La última guerra entre Sánchez y Ayuso lleva nombre de poeta: su desacuerdo empuja a la ruina la casa del Nobel Aleixandre
- Ayuso, que ahora lleva la delantera, discute en el juzgado con una sobrina de Aleixandre que se ha echado atrás y ahora no quiere vender. Si la justicia no da la razón a la Comunidad, un acuerdo entre las administraciones podría salvar la casa de la calle Velintonia.
- El Gobierno acaba de declarar a Vicente Aleixandre "víctima del franquismo"... obviando que a punto estuvo de morir en una checa del Madrid republicano.
- Los dos gobiernos se culpan uno a otro de la ruina que amenaza a la casa. Ambos aseguran estar dispuestos a colaborar, pero esa colaboración jamás se produce.
Cuando iba a verle una pareja, Vicente Aleixandre los colocaba uno frente a otro. Él se sentaba aparte y miraba. Decía: "Así puedo ver el rostro del amor". Después, por la noche, tumbado en su cuarto, escribía poemas con esas imágenes. Aleixandre, al que le cercaron la república, la guerra y la dictadura, era el poeta del amor.
A esta casa de la calle Velintonia, su casa, llegaba en taxi Federico García Lorca. Con su americana, la mirada achinada y la risa a carcajadas. Tocaba la puerta, pasaba, se ponía a charlar y dejaba al conductor esperando. Aleixandre se desesperaba: "¡Federico, esto te va a salir carísimo!". Pero Federico pasaba dentro y se ponía a tocar el piano.
Cuando estalló la guerra, al estar la casa en la zona del frente, los Aleixandre se trasladaron al centro de la ciudad. Vino un día Miguel Hernández con una carretilla para ayudarle a llevar los libros. No pudo rescatar demasiado, pero sí la primera edición de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, con la huella de la bota de un miliciano en la cubierta. Miguel, su amigo Miguel, le llevaría naranjas a su hogar provisional.
Fueron días negros. Primero los rojos lo metieron en una checa y saquearon su casa. Sobrevivió gracias a su amigo Neruda. Después, Franco prohibió que su nombre se imprimiera hasta mediados los cuarenta. Aleixandre se exilió aquí, en Velintonia, lugar de los días felices. El famoso exilio interior hasta que murió en 1984.
Nos lo cuenta Javier Lostalé, entonces un joven poeta discípulo de Aleixandre. Se acuerda emocionado de que los nervios por haber ganado el Nobel (1977) le provocaron un herpes en los ojos al maestro. "Era como si estuviera ciego. Me decía que soñaba los poemas y que no podía escribirlos".
El lugar que vio nacer a la Generación del 27, el lugar que acogió a los poetas de derechas e izquierdas de la Generación del 36; el lugar donde todos los escritores se sintieron siempre libres... se cae a trozos. Literalmente.
Basta pasear alrededor y echar un vistazo. Las administraciones públicas han tomado conciencia de la necesidad de actuar, de comprar la casa a la familia y restaurarla de cara a la celebración del centenario del 27, que coincide con el medio siglo desde que le dieron el Nobel.
Sin embargo, una nueva guerra entre el gobierno de Sánchez y el de Ayuso hace que el panorama para la casa sea sombrío. Hoy, todavía no está garantizado que el edificio pueda sobrevivir. Su tejado agujereado, su parqué destrozado, sus paredes endebles, se alzan como el pecado original de la política en relación a la cultura: ¿van a dejar que se derrumbe el que probablemente sea el lugar más importante de la literatura española del siglo XX?
Portavoces del gobierno central y del de la Comunidad de Madrid, en conversación con este diario, se acusan unos a otros de estar dejando morir la casa. Reconocen que puede perderse para siempre dentro de poco, pero se quitan la culpa de encima y señalan al de enfrente.
Resuenan como una profecía las palabras de Pere Gimferrer en 1985, un año después de morir Aleixandre, durante su discurso de entrada en la RAE: "Para bien de todos, espero y deseo que la casa de Vicente se mantenga siempre, como en vida del poeta y como ahora mismo, a título de perpetuo monumento incólume a un gran escritor y a su generación (...) para instrucción, ejemplo y goce de las generaciones futuras".
Esta es una historia tan compleja... que conviene empezar por el principio.
El principio
Aleixandre murió en aquel diciembre de 1984. Dos años después lo hizo su hermana Conchita, aquella hermana que todo el mundo sabía que vivía allí, pero que nadie veía. Qué reciente estaba el Nobel del 77. La casa inundada de periodistas. Ninguno de los que fue allí a hacerse la foto con el maestro pensó que aquel lugar sería una ruina cuarenta años después. Ninguno de los políticos que intentaron capitalizar su éxito habría creído que sus partidos olvidarían tan pronto a Aleixandre.
