Óleo de la Armada Invencible atribuido al pintor inglés Nicholas Hilliard.

Óleo de la Armada Invencible atribuido al pintor inglés Nicholas Hilliard. TWITTER

Historia

Así influyó la derrota de la Armada Invencible en el declive del Imperio español

Esta flota naval que luchó contra Inglaterra en el siglo XVI tuvo enormes consecuencias en el devenir del país tras la incursión contra los piratas de las islas británicas.

14 agosto, 2023 01:27

Hay capítulos en la historia que quedan marcados en los libros y en el imaginario colectivo. En España, a lo largo de los siglos, se han producido varios episodios clave en el transcurso de los acontecimientos. Uno de ellos es el correspondiente a la llamada Armada Invencible que, precisamente por lo jocoso del nombre, fue derrotada en una batalla que empujaría a las burlas.

Para ponerse en situación, habría que ir a 1588. A finales del siglo XVI estaba Felipe II al mando de España y se emprendía la denominada batalla anglo-española, que duró de 1585 a 1604. En este contexto, la Armada Invencible es el término que se utiliza habitualmente para designar a una flota naval que fue mandada por este monarca para la invasión del país británico, gobernada entonces por Isabel I. También se la conoce como Felicísima Armada o Gran Armada.

Su objeto era derrocarla, instaurar en la isla de nuevo el catolicismo, evitar la ayuda de Inglaterra a la independencia de los Países Bajos (por entonces bajo dominio español) y sofocar los ataques piratas ingleses a las expediciones marítimas españolas y sus colonias. Por entonces, España era una potencia en el continente, el mar Mediterráneo y el llamado Nuevo Mundo.

Libraba una guerra casi perpetua con Francia por el dominio de la península italiana y Europa Central. Aparte, gestionaba la ruptura religiosa del protestantismo respecto a la doctrina católica, el empuje del Imperio Otomano desde Oriente, la piratería berberisca realizada por musulmanes de África del Norte y la creciente pujanza de Inglaterra luchando por nuevos territorios y por el comercio con el Nuevo Mundo.

Tras varias batallas ganadas por los españoles, como la de Gravelinas y la de San Quintín, España y Francia firman la Paz de Cateau-Cambrésis. Se selló con el matrimonio de Felipe II de España con la hija del rey de Francia, Isabel de Valois. También propició un tratado crucial para la hegemonía del país y aplacar el avance otomano. 

Cómo se inició la batalla

Esto provocó a la vez que Isabel I de Inglaterra abandonara su ambigüedad inicial respecto a las posesiones españolas en los Países Bajos y que en 1585 firmara un pacto por el que se comprometía a ayudarles a conseguir su independencia. A cambio, instalaría guarniciones inglesas en su suelo. Una propuesta que a España le resultaba intolerable y se sumaba a las incursiones piratas en navíos españoles. 

Los ataques continuos a la flota procedente de América con los tesoros obtenidos de esta tierra no bastaron. El corsario Francis Drake llegaba incluso a asaltar Cádiz en 1587 y destruir unas 20 naves españolas. Un expolio que se sumó a que la prima católica de la reina Isabel I y reina de Escocia, María Estuardo, era acusada de conspirar contra ella en 1587 y de intentar usurparle el trono.

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Intentaba a su vez instar a los católicos a la sublevación, algo que conllevó la pena de muerte: María Estuardo fue decapitada y su condena removió las consciencias de este grupo religioso y de Felipe II. Así fue cómo el rey articuló una ofensiva conjunta y compleja desde los puertos del litoral atlántico español -de Andalucía a Guipúzcoa pasando por Portugal-, Galicia, Asturias, Santander y Vizcaya; y desde las posesiones españolas en los actuales Países Bajos.

Se armó una gran flota en puertos españoles que recibió el nombre, ya mencionado, de Grande y Felicísima Armada. Las naves enviadas desde la península ibérica participarían en el combate, mientras que las fuerzas españolas que salieran simultáneamente desde los Países Bajos, con los Tercios de Flandes, se encontrarían entre el canal de la Mancha y el mar del Norte con las que habían partido de la Península. El objetivo, desembarcar en Inglaterra.

No pretendía este ataque la anexión de las islas británicas al Imperio español, sino la expulsión de Isabel I del trono. El encargo se hizo a Álvaro de Bazán, almirante de Castilla y marqués de Santa Cruz, pero falleció poco antes de la partida. Le sustituyó a toda prisa Alonso Pérez de Guzmán. La flota estaba compuesta por 137 barcos que zarparon de Lisboa, y de ellos, 122 barcos entraron en el canal de la Mancha.

Muchos naufragaron por las condiciones meteorológicas y otros consiguieron atravesar el golfo de Vizcaya el 28 de julio, pero ya habían sido avistados por un barco inglés, que dio la voz de alarma. Lograron sacar 70 naves del puerto de Plymouth y, amparados por la oscuridad de la noche, el 30 de julio rodearon a la armada española. Al día siguiente les avasallaron y unos días más tarde, España fue derrotada. El 8 de agosto fue derruida, con barcos hundidos y miles de detenidos. En total, de los 130 buques solo regresaron 66 y de los 28.000 hombres embarcados tan solo 10.000. También dio pie al inicio de la política colonial de Isabel I.

Consecuencias para el país

De la misma forma que Lepanto o Trafalgar, este episodio fue un punto de inflexión en la historia de España. Nada más conocerse la derrota de la armada española, por ejemplo, Inglaterra se inundó de panfletos en los que se explicaba la victoria en términos religiosos y providencialistas. Era el inicio de un movimiento nacionalista y de desprestigio al Imperio español. Se acompañó del dominio de los mares y la decadencia del gigante hispano.

España, según algunos expertos, no solo fue derrotada en el mar sino que perdió también el combate por la propaganda. El país quedó marcado por el derrotismo, aunque no sucumbió del todo. Tras el envite, la escuadra inglesa realizó una campaña de asaltos sobre puertos españoles que se prolongó hasta 1591 y que acabó en un sonoro fracaso.

Y es que España mantuvo la primacía en los mares. Al menos, durante todo el reinado de Felipe II. Y diseñó un proyecto de consolidación de la red de fortalezas de las colonias americanas para impedir o, por lo menos, frenar los ataques corsarios. Finalmente, impulsó el corso hispano, practicado lo mismo desde los puertos del norte de España como desde Dunquerque, en Flandes.

La monarquía hispana pagó a los ingleses con su misma moneda hasta que su poderío naval se fue hundiendo hasta la primera década del siglo XVII. Incluso después de esa fecha, casi hasta el final de la Guerra de los Treinta Años, mantuvo su dominio de los mares, pero la Armada Invencible golpeó al ánimo y propició el colapso. El Tratado de Londres (1604) dejó atrás las peleas del siglo XVI, dando paso a un período de tranquilidad entre ambos países. Y acelerando el desmoronamiento del Imperio español.