El asombroso ascenso de Koldo: era 'segurata' en El Sadar el día que Osasuna subió a Primera en el 2000
Los socialistas navarros viven con estupor el auge y caída de un hombre al que conocieron como chófer, escolta y "chico de los recados".
28 febrero, 2024 02:39Markovic sacaba el córner. Peinó Mateo en el primer palo y la empujó Trzeciak para dentro en el segundo. Conforme se acercaba el final, miles y miles de rojillos trepaban aquellas vallas verdes del viejo Sadar y se preparaban para saltar al campo. Iban a celebrar el ascenso a Primera. Con camisa de manga corta, los miraba un hombre de cien kilos de asombro.
Era Koldo, nuestro Koldo García Izaguirre de todos los días. Vigilante de seguridad en el campo de Osasuna aquel 4 de junio del 2000. Miraba Koldo a todos esos hinchas desde el verde, que era el abismo de Helm. Como los orcos en el Señor de los Anillos, trepaban y trepaban. Eran cada vez más.
Metido en su papel, Koldo afrontaba el suceso con sobriedad. Primero, con la intención de frenar la algarada. Segundo, asumiendo lo inevitable, resignado a sobrevivir en aquel mar. En el vídeo de la retransmisión, aquí adjunto, lo vemos nadando entre la gente.
Koldo ya era un pamplonés más, había echado raíces en la ciudad de las murallas y, por dentro, sentía la alegría. Osasuna era al fin de Primera. Él subiría muchísimas fotos a las redes, ya reintegrado como aficionado, desde la grada.
Fue aquel 4 de junio del 2000 una metáfora perfecta. Koldo y el ascenso. El ascenso de Koldo. Aquel hombre iba a conocer destinos similares. Iba a alcanzar la primera categoría de esa política que tanto le gustaba, aunque por entonces mantuviera cercano su sueño de convertirse en guardia civil.
Osasuna, que es un equipo ascensor, bajó a Segunda años después. Igual que Koldo ahora, que ha conocido la debacle. Osasuna, un día, igual que Koldo, se clasificó para la Champions. Es algo que muchos pamploneses no podían creer. Aquel 4 de junio, miles y miles tampoco creían lo de jugar en Primera.
Es la misma sensación, la del "estupor y la maravilla", por decirlo con un título de Pablo d'Ors. Hoy, muchos de los socialistas navarros que participan de forma anónima con su testimonio en este reportaje se preguntan: "¿Cómo pudo ocurrir? ¡Joder, es increíble! ¡Koldo! Pero ha ocurrido".
La Pamplona de Koldo
Koldo es ya para los pamploneses un personaje tan familiar como los gigantes que bailan por San Fermín y las fiestas de guardar. Koldo García ha estado en todas las primeras veces de esas generaciones comprendidas entre los treinta y los cincuenta.
Koldo estaba allí cuando Osasuna subió a Primera. Koldo estaba allí en las mejores noches del Subsuelo, en la Plaza del Castillo. Koldo estaba allí para los crapulillas, de portero en el Rosalex, a un par de calles de El Sadar. Ya se sabe... "El pamplonica: su copica, su misica y su putica". Y Koldo también estaba allí para dar un par de hostias en esos pollos que montaba la izquierda abertzale con cada obra importante.
Koldo tenía treinta años cuando el ascenso a Primera. Y comenzó el suyo con cuarenta, habiendo dejado atrás el Rosalex, las obras y el Subsuelo. Había nacido en Baracaldo en 1970, hijo de un viejo militante de la UGT. Se dice en todos los periódicos que hizo de escolta de Nicolás Redondo, aunque los Redondo no lo recuerdan.
Cayó en Pamplona como vigilante de seguridad. Alternaba estos trabajos futboleros y de alterne con otros más serios, el de jugarse la vida para proteger a políticos de distinto signo de la amenaza de ETA. Era valiente, Koldo, le pese a quien le pese. Es un personaje redondo porque no fue bueno todo el tiempo ni malo todo el tiempo. Dando tumbos de la luz a la oscuridad, supo escalar.
Se enamoró de Patricia Uriz, una socialista navarra. Y juntos medraron. Koldo se introdujo en aquel ambiente con el marchamo de haber sido escolta en los años del plomo. Hasta tres viejos dirigentes del PSOE foral relatan que aquello le permitió jugar una carta interesante.
En esa Pamplona, casi todos los escoltas eran de fuera. Por un lado estaban los de las fuerzas de seguridad del Estado, pero no eran suficientes. A algunos concejales los protegían esas empresas para las que trabajaba Koldo.
