Quién insultó más a quién: el memorial de agravios de PSOE y PP bloquea su colaboración
La excusa que alegan los dirigentes de los dos partidos para no explorar un acuerdo por la gobernabilidad tiene que ver con los "insultos" de la campaña.
29 julio, 2023 03:27La campaña electoral quedó inundada de insultos. Fueron vertidos principalmente por los dos partidos sistémicos: PP y PSOE. Aunque este reportaje va a intentar discernirlo, conviene adelantar que será imposible responder a esas preguntas que retroalimentan las lanzadas: quién fue más allá, quién rebasó más límites, quién tiene la culpa. La hemeroteca es tan enjundiosa que imposibilita las conclusiones no viciadas por el subjetivismo partidista.
La definición de la RAE dificulta todavía más el análisis, ya que define "insultar" como "ofender a alguien irritándolo o provocándolo con palabras o acciones". Y la resistencia a la ofensa es subjetiva. Partidista.
No suele atribuirse al insulto una trascendencia política. Suele emplearse como pincel para dibujar el ambiente. Sin embargo, en este caso, el insulto explica la imposibilidad de conformar un gobierno que prescinda de los extremos y los nacionalismos.
En las conversaciones privadas desde que se produjo el recuento electoral, la mayoría de ministros y de dirigentes del PP responden con un "¡mira lo que han dicho de nosotros!" cuando se les emplaza a una negociación.
Antes que los motivos ideológicos o de programa, a uno y otro lado de la trinchera enarbolan el memorial de agravios que han ido recopilando en los últimos meses. "No te puedes sentar con alguien que te dice algo así", replican.
A lo largo de la Historia, ha insultado casi todo el mundo. Incluso el venerable Arthur Schopenhauer, que escribió "El arte de insultar". Según el filósofo alemán, llega un momento en la vida en que el hombre, incapaz de debatir sobre hechos concretos y en virtud de la razón, se lanza al insulto.
"Si, por ejemplo, alguien demuestra en una discusión, o en una simple conversación, disponer de un conocimiento más riguroso de un asunto, de un amor mayor hacia la verdad, de un juicio más ponderado que nosotros o, en general, de cualquier ventaja espiritual que nos haga sombra; entonces podemos neutralizar inmediatamente esta y toda otra superioridad con el insulto", teorizó Schopenhauer.
Por tanto, podemos concluir que los políticos utilizaron el insulto en campaña a sabiendas de su eficacia. No como un recurso desesperado, sino pragmático. La diferencia entre un sabio y uno que no lo es –añadió el filósofo– no es que unos insulten y otros no. Ya hemos visto que todos insultamos alguna vez. "El sabio es aquel que, después de haber sido objeto de las mayores injurias, no se deja provocar y mantiene la serenidad".
Es decir: nuestros políticos, lejos de ser sabios, se mantuvieron en la media. Insultaron con todas sus fuerzas para ganar unas elecciones. Ahora, arrojado el desgobierno por las urnas, los insultados no pueden colaborar debido a las heridas que se provocaron.
Vamos a hacer repaso de los insultos más gruesos de PP y PSOE. La mayoría guarda un elemento común: si se les borrara el sujeto, cabría atribuirlos indistintamente a uno y otro partido.
"Mentiroso"
La verdad y la mentira –dicho así, en un tono abstracto– han sido las dos protagonistas de la campaña. Los contendientes llegaron en una situación parecida a esos catorce días de refriega.
Feijóo tomó el mando del PP e hizo de la "falta de credibilidad" de Sánchez su principal estrategia. Le recordaba, cada vez que podía, sus giros en materias como los indultos, Podemos, Bildu... Sánchez le respondía tachándolo de "insolvente". Algunos días, añadía: "O es usted insolvente o tiene mala fe". Lo decía por la manera que tenía Feijóo de enfocar los datos económicos.
Estalló la campaña y el tono, como cada cuatro años, se disparó. Se personificó, que es lo peor que tienen las campañas. El debate acrecentó la refriega. Feijóo llegó –asesorado por Miguel Ángel Rodríguez– diciendo: "Estoy tranquilo porque voy a decir la verdad y no voy a mentir a nadie".
Empezó el cara a cara y percutió sobre Sánchez: "Usted incumplió su juramento (...) Usted no es creíble ni fiable (...) El sanchismo es ser arrogante conmigo y no con ERC y Bildu".
Sánchez, sorprendido por la estrategia belicosa de su adversario, se defendía con expresiones como esta: "Es una falacia. Usted dice una mentira a partir de una media verdad".