Tanto el PP como el PSOE han tomado decisiones fatales para Velintonia. Hoy entra el agua y los okupas se han llevado hasta los pomos de las puertas.
"El desprecio por su memoria ha sido inexplicable. La situación de la casa es lamentable. Ahora que se acercan fechas importantes han reaccionado, pero la falta de acuerdo ha vuelto a bloquear la venta", nos cuenta Alejandro Sanz, el presidente de la Asociación de Amigos Vicente Aleixandre, que ha dedicado toda su vida al poeta. Es autor de la edición canónica de su poesía completa (Lumen, 2017).
La casa tiene un precio, según tasación, de alrededor de 3 millones de euros. Ningún particular ha mostrado interés en comprarla. A ese importe habría que sumar una gran obra de restauración. "Además, no se trata tan solo de restaurarla, sino de que continúe siendo lo que fue. Un lugar de memoria, de recuerdo, de poesía, de libertad. Una especie de museo vivo que deje ese legado en manos de las generaciones posteriores", dice.
Aleixandre no tuvo hijos. Bueno, hijos oficiales. Era conocido entre sus amigos que sí puede que tuviera una hija con una de las primeras mujeres con las que mantuvo una relación. Fue tenido por un poeta homosexual, pero Aleixandre, cuentan quienes mejor lo conocen, fue bisexual.
El caso es que la casa de Velintonia, hoy, es propiedad de una familia de parentesco muy lejano: una hija de un primo del escritor posee el 60% y los nietos de otra prima tienen el 40% restante.
Desde los años ochenta, ningún gobierno ha mostrado interés en Aleixandre y su figura. De hecho, en el último gran acto por su memoria, el 125º aniversario de su nacimiento, año 2023, no hubo representantes de ninguna administración. Se celebró con gran éxito de público en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El resumen que hacen los amigos de Aleixandre cuando se les pregunta es más o menos este: el gobierno de Ayuso, cuando era consejera Marta Rivera de la Cruz, rechazó la posibilidad de comprar la casa. En aquel momento, el ministerio sí se abrió a negociar una compra conjunta.
Hoy, el gobierno de Ayuso, con un consejero distinto –Mariano de Paco– quiere salvar la casa de Aleixandre, pero el ministerio –de Sumar, con Ernest Urtasun al frente– da largas y asiste como espectador a la negociación entre la familia y la Comunidad de Madrid. Un desastre.
La asociación de amigos –nos explica Alejandro Sanz– quedó muy decepcionada cuando, en 2021, la Comunidad de Madrid se negó a declarar Bien de Interés Cultural la casa de Velintonia, lo que la habría protegido realmente. Se limitaron a calificarla como Bien de Interés Patrimonial.
"Llegaron a decir que era una especie de conjunto de ladrillos sin ningún valor. En su informe, para que se hagan ustedes una idea, se decía que no era imprescindible conservar el dormitorio. ¡Pero si Aleixandre escribía en la cama!", dice Sanz.
En ese momento, al salir la casa a subasta, indica un portavoz del Ministerio de Cultura a este diario, se exploró la posibilidad de comprarla entre el propio ministerio, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid: "Pero la Comunidad no quiso, no mostró ningún interés".
El actual consejero de Cultura de Ayuso, Mariano de Paco, reconoce en charla con EL ESPAÑOL que su predecesora en el cargo no quiso afrontar esa operación, pero reitera que está volcado en comprar hoy la casa de Aleixandre.
Para él, director de teatro e hijo de directores de teatro, Aleixandre tiene un cariz especial. Es uno de los poetas más leídos en su casa; un escritor importante en su vida. Eso hace que conciba como "urgente e imprescindible" salvar Velintonia de la ruina.
Pero vayamos a la siguiente pantalla. Cuando llegó De Paco a la consejería, envió una carta al nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, para afrontar la compra juntos. Urtasun –según el consejero– no le contestó. En el ministerio, dicen a este periódico que eso de la carta no es cierto. De Paco incide en que pusieron todo de su parte: "Ante el silencio del ministerio, decidí que debíamos comprarla nosotros".
El ministerio, pese a que sigue diciéndose "interesado en colaborar entre las administraciones", no movió ficha y está a la espera de que concluyan las negociaciones entre la Comunidad de Madrid y la familia.
