Oscar y los Goya son los nuevos púlpitos donde se dice qué está bien y se reparten premios y castigos con una solemnidad absurda.
Precisamente los Oscar o los Goya son la prueba más evidente de cómo la izquierda detenta la hegemonía cultural de un tiempo a esta parte. ¿Cómo se ha llegado a esa situación?
Porque al abandonar el campo del debate político y centrarse en el cultural, la izquierda se ha apoderado del poder simbólico que se fabrica en los medios y en las universidades y ha creado un discurso hegemónico porque tienen las herramientas para ello. Saben hablar y saben pensar: vienen de la universidad.
Habla de los dirigentes de Podemos.
Es gente que nunca estuvo ligada al universo de la empresa privada. Vienen de los medios, de las universidades y viven de eso porque han desplazado el campo de batalla a su propio territorio. Así lograron atenazar el discurso de lo que puede decirse y lo que no, con el poder de intimidación que tienen. Sólo con calificarte de derechas ya te están atacando y logran acallarte.
Es algo que no sucede con la extrema derecha, que responde. La clase trabajadora y blanca que se siente culpabilizada permanentemente porque le dicen que tiene el privilegio blanco encuentra dentro de los otros identitarios una voz desacomplejada que sienten como una bocanada de oxígeno.
¿Es, en cierto modo, el auge del populismo nacionalista de derechas una reacción a la deriva identitaria de la izquierda?
Es la otra cara del movimiento identitario. Tanto Vox como Trump utilizan la misma retórica de las identity politics pero aplicada a su tribu blanca amenazada de exclusión. Ya no estamos frente a una cultura que quiere imponerse, sino que adopta un discurso de tribu asediada que no quiere ser reemplazada. Es muy interesante analizar la retórica de los grupos identitarios de derechas porque utilizan los recursos que antes dominaba la izquierda tanto en el lenguaje como en el uso de internet.
¿Qué ha aprendido Vox de la 'alt right' americana?
La alt right americana encontró en Trump alguien que los dejaba de hacerse sentir culpables. La izquierda demócrata dice a los trabajadores blancos que son unos privilegiados, mientras que estos sufren problemas de paro. Ellos no ven ese privilegio. Además, les dice de qué se pueden reír y de qué no. Eso crea el clima para que venga alguien con modales brutales que resultan liberadores para gente que ha vivido encorsetada en la corrección política.
Pero este identitarismo de derechas es muy problemático porque responde a un mensaje racial con otro racial. Hay que aspirar a una sociedad abierta, tolerante, abierta a la crítica. No tenemos que resignarnos a vivir bajo una noción del mundo que interprete la realidad en base a la raza y a la religión.
¿Cómo se combate entonces el monopolio cultural de la izquierda?
Primero, no dejándole el monopolio de la respuesta a la extrema derecha. Hay que animarse a decir no a la censura o a rechazar el lenguaje inclusivo porque atenta contra la economía del lenguaje. Hay que animarse a decir no y a reivindicar el derecho a criticarlo todo. Y reivindicar el espíritu del liberalismo frente a estos dogmatismos con los que se ha casado la nueva izquierda.