El candidato socialista no consiguió embridar a Feijóo en directo. Al día siguiente, ni siquiera los medios más próximos a la izquierda se atrevieron a otorgar la victoria a Sánchez. Pero acto seguido, Moncloa dio una consigna a sus ministros: Feijóo había errado en datos y afirmaciones. Había que dibujarlo como "un mentiroso". Se trataba de transmitir la idea de que los dos eran lo mismo. Si uno había mentido, el otro también.
Sánchez llegó a la cumbre de la OTAN en Vilna y arremetió: "El señor Feijóo, ante la absoluta ausencia de proyecto político y de programa, planteó una montaña de mentiras. (...) Vertió una montaña de mentiras porque no hay nada detrás. Hay una ausencia total de proyecto político".
Paralelamente, los ministros replicaban el argumento. Félix Bolaños en el Huffington Post: "Feijóo usó una técnica de la ultraderecha mundial, sembrar de mentiras todo el debate". Diana Morant en Infolibre: "El debate lo ganó la antipolítica. Un mentiroso compulsivo como Feijóo no puede ser presidente". Nadia Calviño lo llamó "marrullero" y "mentiroso".
Raquel Sánchez, en su entrevista con este periódico, aseguró que el líder del PP "practica un estilo político que supone un riesgo para la democracia": "Es un mentiroso compulsivo. Miente sin despeinarse, sin ningún complejo".
Feijóo partía en una situación de fortaleza referida a la credibilidad. Pero sus afirmaciones inexactas en el debate y su revuelta en el plató de TVE acerca de una verdad que no era tal permitieron a la izquierda cambiar el curso de la campaña y llenar los medios del "Feijóo mentiroso". Hasta el punto de que varios periódicos liberales y conservadores –EL ESPAÑOL, El Mundo y ABC– recomendaron al gallego "cuidar su relación con la verdad".
Los indultos, la sedición, Bildu y Podemos se enfrentaban al "Sánchez es el presidente que más gas compra a Putin", al "se ha archivado el caso Pegasus por culpa de Sánchez", o al "el PP siempre ha subido las pensiones conforme al IPC". No eran "mentiras" comparables desde el punto de vista del impacto político, pero sí desde el de la munición.
Sánchez habló de "cambios de opinión" y Feijóo de "lapsus" e "inexactitudes".
Txapote y el narco
Parte de situación: el lema "que te vote Txapote" apareció por primera vez en la pancarta de un simpatizante de Vox que protestaba contra Pedro Sánchez. Era septiembre de 2022. Pasado el tiempo, la puso de moda Isabel Díaz Ayuso, que la pronunció en la Asamblea de Madrid.
Marcial Dorado es un conocido narcotraficante gallego. A mediados de los noventa, mantenía cierta relación de amistad con Feijóo. Se fotografiaron juntos de vacaciones. Las imágenes aparecieron en la portada de El País en 2013.
El lema "que te vote Txapote", en boca de Ayuso, pronto cogió empaque y se extendió por fiestas populares, plazas de toros y conciertos. Feijóo, cuando fue preguntado en entrevistas, dijo que no lo utilizaría, pero que no criticaba a quienes lo hacían.
Sánchez lo puso sobre la mesa en el debate y Feijóo evitó postularse. Lo aclaró luego en una entrevista. Borja Sémper, portavoz del partido, se dijo "incómodo" con el cántico, aunque también echaba balones fuera para evitar una guerra con sus compañeros de partido que sí lo proferían.
Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, describió el "que te vote Txapote" como una banalización del terrorismo. Muchas víctimas lamentaban que se disfrazara de fiesta y algarabía el nombre de quien había participado en los asesinatos de Ordóñez y Miguel Ángel Blanco. Al mismo tiempo, Marimar, la hermana de Miguel Ángel, se decía a favor. La fractura fue total. Sánchez acusó al PP de una "utilización descarnada del terrorismo".
Por otra parte, con ese lema, eran muchos los dirigentes del PP que asociaban a Sánchez sin remilgos con uno de los asesinos más sanguinarios de la banda terrorista. Rafa Hernando aseguró que Gregorio Ordóñez, si estuviera vivo, atacaría al presidente con el "que te vote Txapote".
De manera paralela, fue cogiendo fuerza el dibujo que hacía subrepticiamente el PSOE: Feijóo como una suerte de político vinculado al narcotráfico. Cuando el expresidente de Galicia fue nombrado candidato, los socialistas medían mucho la utilización de esas imágenes.
