La batalla de Rocroi, según Augusto Ferrer-Dalmau.

La batalla de Rocroi, según Augusto Ferrer-Dalmau.

Historia

El invento de los Tercios españoles con el que lograron la supremacía en los campos de batalla de toda Europa

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Los campos de batalla de toda Europa estuvieron dominados durante el siglo XVI y buena parte del XVII por los Tercios españoles. La poderosa y tozuda infantería de la Monarquía Hispánica se bregó con sus picas y arcabuces en todos los teatros de operaciones: defendieron Flandes, salvaron Viena y Malta de los otomanos, a quienes también derrotaron en Lepanto, guarnecieron París, navegaron en la Armada de Felipe II para invadir Inglaterra, lucharon en el norte de África o demostraron en Nördlingen que eran superiores al legendario ejército sueco.

Su éxito residió en una casi religiosa fe en su propia valía —Julio Albi de la Cuesta asegura en la introducción de su estudio de referencia De Pavía a Rocroi (Desperta Ferro) que su rasgo más característico fue "su ceñudo rechazo a aceptar la derrota evidente"— y en la capacidad de combinar a la perfección los distintos tipos de armas disponibles. Entre ellas destacaron las picas, el elemento esencial de los Tercios para frenar a la caballería enemiga; la alabarda, que permitía una mayor movilidad pero menos resistencia en el cuerpo a cuerpo; el arcabuz, la clave donde residió durante años la superioridad del ejército español; o el mosquete, de más alcance, capacidad de penetración y calibre, aunque más pesados.

Articular tan dispares elementos para las batallas campales fue un reto y la fórmula a la que se recurrió fue el escuadrón. "La idea básica era sencilla: disponer de los cuatro tipos de armas de forma que se obtuviese el mejor rendimiento de las mismas, haciendo del conjunto 'un castillo fuerte en campo llano', en el que los piqueros se disponían en una formación tan cerrada que 'entre uno y otro no pueda pasar persona', mientras que los tiradores adoptaban una menos densa para poder hacer uso de sus armas", escribe el académico.

Tercios marchando en formación durante la batalla de Nieuport, en 1600.

Tercios marchando en formación durante la batalla de Nieuport, en 1600. Wikimedia Commons

El escuadrón, en su forma básica, se componía de un cuadro de piqueros y a su lado se desplegaban las llamadas "guarniciones", integradas por los arcabuceros y que era aconsejable que no tuviesen un frente de más de cinco hombres —la distancia máxima que cubría la pica—. En las esquinas se colocaban las "mangas", personal de las compañías de arcabucería que debían actuar a cierta distancia o reforzar la unidad. Los mosqueteros, por su parte, se emplazaban al abrigo de algún obstáculo.

"De esta manera, todas las armas se apoyaban mutuamente. Los piqueros, reforzados por los alabarderos que en el escuadrón formaban con picas, defendían a los arcabuceros y mosqueteros de la caballería enemiga, y estos, a su vez, les cubrían mediante su fuego", resume Albi de la Cuesta. Para constituir el escuadrón, proceso en el que primaban la rapidez y el orden y en el que imperaba el silencio, se recurría a fórmulas matemáticas que calculaban dónde debía situarse cada soldado. No obstante, el sargento mayor debía improvisar cada jornada en función de los efectivos disponibles.

El escuadrón más común fue el denominado "cuadro de terreno", es decir, con forma de cuadrado. Un tercio de 3.000 hombres con 1.200 piqueros, 1.620 arcabuceros y 180 mosqueteros formaría con un núcleo de los primeros de 56 de frente y 22 de fondo. Los segundos se repartirían en dos guarniciones de 120 cada una, y cuatro mangas de 300. Los terceros se agruparían en un lugar idóneo o se distribuirían entre los arcabuceros. Había también otras modalidades, como el de gente, que era rectangular con los costados más largos, o el prolongado, también rectangular pero con los lados más largos mirando al enemigo.

Las innovaciones de los Tercios españoles, que normalmente combatieron con el apoyo de otras naciones y de la artillería y la caballería, fueron un hito en la constante evolución del arte de la guerra y superaron las formaciones de infantería dominantes hasta entonces, los macizos cuadros suizos. De la misma forma, los cambios introducidos por suecos y holandeses hacia finales del siglo XVI marcarían el camino para las tácticas lineales de infantería que pervivirían durante las siguientes centurias.