El "galimatías" de los socios de Gobierno aboca la reforma fiscal al abismo y hace peligrar los Presupuestos Generales
- A medida que el bloque de investidura se desintegra, el PSOE se muestra convencido de que podrán llegar a un acuerdo contrarreloj.
- Más información: Sumar niega ahora que renuncie al impuesto a las energéticas tras dejarlo fuera en su pacto con el PSOE
Galimatías, inviable, frívolo, espectáculo incomprensible. Son algunas de las expresiones con las que el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, denominó este martes la ambiciosa reforma fiscal con la que el Gobierno de coalición pretendía —contrarreloj— salvar la próxima partida de fondos europeos y que, parece claro, no verá la luz debido al choque de los socios.
Un día antes, el lunes, el Gobierno aplazó la Comisión de Hacienda (donde se votaba la reforma) 45 minutos antes de empezar para evitar una nueva derrota parlamentaria. El riesgo era que Podemos, ERC y Bildu tumbaran el paquete fiscal, que es imprescindible aprobar antes de que termine el año.
"Es muy complicado, imposible, que salga adelante", resumió Esteban. "Necesitamos que entremos todos, pues todo el mundo tiene que ceder", insistió, visiblemente enfadado antes las peticiones de EH Bildu de reiniciar las negociaciones.
El problema tiene otra derivada, y es la falta de equilibrio en el bloque de investidura. Las posiciones de la izquierda, al menos en este tipo de temas, son irreconciliables con las del resto de socios, y cada mínima votación se convierte en un encaje de bolillos para la coalición de Gobierno. Si no se ponen de acuerdo con la reforma fiscal, será imposible que se entiendan en los Presupuestos Generales del Estado.
Sobre todo porque, más allá de temas ideológicos, al PSOE se le hace cada vez más cuesta arriba combinar a los socios que tienen guerras entre sí y que cada uno pueda venderlo a los suyos como una victoria. Al final de cada negociación, lo más difícil siempre es contentar por igual a Bildu con PNV; a ERC con Junts; y Podemos con Sumar.
De vuelta a la reforma fiscal, el nudo gordiano de todo el asunto es el impuesto a las empresas energéticas. ERC, Bildu y Podemos lo apoyan sin ambages. PNV y Junts están radicalmente en contra.
Hace apenas dos semanas, el PSOE presentó una batería de enmiendas de la mano de Junts y PNV. Entre ellas se encontraba la prórroga del impuesto a la banca, pero no a las empresas energéticas, como reclamaba el resto de socios. El pacto no gustó nada al resto de socios parlamentarios a la izquierda de los socialistas.
Finalmente, el PSOE consiguió este lunes la claudicación de Sumar sobre este tema, pero no logró convencer al resto de fuerzas de izquierdas. Sumar fue quien presentó el acuerdo. Un día más tarde, el martes, los de Yolanda Díaz cambiaron de parecer y dijeron que no sólo no renunciaban al gravamen de las eléctricas sino que mantenían vivas sus enmiendas.
Fuentes socialistas explicaron entonces que lo que tenían con Sumar no es un acuerdo cerrado, en tanto que todavía no se había presentado formalmente a ERC y Bildu. En todo caso, lo que habían pactado era sólo "principios", no enmiendas redactadas, lo que sí hicieron con Junts y PNV.
Ante este escenario, lo más probable es que el desacuerdo entre los socios no implique sólo el fin de la deseada reforma fiscal del Gobierno, sino también que no salga adelante el impuesto mínimo del 15% a las multinacionales, como pide Europa. A pesar de todo, en Moncloa confían en que esto simplemente sea un bache temporal.
Así las cosas, el Gobierno no tiene más remedio que seguir negociando a diestra y siniestra a partir de "los mínimos comunes", como llama Aitor Esteban a los puntos de encuentro entre todos, y tragar con algunas derrotas a cambio de ganar otras batallas. Una de ellas podría ser, por añadir otro problema más a la lista, la tan anunciada reducción de la jornada laboral, rechazada por la patronal y por Junts.