De hecho, tal y como contó este periódico, Moncloa dudó si emplearlas en el debate. No lo hicieron. Pero vistos los resultados del cara a cara, los socialistas huyeron hacia delante. También de manera consignada, tanto el presidente como los ministros empezaron a arrojarle a Feijóo sus fotos del año 1995.
El 20 de julio, seis días después del debate y tres antes de las elecciones, Sánchez dijo ante Ferreras: "Es inquietante que un dirigente político haya tenido relaciones tan estrechas con un narcotraficante".
Teresa Ribera, vicepresidenta, acusó a Feijóo de "esconder sus fotos con un narco" e incluso aseguró que el gallego no iba al debate a cuatro en TVE debido a su relación con Marcial Dorado.
Raquel Sánchez, en su charla con EL ESPAÑOL, se agarró a las imágenes del narco para reiterar que Feijóo "es un mentiroso compulsivo": "Miente cuando dice que no sabía entonces que era narco. Lo sabía toda Galicia".
Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del PSOE, habló con sorna de "las amistades marineras" del candidato del PP.
Otros insultos
El pasado septiembre, todavía con un Feijóo principiante en Madrid, los populares trataron de dibujar a Sánchez como un presidente que faltaba al respeto continuamente a su adversario. Es verdad que los socialistas habían subido los decibelios con la consigna del "insolvente".
Para contrarrestarlo, Sánchez leyó en el Senado un papel que le había preparado su equipo con los "insultos" que contra él había disparado Feijóo: "Ególatra, sectario, autoritario, irresponsable, caudillista".
Pero la lista de ofensas recopiladas por el gabinete de Génova era similar: "Ignorante, mentiroso, sectario, incompetente". No sólo había sido Sánchez. Habían participado en la campaña Miquel Iceta, Diana Morant, Isabel Rodríguez, Pilar Alegría, Félix Bolaños, María Jesús Montero...
Ocurre algo reseñable con estos "insultos". Algunos de ellos como "ignorante", "mentiroso" o "sectario" han sido utilizados indistintamente por PP y PSOE. Cuando unos los lanzan contra los otros, dicen emplearlos como adjetivos descriptivos y sonríen irónicamente si el rival pide que se le deje de insultar.
Conforme se acercaba la campaña, y tras los pactos con Vox en las municipales, el PSOE subió la apuesta llamando "trumpista" a Feijóo. Costaba asimilar al candidato del PP con el expresidente de los Estados Unidos, pero la izquierda encontró cierto alivio cuando Feijóo erró en las afirmaciones mencionadas y criticó el voto por correo. Ahí sí, los socialistas creyeron haber culminado la profecía autocumplida.
En el lado de la derecha, los insultos no experimentaron demasiadas variaciones. Casi todos tenían que ver con la credibilidad de Sánchez y con su "ego". Lo tacharon de "narcisista" y "mentiroso" desde el principio hasta el final.
Descalificaciones globales
Las descalificaciones también han exhibido una dimensión mayor, como si PP y PSOE, teniendo vida propia, hubieran arremetido el uno contra el otro. Desde un primer momento, Feijóo y su partido acusaron a Sánchez de haber hecho desaparecer el suyo para convertirlo en el "partido sanchista".
El ataque de Génova ha consistido todo el tiempo en negar al PSOE... la condición de propio PSOE. Mediante la sintonía con los históricos socialistas contrarios a Sánchez, los populares le han negado al presidente la tradición democrática (1977 en adelante) de su organización.
El PP, además, ha catalogado ese "sanchismo" como un movimiento "sin escrúpulos", "capaz de cualquier cosa para mantenerse en el poder". También han asociado todo el tiempo al actual PSOE, al "sanchista", con la "colonización" de las instituciones públicas.
La dirección del PSOE, por su parte, llevó la discusión hasta el extremo de calificar al PP como "ultraderecha". Cuando la campaña alcanzó su clímax, los ministros del Gobierno decían "no distinguir" entre PP y Vox.
Tras sus acuerdos con Abascal en distintos municipios y Comunidades, los socialistas forzaron la máquina del miedo a la ultraderecha y dibujaron el proyecto de Feijóo como "trumpista" y "radical". Llegaron a acusar al PP de "poner en riesgo la democracia" y de "querer llevar a España a 1975".
(...)
Con todos estos mimbres, resulta muy complicado empezar siquiera una negociación entre PP y PSOE.