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Historia

Así se pagaban impuestos en Roma: los 'publicanos', recaudadores privados de tributos para el Estado

Esta figura surgió como una ayuda puntual. Las sociedades que formaron crecieron y se intalaron en la administración hasta su progresivo declive.

28 agosto, 2023 01:06

El pago de impuestos no es nuevo. Para que un Estado pueda ofrecer ciertos servicios hace falta la recaudación de fondos procedentes de los ciudadanos. Y su historia viene de lejos: ya en la antigua Roma hubo encargados de recoger este tributo. Se llamaban 'publicanos', que viene de 'público', y su papel era encargarse de recolectar estas tasas, aunque con un origen diferente al de un funcionario actual.

Veamos por qué. Los publicanos ya existían en el periodo republicano, que abarca del 509 a.C. al 27 a.C.. En principio, eran pequeños empresarios contratados para limpiar y mantener los templos. Todavía no eran un pilar fundamental ni un eslabón indispensable en la economía estatal, como ocurrió más tarde, a finales del siglo I a.C.: fue en la Segunda Guerra Púnica (219 a.C. - 201 a.C.) cuando alcanzaron una gran notoriedad.

Su crecimiento estaba ligado a las circunstancias. En aquellos momentos, con un conflicto extendido a todas las coordenadas del imperio, el Senado vio que contaba con una cantidad insuficiente de magistrados. Para suministrar alimentos y material a los soldados se requirió, por tanto, la ayuda del sector privado. Las compañías elegidas se comprometerían en respaldar las labores públicas en una especie de convenio mixto.

Y así nació una figura esencial: la de los publicanos. Cada vez que Roma necesitaba algo más allá de sus posibilidades, recurría a ellos. Mientras la cantidad de funcionarios iba creciendo y se estabilizaba en las instituciones, estos particulares se encargaban del cobro de impuestos en lugares más remotos y como necesidad de emergencia.

Su rol se fue estableciendo, llegando a crear sociedades de publicanos. Ya copaban algunas ramas de la administración del Estado y aprovecharon para ampliar sus ganancias. Aparte de la recaudación del impuesto fijado por el Estado, cobraban algo más, aparte de los intereses que le estipulaban a las altas instituciones: del grupo de inversores que ejercía de muleta en caso de urgencia empezó a ganar dinero.

[Esta es la costumbre de los romanos más extraña de todas]

Sus beneficios crecían, a pesar de que intentaban proteger el número de integrantes para no repartirlos. Los socios principales formaban el consejo directivo y repartían entre el escalón inferior. Hubo un momento en que este tipo de empresas se fue estableciendo por latitudes. la 'Societas asiae', por ejemplo, se encargaba de cobrar los impuestos en la provincia de Asia, mientras que la 'Portus et scripturae siciliae' se ocupaba de las tasas comerciales y el arriendo de tierras públicas en Sicilia.

Multiplicar sus tentáculos

Tras esa contienda mencionada, el Estado fue pidiendo más ayuda a los publicanos. Aparte de la recaudación de impuestos, estas sociedades fueron llamadas para gestionar las tierras conquistadas. De esta forma, estos encargados privados extendieron sus tentáculos a recursos públicos como las minas de plata descubiertas en Hispania.

Cada reino derrotado pasaba a ser propiedad del Estado y, en la mayoría de casos, administrados por los publicanos. Pronto, estos grupos empezaron a controlar la agricultura, la minería y la producción industrial de gran parte del imperio. Su actividad ya estaba inscrita en los concursos públicos, que se renovaban cada cinco años y se solía repetir de publicano. Además, los más fuertes económicamente no solo ajustaban el precio , sino que actuaban más fácilmente de prestamistas o banqueros, adelantando dinero para obras públicas.

La relación entre el Estado y estos grupos fue fundamental, aunque también supuso el abuso de los ciudadanos. Y expuso algunas tácticas fraudulentas de los publicanos: estos responsables se aprovechaban del ente público y trataban de cometer fraudes para aumentar sus beneficios. Además, se registraron casos indudables de abusos a los ciudadanos: a quienes no pagaban se les expropió la casa u otras cosas y a algunos se les mandaba a las minas, casi una sentencia de muerte.

Además, algunos publicanos organizados iniciaron negocios en sectores estratégicos que no solo garantizaban unas ganancias, sino que absorbían de lleno entre tasas y explotación exclusiva. A veces tenían tanto peso que se aseguraban el concurso para seguir mandando (y recaudando, claro). A raíz de esta hegemonía surgió también las corruptelas tanto de los directivos como de los funcionarios, presas de sobornos.

Defensa pública ante estos particulares

Incluso con el poder de estos recaudadores, el ciudadano tenía acceso a las instituciones para quejarse sobre el trato o cuestionar los métodos de los publicanos. Aunque la ley no estableciera claramente qué hacer si un publicano se saltaba la normativa. Había una confusión legal, aunque, por ejemplo, la sanción por estafa era el cuádruple de la suma robada. Aunque no dejaba de haber 'mordidas' o algunos desmanes con la caja. 

Poco a poco, su presencia se fue diluyendo. El paso de República a Imperio acabó con la época dorada. En el 70 a.C. se les había quitado el control sobre el Tribunal de Extorsiones, con mayoría senatorial y un rigor en las cuentas. De hecho, se creó la figura del procurador para la recepción de los impuestos de cada provincia. En las ciudades, un nuevo equipo de estos encargados supervisaba las tareas de los publicanos, que fueron mermando el número. La entrada del Estado hizo que desaparecieran por completo en el siglo III d.C. Los impuestos, por el contrario, se han mantenido hasta nuestros días.