"De repente, te encuentras a un tío que parece de los tuyos, que es valiente, de casa, leal y que conoce el terreno. Era un gran hallazgo", rememora uno de los socialistas que contempló el principio de Koldo en la organización.
Otro de ellos, muy bien situado, asegura que no supieron nada en esos momentos de su primera condena, que data de 1991. Estaba Koldo como vigilante en las obras del vertedero de Góngora. Infló a leches a un tipo. Le metieron dos años y cuatro meses de cárcel, además de la obligación de indemnizar con 626.000 pelas. No entró en el trullo porque consiguió que el Gobierno de Aznar, en 1996, le conmutara parte de la pena. Era algo frecuente en quienes se habían jugado el pellejo frente a ETA.
Con su mujer, Patricia, se puso manos a la obra en Huarte, un pueblecito de la comarca de Pamplona. Allí, el PSOE no tenía gente. Uno de los dirigentes que escuchó el nombre de Koldo lo explica: "Nos dijeron que había un tío que se ofrecía, que era aizkolari, que era muy entregado, leal. Oye, pues ya tenemos a alguien allí. Es que no era fácil encontrar personas de confianza".
Koldo salió concejal en Huarte. Lo sería también de Santesteban, un pueblo más lejano a la capital, porque se lo pidieron. Koldo iba adonde le llamaban y, aunque la misión fuera poco atractiva, cumplía.
Koldo y Santi
Cayó en gracia cuando hizo amistad con Santos Cerdán, conocido en el partido navarro como "Santi". Era de lo que podríamos llamar "su cuadrilla". Santi, un poco peliculero en los asuntos de seguridad, escogió a Koldo para proteger a los altos cargos nacionales que pasaban por Pamplona.
"Es un tipo inolvidable. ¿Cómo no lo voy a recordar? Lo recuerdo así, en los actos, vigilando, estaba pendiente de la gente importante que venía, de la seguridad. Era una especie de chofer-escolta-secretario", apunta otro tótem de los socialistas de entonces.
Cómo crecía Koldo. ¡Y era aizkolari! Eso, a los que mandaban, les hacía gracia. Era una especie de signo de nobleza, de sencillez. Encajaba muy bien con lo de defender a los humildes, a los de los pueblos. El propio Sánchez emplearía el tópico en sus redes sociales años después: "Guerrillero de corazón comprometido".
Tanto querían los socialistas navarros a Koldo que hicieron la vista gorda cuando supieron de la condena por los hechos de 2010. Pegó varias leches a un chaval abertzale que se había metido con él la noche en que España ganó el Mundial.
"Te lo voy a decir tal y como lo pensamos", explica otro socialista. Habla políticamente incorrecto, a calzón quitado. La tesis fue esta: "Hemos estado cuarenta años recibiendo hostias, agachando la cabeza, nos han matado a compañeros. Por una vez que uno de los nuestros reparte, no nos lo vamos a cargar. Es un valiente, se jugó la vida cuando el plomo".
"No te voy a engañar. Eso, en el partido, se supo donde tenía que saberse y no pasó nada", apostilla otra fuente. Koldo tenía el cariño de los que tomaban las decisiones. Hoy, "Santi" y su gente dicen que tampoco lo conocían tanto. Pero en Pamplona, a todos los que han pasado alguna vez por el Parlamento o por la sede del Paseo Sarasate les entra la risa.
Koldo, sin tener cargo, paseaba con naturalidad por los pasillos de la Cámara navarra porque era de la cuadrilla de "Santi" Cerdán. Fue uno de los invitados a la tribuna cuando la hoy mano derecha de Sánchez tomó posesión de su escaño en el Parlamento navarro.
Santi fue primero en Navarra lo que es hoy en Madrid: el hombre de la Organización. Y encontró en nuestro Koldo un tipo fantástico. Tanto que se lo llevó a la capital. A Sánchez, en plena preparación de las segundas primarias, le sonaba ese fortachón. Coño, ¡pero si es el que partía troncos!
Sánchez no escribió aquel romance al aizkolari que ahora tanto se cita en su página de Facebook. Se lo hizo, como siempre que Sánchez escribe, un asesor. Nos lo cuenta otro miembro del partido que estaba delante cuando el autor del poema se puso a tomar notas. Pero el corazón de Sánchez estaba en aquellos versos.