La familia
Ahora empieza una segunda pantalla de la historia: la casa, como hemos contado, estaba en subasta pública. El consejero de Ayuso llamó a los Aleixandre –se reunió con las dos partes por separado debido a desavenencias familiares– y les explicó: "Como nuestro presupuesto ya está aprobado, no podemos superar los 3,2 millones, el precio mínimo de la subasta".
¿Y qué pasó? "Aceptaron las dos ramas de la familia". ¿Por qué no se ha vendido entonces? "Cuando le mandamos el contrato de arras a Amaya Aleixandre, la propietaria del 60% de la casa, se negó a devolverlo firmado. Habíamos llegado, ¡de verdad!, a un acuerdo verbal con ella, pero se echó para atrás. Le dijimos que íbamos a anunciarlo en un desayuno de Europa Press y le pareció bien. Pero tras nuestro anuncio, se negó a firmar las arras".
La Comunidad de Madrid, con las arras firmadas por la otra parte de la familia, depositó los 3,2 millones en el juzgado y está a la espera de que el tribunal decida si la casa es suya o si Amaya Aleixandre puede echarse realmente hacia atrás.
El argumento jurídico de la Comunidad es: "Los herederos, para sacar la casa a subasta judicial, disolvieron el condominio que tenían. Por tanto, aunque ellos sean los beneficiarios de la venta, la titularidad hoy es del juzgado. Y nosotros hemos cubierto el precio mínimo de la subasta. Entendemos que se debe resolver a nuestro favor".
Llamamos a Amaya Aleixandre para recabar su versión. "Tanto el ministerio como la Comunidad han mostrado interés en la casa. Primero hizo una oferta el ministerio. Me reuní con el secretario de Estado, pero la consideré insuficiente. Me dijeron que estaban dispuestos a subirla. Lo de la Comunidad fue después". Un portavoz oficial del ministerio, en charla con este diario, niega que hubiera una oferta formal por la casa.
"Les pedí cuatro millones en lugar de tres", dice Amaya Aleixandre. "Estamos hablando de 600 metros cuadrados muy bien situados". Cuenta esta sobrina del poeta que nunca llegó a haber un acuerdo con la Comunidad de Madrid y que, por eso, se negó a firmar las arras. La Comunidad insiste: "¡Claro que hubo acuerdo! Vino a vernos su administrador y ella participó en la reunión por el manos libres. Nos dijeron que de acuerdo".
"El consejero me quiere amedrentar para lograr la compra de la casa. Tiene mucha prisa", sostiene Amaya Aleixandre. "¡Claro que tengo prisa! La casa se está cayendo", contesta el consejero, que niega cualquier amedrentamiento.
Amaya Aleixandre tiene mejores palabras para el ministerio que para la Comunidad, pero niega que exista una negociación bajo manga con el Gobierno central. En el ministerio también niegan que exista esa negociación, pero se dicen dispuestos a entrar en la ecuación si fracasa la compra de Ayuso.
Aquí llegamos al sinsentido del caso: por separado, tanto el Gobierno como la Comunidad de Madrid nos dicen que estarían encantados de afrontar conjuntamente la salvación de Velintonia. Pero vemos que eso no se traduce en la práctica.
La apropiación política
Justo cuando la Comunidad de Madrid estaba a punto de comprar la casa, el Gobierno decidió dar un giro a su posición sobre Aleixandre. Después de cuatro décadas sin tenerlo en el radar, lo han encumbrado como "víctima del franquismo" en un acto oficial donde se le ha equiparado a Federico García Lorca o Miguel Hernández. Al primero lo fusilaron y al segundo lo dejaron morir en la cárcel.
Aquí entramos en una segunda derivada de la historia: el intento de apropiación política de un poeta que no fue político, que fue llanamente un poeta del amor. Ignacio Amestoy, dramaturgo admirador de Aleixandre, no da crédito. Alejandro Sanz, presidente de la asociación de amigos, tampoco. Aunque a ninguno de los dos les sorprende.
También pone el grito en el cielo el consejero de Cultura de Ayuso, Mariano de Paco: "Son como el perro del hortelano. Ni comen ni dejan comer. Si quieren homenajear a Aleixandre, que compren su casa o su archivo".
Acudimos a Emilio Calderón, biógrafo del poeta, para discernir qué fue de Aleixandre en clave política. Como suele suceder con las vidas de la guerra, salvo en contadas ocasiones, resulta imposible encajar la peripecia vital de alguien en la Ley de Memoria Democrática. Blanco o negro, rojo o azul.
