Cuando las legiones de Roma arrasaron Pompeya antes que el Vesubio
En el año 91 a.C. Pompeya se rebeló contra la Urbs en las guerras de los Aliados. El general Sila la sometió a un brutal asedio poco después.
20 septiembre, 2024 08:59Las ruinas de Pompeya cuentan decenas de historias petrificadas en yeso sobre su apocalíptico final en el año 79 d.C. Miles de esqueletos de refugiados aún aguardan en sus muelles esperando la salvación y entre sus calles se encontró el cadáver de un legionario que murió protegiendo su puesto y que también quedó inmortalizado por el pincel de Edward Poynter. Más recientemente, este mismo verano, se localizó a una pareja que intentó huir cargada con joyas. Otros vestigios son mucho más antiguos y también cuentan la historia de una destrucción violenta, más humana pero no menos cruenta.
En los lienzos de la muralla de Pompeya conservan cicatrices y arañazos de cientos de bolas de plomo de honderos y proyectiles de balistas disparados en el año 89 a.C. por las coléricas legiones de la Urbs. Aunque pueda parecer contradictorio, Roma y la ciudad del Vesubio esconden una larga relación de resentimiento, amistad y venganza. Muchos de estos vestigios de guerra fueron amortizados más tarde en la conocida como Casa de las Vestales, hogar que también fue alcanzado en la II Guerra Mundial por las bombas de la aviación aliada.
El primer roce conocido ocurrió en el año 310 a.C. Una pequeña flotilla enviada por Roma, que aún pugnaba por controlar la península Itálica, desembarcó cerca de Pompeya, una modesta población en aquel entonces. Algunos legionarios que desembarcaron fueron degollados por los locales tras saquear el valle del Sarno. Una pequeña escaramuza más dentro de las guerras samnitas.
Despreciados por Roma
Tras graves derrotas, costosas victorias y brutales asedios, Roma logró imponerse contra los samnios, descritos como toscos y bárbaros montañeses. Convertidos en aliados forzosos (socii) los vencidos debían pagar tributo, donar tierras y enviar mano de obra a la Urbs.
Pero los siglos y el dinero terminaron por limar asperezas. Pompeya y sus élites se enriquecieron con el comercio y el pillaje de las legiones en los confines del Mare Nostrum. Se levantaron termas, teatros, tribunales, un foro y ricas domus, como la Casa del Fauno. Una inscripción en lengua osca cuenta que un valioso tesoro capturado en el saqueo de la polis de Corinto terminó exhibido en el templo de Apolo local.
En el siglo I a.C. la ciudad de las siete colinas había resistido la ira y la astucia de Cartago y seguía en expansión. Pero sus socii no estaban contentos. Sus hombres morían y vencían junto a las legiones de Roma en todo el mundo y querían ser considerados ciudadanos, votar en las elecciones a las magistraturas y disfrutar de todas las ventajas legales de aquel rango.
El Senado les ignoró por completo, como si fueran un cero a la izquierda. Al final, en el año 91 a.C. decenas de pueblos itálicos resentidos dieron la espada a Roma, incluida la ciudad del Vesubio que aún hablaba una lengua osca y tenía sustrato samnita.
La guerra de los Aliados
La República agonizaba. Senadores y patricios luchaban por el control de la plebe que, hambrienta, caía en la anarquía. El tribuno Livio Druso propuso repartos de tierras mucho más radicales que los promulgados por los hermanos Graco. Quizá para aumentar su poder, propuso dar la ciudadanía a los socii. Fue brutalmente apuñado en su casa por un sicario.
En Asculum, cansados de la arrogancia de Roma e indignados por la muerte de Druso, pasaron a cuchillo a todos los ciudadanos que encontraron, empezando por un petulante y altanero pretor enviado por el Senado para dialogar. Acostumbrados a luchar codo con codo, el asunto pronto tomó tintes de auténtica guerra civil.
Marsos, pelignos, picenos, marucinos, vestinos, campanios, samnitas y demás se organizaron en la ciudad de Corfino. Crearon un Senado, eligieron magistrados y reclutaron legiones y alas de caballería. Imitaban el modelo romano. También acuñaron monedas con la leyenda Italia. En algunas podía verse un toro atravesando con sus cuernos a la loba capitolina. La guerra fue cruel, pero Roma reaccionó de forma inesperada.
"Algunas comunidades rebeldes fueron sobornadas de inmediato con la oferta de la ciudadanía. Pero incluso las que se mantuvieron firmes la consiguieron poco después de ser derrotadas en el campo de batalla. A partir de ese momento, por primera vez, más o menos toda la península Itálica pasó a ser romana en el sentido estricto del término", explica la popular clasicista Mary Beard en su obra Pompeya (Crítica).
Entre las fuerzas auxiliares de Roma se encontraba una unidad de caballería celtíbera reclutada en el valle del Ebro, la turma Salluitana. Estos temibles jinetes reclutados en Hispania también recibieron la ciudadanía como premio por sus hazañas.
Destacaron en el año 89 a.C. en la brutal carnicería que siguió a la conquista de la rebelde Asculum. Allí las espadas de Roma ajustaron cuentas con sus moradores por la masacre de sus compatriotas ocurrida dos años antes, la misma que desencadenó la guerra. Antes de terminar el año, las legiones avanzaron y se estrechó el cerco a la insumisa Pompeya.
El asedio de Pompeya
El futuro dictador Lucio Cornelio Sila y sus soldados no tardaron en vislumbrar las hostiles murallas de una Pompeya angustiada. Entre los sitiadores estaba un aún joven Marco Tulio Cicerón, futuro padre de la retórica. Según las exageradas cifras de los historiadores clásicos, Sila aniquiló a más de 20.000 rebeldes que intentaron socorrer la ciudad sitiada.
Bajo los estucos de la Pompeya romana, además de proyectiles de artillería y arañazos, se conservan inscripciones con instrucciones en lengua osca grabados para organizar sectores de defensa. "Entre la duodécima torre y la Puerta de la Sal, está al mando Matrio, hijo de Vibio", indica una de ellas.
"Desconocemos cuánto duró el ataque, pero la arqueología ha demostrado que fue intenso, trágico y destructivo. Gran parte del sector noroccidental de la ciudad debió quedar destruido, además de los daños que sufrió la muralla. Prueba de ello son los cientos de proyectiles de balista que llovieron sobre la ciudad en ese sector y que acabaron destruyéndola", explica Rubén Montoya González, doctor en Arqueología, en Pompeya. Una ciudad romana en 100 objetos (Crítica).
El Senado consiguió vencer la resistencia pompeyana y en menos de una década se convirtió en una rica colonia. Miles de veteranos de las campañas de oriente se asentaron allí y la ciudad renació. Pasado el huracán de las guerras civiles que acabaron con la República el latín desplazó al osco en las calles. Sus agitados burdeles, termas y teatros hervían como un bullicioso hormiguero hasta que, un 24 de octubre del año 79 d.C., un apoteósico rugido de Vulcano a través del Vesubio lo acalló todo.