Koldo, el del ascenso del año 2000, ya jugaba en Primera. Estaba en Madrid con su inseparable Santi y al servicio del candidato díscolo del PSOE. Se ofreció a custodiar los avales de Sánchez día y noche. Lo hizo. A Sánchez le compungió el gesto y habló con una vecina de la sede de la calle Marqués de Riscal para que le dejara ducharse a Koldo. Le pidió a Irene Lozano que metiera la escena en su "Manual de resistencia".
"Hombre, nos sorprendía, pero no te das cuenta. Porque hacía en Madrid lo mismo que en Pamplona. Conducir, recados, proteger... Es un proceso que va poco a poco. Lo que jamás imaginamos fue lo que vino después", resalta una de las fuentes consultadas.
Koldo y José
Koldo empezó a coincidir con José Luis Ábalos. Se lo presentó Santi. Por eso tiene tanta gracia que ahora haya sido Santi quien ha firmado el acta de defunción de Ábalos en el partido. Si se lo dicen en ese momento, habría negado como san Pedro.
Ábalos fue el encargado de colocar a Sánchez en la Historia. Fue el escritor del relato de la moción de censura. Y Koldo siempre estuvo allí. Con su vigilancia y su porte, con la misma mirada sobria con la que saludó a la hinchada rojilla el día del ascenso. También con una cojera traducida en incapacidad laboral permanente, fruto de un accidente de circulación en el año 1993. La fecha la indica Diario de Navarra y, al parecer, no le impidió seguir trabajando de vigilante de seguridad.
Cuando el PSOE llegó al Gobierno gracias a la moción de censura, Koldo también llegó al Gobierno. Quisieron premiarlo tres personas fundamentales: Sánchez, Santi y "José". Porque Ábalos ya era José para él.
Crecía en el Ministerio de Transportes nuestro Koldo. Ahora sí que los socialistas navarros no daban crédito. Una cosa es ser el chófer y el escolta; otra un todopoderoso asistente de funciones indeterminadas. ¡Miembro del consejo de Renfe Mercancías! ¡Vocal de puertos del Estado! "¡Coño, pero si es Koldo! ¿Cómo pone ahí Ábalos a Koldo? ¿Ha perdido el juicio?". Así reaccionaron varios de los entrevistados para escribir este relato.
El asombro hecho carne llegó cuando algunos de sus viejos compañeros visitaron a Koldo en el Ministerio. Se encontraron a su mujer, Patricia, a la que habían colocado como secretaria. Entraron en un despacho de nivel, pegado al de Ábalos. Koldo –según estos testimonios– se paseaba por allí con la condición del poderoso.
Algo había cambiado. Koldo ya no era el chófer, el escolta. Los trataba como encumbrado. Koldo era el jefe. Opinaba sobre los designios del país, relataba sus nuevas funciones. Tenía ascendencia sobre los funcionarios. Koldo era un genio. Koldo era el mejor Osasuna. El de las finales de la Copa del Rey. El que se clasificó para la Champions.
Tenía que ser impresionante para Koldo mirar por la ventana del despacho, en Nuevos Ministerios. No había pasado tanto desde el Rosalex, desde los días de las obras en el vertedero de Góngora, desde el frío que se pasaba en la puerta del Subsuelo. Koldo era el Gran Gatsby con pañuelico rojo.
Ahora que todo ha volado por los aires, los socialistas navarros tiemblan. Les asaltan los recuerdos del caso Urralburu, del caso Roldán. La corrupción dejó tocado al PSN y nunca se ha recuperado del todo. No pasa por la cabeza de la presidenta María Chivite siquiera rozar los escaños que lograba Urralburu.
"Es que a mí, ya cuando lo vi entonces, Koldo me recordaba a Luis Roldán. Así, grandote, de palabra poco culta, simpático, espontáneo. Fíjate en el rostro, ¡se parecen! Es increíble. ¿Cómo ha podido ocurrir? No lo de los contratos. ¡Cómo llegó Koldo hasta ahí!", apostilla un viejo socialista navarro. Koldo, en euskera, significa "Luis".
Cuando se imprimieron las primeras portadas, la actual dirección del PSOE en Navarra corrió a chequear que no habían contratado en la pandemia con ninguna de las empresas de la trama. Tuvieron suerte. También certificaron que Koldo ya no era militante porque había dejado de pagar la cuota. Sólo tuvieron que suspender de militancia a Patricia, su mujer.
No lo sabíamos, pero Koldo era el hombre del verdadero ascenso. Nuestro Koldo.