El paradigma de la formación ha sufrido una transformación sin precedentes en los últimos años. Frente a los modelos de otrora época en la que la inversión privada era herramienta indispensable, ahora se abren nuevos escenarios gracias a los fondos europeos. Sobre esta cuestión han debatido Fernando Sola Álvarez, de project manager de Acelera Startup de Impact Hub; Elidia Beatriz Blázquez, vicerrectora adjunta de Movilidad y Cooperación Internacional de la UMA; Mario Aznar, director de Matical Innovation y Miguel Villén, director de Desarrollo de Negocio de Biotonomy.
Todo ello dentro del marco del II Foro de Educación, Innovación y Tecnología que EL ESPAÑOL ha celebrado en la capital de la Costa del Sol entre el miércoles y este jueves.
Blázquez, representante de la Universidad de Málaga, apunta a que la gestión de estos recursos “no es una tarea fácil”, sin embargo, eso no quiere decir que no se logren grandes objetivos. “El programa Erasmus plus es uno de ellos; hemos cumplido más de 35 años y es realmente positivo. Estamos hablando de 26.500 millones de euros, de los que un 70% van para movilidad internacional y el 30% para capacidad y cooperación”, explica.
El caso de Aznar pasa por la especialización en I+D+i, aunque subraya que este campo “lo abarca todo”: “Quizá no es tan fácil acceder a ellos para los ciudadanos, pero sí a los estados y a las instituciones”, adelanta, antes de incidir en que uno de los aspectos más interesantes es el de poder conocer los resultados que generan, ya que se pueden consultar.
Mientras que la mayoría de partidas internacionales iban destinadas a infraestructuras, los nuevos tiempos han redirigido estas cuestiones. Miguel Villén explica que buscaba trabajar en un campo tan específico como las soluciones basadas en la naturaleza a la hora de plantear ciudades o edificios. Este tipo de programa es uno de los principales destinos de este dinero: transformación digital, cambio climático, participación en la vida democrática, inclusión… “Nos ofrece una alta posibilidad de que salgan adelante”, apuntan.
Colaboración de ecosistemas
Todo ello ha de verse enriquecido por la convivencia con otros ecosistemas empresariales y académicos. Blázquez pone como ejemplo las conexiones con otras universidades a la hora de desarrollar planes de intercambio: “Málaga tiene 17 grados, es muy amplia, pero otros países solo ofrecen cosas más específicas”, explica como ejemplo de la gran oportunidad que se presenta.
Por su parte, Fernando Sola comenta que “sería interesante que existiera un Erasmus Startup”. Hasta que eso se produzca, una de las grandes opciones pasa por el Programa de Aceleración de Startup, que va a beneficiar a más de 6.000 entidades: “No tenemos antecedentes en Andalucía, implicando a más de 2.000. Esto permitirá que en poco tiempo puedan cambiar de nivel. Mientras que antes eran necesarios 3 años, ahora solo unos meses. Tiene mucho que ver con la formación, pero también con inversores, mentorías… Son líneas que los fondos buscan potenciar”.
Villén añade también la búsqueda de transversalidad e intercambio de conocimientos entre países, a niveles en los que la universidad, administraciones y empresas puedan interactuar. Lo relevante, explica, pasa por replicar modelos que puedan generar riqueza en otros países, potenciando su inclusión en un lugar concreto para que luego se pueda exportar: “Esta red va a favorecer la colaboración”.
Coincide en este punto Aznar, quien subraya que la formación es una variable crítica pero que no va a ser lo único que cambie el panorama: “Conforme favorezcas al emprendedor, se potenciará la interacción entre industrias, la academia y las autoridades públicas. Es la base para que acabe teniendo impacto”.