¿Mató Jesús a los que le molestaban? Así creó el cristianismo la imagen de un mesías bueno y salvador
- La clasicista Cathernie Nixey revisa en su nuevo ensayo el proceso por el cual emergió la única verdad cristiana y cómo las alternativas fueron eliminadas.
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El apócrifo Evangelio de la infancia de Tomás, texto que los historiadores han datado alrededor del siglo II d.C., relata comportamientos y milagros insólitos en los primeros años de vida de Jesús. A los cinco años, por ejemplo, esculpió unas figuritas de barro con forma de gorrión que echaron a volar. Lo extraordinario fue que un niño que vio el suceso desbarató las pozas que había utilizado para su creación y al instante quedó seco y deforme. "¡Insensato, injusto e impío! ¿Qué mal te han hecho estas aguas y estas pozas?", exclamó el hijo de Dios.
Poco después ocurrió un incidente similar. Cuando Jesús estaba atravesando su aldea llegó otro niño corriendo desde detrás y chocó contra su espalda. No se sabe si fue un accidente o no, pero montó de nuevo en cólera y lanzó una maldición con efecto inmediato: "No concluirás tu camino", sentenció Jesús. El muchacho cayó muerto al suelo. Pero la historia no acabó ahí: los padres del joven quedaron "ciegos" por haberse ido a quejar a José. "No le dejes en manera alguna salir de casa, pues mueren todos los que lo enojan", le pidió este último a María.
No es un relato excepcional, único. Como recuerda Catherine Nixey en Herejía (Taurus), hubo más evangelios que los cuatro canónicos. El Evangelio de la infancia de Santiago, por ejemplo, se detuvo con mayor antención en todos los aspectos del nacimiento de Cristo y en el parto, empezando con las primeras contracciones y con la inesperada intervención de una comadrona llamada Salomé que no se creía que una virgen pudiese dar a luz. A esta mujer, al introducir un dedo en la vagina de María para comprobar tal afirmación, se le quemó la mano. "¡Ay de mí! ¡Mi maldad y mi incredulidad tienen la culpa! ¡Por tentar al Dios vivo se desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada!", lamentó.
El nuevo libro de la autora de La edad de la penumbra (2018), hija de un fraile y una monja que abandonaron los hábitos antes de casarse, muestra cómo durante los primeros siglos de cristianismo, una época difusa y con multitud de corrientes religiosas, hubo muchas palabras y muchas voces, algunas de las cuales discrepaban con vehemencia y hasta con violencia. Incluso muchos Jesús diferentes, desde el manso, tierno y amable hasta el que mataba a los que le molestaban o vendía a su hermano como esclavo, pasando por el ácido debate de su concepción: ¿era un simple hombre engendrado por José? ¿Podía un dios gestarse dentro del seno de una mortal?
La clasicista y periodista recupera todas estas voces que desafiaron el canon oficial y que empezaron a ser tildadas de heréticas ya desde finales del siglo I d.C., como demuestra el caso de Ignacio de Antioquía. Este obispo alertó contra esa "hierba extraña" y sus cultivadores, que "entretejen a Jesucristo con sus propias especulaciones (...) cuando son en realidad como quienes brindan un veneno mortífero diluido en vino con miel". Se inauguraba así un nuevo sentido negativo para la palabra "herejía", que en el mundo griego precristiano (haíresis) significaba usar el intelecto para elegir opciones con talante independiente.
Influencias en el canon
¿Quiénes estaban detrás de estos controvertidos textos? ¿Cuáles eran sus objetivos? "No creo que nadie hiciese esto de forma cínica", explica Nixey a este periódico. "En el mundo antiguo toda la gente contaba con que las creencias evolucionasen. Simplemente pienso que reunieron otras historias comunes en el Mediterráneo en esa época, y eso lo podemos ver con los Evangelios. La gente las creía: que Jesús matase tenía sentido porque era un dios, y no todos los dioses eran buenos. Y además, si miramos al Antiguo Testamento Dios no siempre es bueno".
El ensayo detalla el proceso por el cual emergió la única verdad cristiana y cómo las alternativas fueron concienzudamente eliminadas. "El cristianismo no es una religión de mentalidad liberal", apunta la investigadora. "Decían que era una religión de paz, pero para todos los observadores antiguos era una religión opresiva, furiosa y agresiva, señalaban cómo se atacaban los unos a los otros. El historiador Amiano Marcelino dijo que las bestias salvajes eran menos peligrosas que los cristianos. Es una sensación muy notable desde el principio".
Nixey afirma que la consolidación de la imagen de Jesucristo que ha imperado hasta a la actualidad se cocinó "en parte por suerte y por otro lado porque una forma de cristianismo más poderosa y exitosa prevaleció sobre el resto". "Ahora asumimos que era la mejor y que las otras estaban destinadas a fracasar, pero no está tan claro que todas ellas estuvieran condenadas a extinguirse ni que en el mundo antiguo no pudiesen haber coexistido al mismo tiempo, como habían hecho tantas y tan diferentes religiones", añade. "Hay que imaginar lo diferente que sería el cristianismo si en vez de cuatro hubiera cuarenta Evangelios o sanadores paganos romanos o griegos nacidos también de la Virgen y que resucitan a los muertos".
En el Evangelio de la infancia de Santiago, que acabó siendo absorbido por el Evangelio del pseudo-Mateo, no solo se narra que el mundo se detuvo durante el nacimiento de Jesús, sino que en esta escritura herética se menciona —y no en los Santos Evangelios— la presencia del buey y la mula, tan populares en los belenes y en las escenas de la Natividad. "En el Nuevo Testamento tampoco hay referencias al infierno. Algunos de estos textos nos han influido mucho más en lo que pensamos del cristianismo que los escritos oficiales, verdaderos", sentencia Nixey.