Soldados de la División Azul en abril de 1943.

Soldados de la División Azul en abril de 1943. Wikimedia Commons

Historia

La División Azul muestra sus entrañas en toda su crudeza: "Somos obreros de la muerte"

Carlos Caballero Jurado arma una nueva historia de la unidad que combatió en las filas de la Wehrmacht con dos centenares de testimonios de veteranos.

30 septiembre, 2024 00:55

José María Sánchez Diana, miembro del regimiento 269.º de la División Azul, salió aturdido del refugio al amanecer del 23 de octubre de 1941. Al grito de "¡todo el mundo en pie!", los jefes de sección les mandaron formar y les señalaron las casas de la aldea rusa de Sitno que había que tomar. Pocos minutos después, la artillería comenzó a provocar pequeños volcanes de fuego y humo en el objetivo. "Yo sentí entonces una emoción nueva. Para eso habíamos venido desde tan lejos. Una profunda melancolía abstracta, sin precisiones, sin recuerdos familiares ni patrióticos. Era como sentirme fundido en algo grande, aterrador, único, que el contacto con la tierra hacía más íntimo. Y entonces el teniente dio la orden: ¡Adelante, a por ellos!", escribió el soldado.

Fue una de las primeras jornadas de bautismo de fuego de los divisionarios españoles en la Unión Soviética. Desplegados al norte de la ciudad de Nóvgorod, debían cruzar el río Vóljov hacia el este, atraer la atención de las tropas del Ejército Rojo y facilitar así la ruptura del frente en dirección a Tijvin, el principal objetivo de la ofensiva nazi y completar el cerco de Leningrado. La férrea defensa de los soldados rusos y sus enérgicos contraataques contra la minúscula cabeza de puente desataron unos terroríficos combates que Sánchez Sadia describió con todo tipo de macabros detalles: "Lo peor es el salvajismo de la acción, que tiene a su vez una belleza aterradora".

Al término de su primera experiencia bélica con el uniforme de la División Azul, el soldado se tiró en un pajar para "poner en orden" sus pensamientos: "Los camaradas, ahora, son distintos. Tienen otra personalidad. El ciego instinto de la lucha ha cambiado el espíritu nacido en el campamento, en las marchas, en las jornadas de tren y la posición. Somos obreros de la muerte. Llevamos la huella milenaria de la destrucción. Somos guerreros. La vida tiene otro signo".

Miembros de la División Azul, durante una instrucción en 1942.

Miembros de la División Azul, durante una instrucción en 1942. Biblioteca Virtual de Defensa

El de Sánchez Diana, más literario que el resto de sus compañeros, es uno de los 214 testimonios primarios con los que el historiador militar Carlos Caballero Jurado construye Voces de la División Azul (La Esfera de los Libros), una nueva visión sobre la experiencia de los combatientes españoles que, en su mayoría guiados por un ferviente anticomunismo, se enrolaron en el ejército de Hitler para combatir en el frente oriental de la II Guerra Mundial. Un trabajo que completa su obra de referencia sobre el tema —La División Azul. De 1941 a la actualidad (2019)— y que pretende sumergir al lector en las operaciones, vivencias y sentimientos de una unidad por la que pasaron unos 45.000 hombres.

Krasny Bor

A finales de diciembre de 1941, las tornas habían cambiado. Los soviéticos, a pesar de los 40 grados bajo cero, eran los que preparaban ahora una ofensiva sobre la ribera occidental del Vóljov. En Nochebuena, cuando los soldados españoles preparaban una cena tranquila, se vieron rodeados por el enemigo y debieron de esforzarse al máximo para repeler el ataque. A pesar de las bajas sufridas, por la mañana, como describió Jacinto Santamaría, "nos dispusimos, ya no con la alegría de antes, pero haciendo buena cara al mal tiempo, a darle satisfacción al estómago, recalentando el estofado de gato".

Unas jornadas más tarde tuvo lugar una arriesgada operación para ayudar a una guarnición nazi que se había quedado cercada. La Compañía de Esquiadores 250.º cruzó el helado lago Ilmen, un auténtico desierto de hielo y nieve. Según Alberto Coscolla, uno de los participantes en la misión, "este día, el 10 de enero de 1942, en los contornos del lago los termómetros registraban la más baja temperatura del invierno: 53 grados centígrados bajo cero. Nunca en el transcurso de esta guerra marcharían y lucharían los hombres bajo un frío semejante". Pese a que decenas de hombres quedaron literalmente congelados, su aparición contribuyó a evitar que la estratégica localidad de Staraya Russa cayese en manos soviéticas.

Portada de 'Voces de la División Azul'.

Portada de 'Voces de la División Azul'. La Esfera de los Libros

Además de Nóvgorod, el otro principal teatro de operaciones de la División Azul en el sector septentrional del Frente del Este tuvo que ver con el asalto a Leningrado. El combate más duro ocurrió el 10 de febrero de 1943 en Krasny Bor, desde donde se controlaba la línea de ferrocarril que enlazaba la cuna de la revolución bolchevique con Moscú. Aunque sufrieron más de 2.000 bajas y los atacantes les superaban ampliamente en número, los divisionarios lograron frenar la ofensiva soviética.

"Los rusos quitaron sus alambradas, y los primeros que salieron fuera de la trinchera avanzaban reptando", narró José Linares García, divisionario que confesó que a él "lo apuntaron" para formar para de la División Azul. "Nos separaban unos doscientos metros. Esa primera avalancha era un blanco muy bueno desde nuestra posición. De un disparo en las piernas o en el vientre, un ruso cayó arrojando el arma. Se arrastraba vuelto de espaldas a sus líneas. Vacilé en tirarle, a pesar del horror que veía en mi entorno de divisionarios muertos. Los compañeros le disparaban. Al lado de este, se revolcaba otro de dolor, dando manotazos. No consiguieron avanzar más de ciento cincuenta metros".

El equilibrismo que implicaba la "no beligerancia" del régimen de Franco y las presiones de los Aliados obligaron a adoptar la decisión de repatriar a la División Azul en octubre de 1943. Pero muchos decidieron quedarse voluntariamente en la rebautizada Legión Azul. Según el capitán Jesús Ruiz Molina "los más lanzados quedaron allá, dando cara a un destino bien incierto. Gota de agua en el mar de la Wehrmacht acorralada, batida, sin solución, el aspirante a legionario tenía pocas alternativas de regresar vivo y completo al hogar. La Siberia hosca, cuando no la tumba perdida, eran su mejor probabilidad."