También resulta exagerada la posición de la Comunidad de Madrid. Nos dice el consejero que Aleixandre no fue víctima del franquismo de ninguna manera porque fue nombrado académico en 1950: "Si eres un represaliado, ni lo aceptas ni te nombran. Aleixandre sólo fue víctima como cualquiera al que le tocó vivir en una dictadura estando en contra".
Vayamos con la explicación del biógrafo. Lo primero: tiene gracia que el Gobierno lo encumbre como "víctima del franquismo" cuando Aleixandre estuvo mucho más cerca de morir a manos del terror rojo. Las autoridades republicanas lo metieron en una checa –nos cuenta Emilio Calderón– y Pablo Neruda le salvó la vida.
"Es un tema complejo, lleno de grises. Aleixandre recibió la República de manera muy entusiasta. Marchó junto a Cernuda a la Puerta del Sol para celebrarlo y escribió un poema precioso, 'En la Plaza'. Después, su relación con ese nuevo régimen se resintió", relata Calderón, autor de la biografía La memoria de un hombre está en sus besos (Stella Maris, 2016).
"Su padre fue investigado por ser ingeniero militar, presuntamente de derechas. Registraron la casa de Velintonia y encontraron un uniforme. Multaron al padre. Con la guerra, tuvieron que dejar la casa por estar muy cerca del frente. Se trasladaron a casa del tío Agustín, en la calle de El Españoleto. Estando allí, Vicente Aleixandre fue detenido y llevado a una checa, donde pasó veinticuatro horas hasta que lo sacaron Neruda y Emilio Prados. Le salvaron la vida", apunta Calderón.
"Quiso huir del Madrid republicano, tal y como se refleja en su correspondencia con María Zambrano y Dámaso Alonso, pero no pudo. Se lo negaron al considerarlo en edad militar. Neruda intentó llevarlo a Francia, pero también fracasó", añade.
Cuando terminó la guerra –continúa Calderón–, la dictadura lo consideró un sospechoso. Llegó a escribirse en la prensa: "No hemos ganado la guerra para que Aleixandre siga publicando libros". La censura prohibió que se le mencionara en la prensa y que se publicaran sus libros.
A mediados de los cuarenta, el régimen se había quedado culturalmente muy anticuado, sin poetas modernos reconocidos. Vivía en Madrid, en ese exilio interior, Aleixandre. Decidieron promocionarlo, "aprovechar su figura". Lo nombraron académico en 1950.
"La dictadura nunca confió en él ni él confió en la dictadura. Aprovechó su enfermedad renal para no asistir a actos oficiales ni nada por el estilo. Velintonia, lugar de ese exilio interior, fue siempre un reducto de libertad de expresión", concluye Emilio Calderón.
–¿Fue una víctima del franquismo?
–No exactamente. No fue un colaborador del franquismo, pero se dejó utilizar por el franquismo.
Existe documentación suficiente para demostrar que Aleixandre es difícilmente etiquetable con la terminología de las dos Españas. Podemos preguntárselo al propio poeta.
Esto le dijo por carta sobre la República a su amigo Muñoz Rojas el 26 de mayo de 1939: "Creo que te he dicho que me salvé de una muerte segura cuando fueron los rojos a matarme en aquel verano sangriento porque no estaba en casa ni en Madrid; que estuve después detenido; que en noviembre de aquel año estuvimos otra vez perseguidos por encontrar en nuestra casa aquellas fieras una guerrera de mi padre, militar retirado; que mi tío nos refugió en su casa y que aquí hemos pasado, sin poder salir de la zona, fichados, y esperando con esperanza el término día a día de aquella pesadilla (...) Nuestra casa de Madrid ya te he dicho que nos la saquearon los rojos y que, finalmente, nos la destrozaron y demolieron".
Y esto dijo Aleixandre sobre el franquismo en una entrevista con Radio Nacional poco antes de morir: "Me quedé prácticamente solo en cuanto a los vínculos de la amistad. No tuve compañía, estaba solo. El exilio interior me lo hizo sentir más el repudio público que se hizo de mi nombre. Fui un hombre excluido de la convivencia. Se me prohibió todo lo prohibible en cuanto a la producción literaria. Se me prohibió hasta el nombre. No se me podía citar, se prohibió la venta de mis libros, no se podía hablar de mí en los periódicos. Estuve cuatro años condenado al silencio forzoso".
Un silencio que será para siempre si los rojos y los azules, como si todavía existieran rojos y azules, condenan la casa a la ruina mediante el desacuerdo.