La digitalización, al servicio de la sostenibilidad
Gobiernos, instituciones, empresas y sociedad en general han puesto en su punto de mira la conciencia ecológica.
Desde que Naciones Unidas aprobara los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el año 2015, muchas han sido las acciones que se han llevado a cabo globalmente para contribuir a la sostenibilidad del planeta. Poco a poco, y con el sprint reciente provocado por la pandemia global, estas inquietudes han conseguido situarse en el punto de mira de gobiernos, instituciones, empresas y sociedad en general. Los desafíos siguen siendo numerosos, desde luego, pero también me gusta pensar que tenemos a nuestro alcance herramientas suficientespara abordarlos, y una de las imprescindibles es la digitalización.
No soy el único que lo piensa, ni mucho menos. La Unión Europea lleva ya varios años analizando las que considera las dos transiciones más importantes de los últimos siglos -la ecológica y la digital- y compartiendo argumentos sobre por qué es imposible disociarlas. De una forma más aterrizada, el Plan de Acción de Economía Circular de la Comisión destaca el potencial de la transformación digital para acelerar y favorecer el fin de una economía lineal que agota los recursos del planeta y perjudica el bienestar de la ciudadanía. Y hace solo unos meses se materializaba en nuestro país el I Plan de Acción de Economía Circular (PAEC), con un presupuesto de 1.529 millones de euros y 116 medidas destinadas a apoyar y consolidar de manera progresiva el despliegue de este modelo. Son solo algunas propuestas que me parecen destacables, aunque, quizás, la prueba irrefutable de que, primero, apostar por la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación, y, segundo, la digitalización tiene que ser su principal aliada, es el peso dominante que ambas tienen en los fondos europeos y el Plan de Recuperación y Resiliencia del Gobierno.
Soy consciente de que hablar de sostenibilidad y digitalización nos pone ante dos términos a priori abstractos y de fronteras muy porosas. De hecho, no soy ajeno a cómo los propios procesos de transformación digital llegan a impactar sobre nuestros modelos de organización social o sobre el medio ambiente. Pero, precisamente por eso, es tan importante hacer esa otra reflexión sobre cómo promover una digitalización más humana y sostenible, sobre cómo la tecnología ya está contribuyendo, en positivo, a afrontar los principales retos que tenemos por delante.
Me voy a algo tan sencillo pero tan cercano como los contadores digitales que están favoreciendo una gestión más racional del consumo de energía en nuestras casas y oficinas. O a los vehículos eléctricos, que comienzan a ser una realidad, y las plataformas de acceso a flotas compartidas, que ya nos están ayudando a desplazarnos de forma más eficiente y reducir la contaminación en las ciudades. En el sector agroalimentario, la digitalización está facilitando la puesta en marcha modelos de conexión directa con el consumidor que permiten producir bajo demanda, reduciendo el impacto de esta actividad sobre los ecosistemas y el desperdicio de alimentos. Y son avances en áreas como la blockchain, los pasaportes digitales y las etiquetas inteligentes los que están posibilitando la trazabilidad de los procesos de producción y la puesta a disposición de los consumidores y usuarios de información clave sobre los productos que consumen…
Podría escribir varios párrafos más con proyectos que ya están en marcha y que se sirven de los buenos niveles de conectividad actuales, de la nube, los datos o la inteligencia artificial, para ofrecernos soluciones más respetuosas con los límites del planeta, pero lo más interesante es que buena parte de esas propuestas innovadoras están naciendo dentro de las empresas.
Según la encuesta Las empresas españolas ante la Agenda 2030, realizada por la Red Española del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, un 82% de las compañías asegura estar trabajando ya en los ámbitos de los ODS, adoptando medidas encaminadas a la lucha contra el cambio climático o contribuyendo a la mejora de la salud y el bienestar de las personas. La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha dejado de vivir a caballo entre los departamentos de Recursos Humanos y Marketing para pasar a situarse en el centro estratégico de numerosas organizaciones.
Es así por diversos motivos, externos e internos.
Ya hemos mencionado la parte regulatoria y las nuevas exigencias que instituciones y administraciones nacionales e internacionales imponen a las empresas en aspectos tan diversos como la reducción de su huella de carbono o los procesos de evaluación de las políticas corporativas de sostenibilidad.
Existe, además, la innegable influencia de los propios consumidores y usuarios a los que las empresas se dirigen. El estudio GlobalWebindex confirma que el 60% de los millennials (22-35 años) está dispuesto a pagar un importe mayor por productos ecológicos y sostenibles; seguido por el 58% de la Generación Z (16-21), el 55% de la Generación X (36-54) y el 46% de los Baby Boomers (55-64). Tanto ellos como otros stakeholders están forzando a las compañías a crear valor más allá del económico.
Sin embargo, lo más llamativo y prometedor es que buena parte de la motivación para apostar por la sostenibilidad está naciendo en el seno de las compañías, desde sus equipos y, cada vez más, desde el convencimiento de las cúpulas directivas. Las empresas están comprendiendo que aquellas que lideren las prácticas sostenibles serán las que tengan más posibilidades de recuperarse tras la pandemia y sobrevivir en un futuro que nos va a poner contra las cuerdas como sociedad.
Desde ese punto de partida, solo les hacen falta recursos y herramientas para ponerse manos a la obra, y aquí la tecnología ofrece un sinfín de oportunidades, con independencia, por cierto, del tamaño de la organización. La madurez de las soluciones digitales, su coste cada vez menor y, por tanto, la creciente democratización en el acceso a las mismas, permite que incluso pymes, micropymes y autónomos, a menudo más en contacto con las inquietudes de sus públicos y su comunidad, puedan comenzar a mejorar sus procesos internos conforme a criterios de impacto medioambiental y sostenibilidad y puedan poner en marcha nuevos productos, servicios y proyectos de innovación que repercutan positivamente en la sociedad. Hace unos años eso habría sido impensable, por tanto, sería un atraso no aprovechar este potencial.
La digitalización tiene la capacidad de facilitar la consecución de esos objetivos globales de desarrollo que nos hemos marcado como sociedad. Usémosla de forma más sostenible y humana.
César Tello, director general de Adigital