No os voy a engañar. Ni monté mi primera startup con quince años, ni pensé en vender limonada con dieciocho para pagar un viaje, ni ATH21 nació porque yo soñara con serlo. Más bien, estoy aprendiendo a ser emprendedora, o empresaria. O ambas a la vez. Por eso agradezco profundamente que me hayan dado la oportunidad de escribir esto, un día como hoy.
Ser emprendedora y/o empresaria (y tomárselo en serio) es de las cosas más duras que me han pasado. Y me han pasado cosas: perdí a mi padre de forma trágica a los ocho años, fui víctima de lo que ahora llaman bullying durante seis, no tuve una adolescencia fácil y siempre he sido más introvertida que social. Pero liderar una empresa es otra cosa. Es una responsabilidad adulta constante con fuerzas gravitatorias internas y externas.
Internamente, es cuidar de tu equipo. Escucharlos, respetarlos, gestionar expectativas, manejar picos de saturación. A la vez, es cuidar de los clientes, adelantarte a sus necesidades, cumplir con los objetivos, estar cuando tienen un susto. Que el cashflow no se desestabilice. No venirse arriba con los gastos. Y si esto sabe a poco, también existe la vida personal. Yo particularmente tuve la suerte no intencionada de ser madre el mismo año que fundé ATH21 y, entre otras cosas (oh sorpresa), no pude disfrutar de mi baja maternal. No me quejo, esta es la vida que he elegido (de momento), y también me las doy de ser quizás demasiado estoica. ¿Mi lema? PALANTE.
Pero además, emprender también es capear las fuerzas externas. Sobre todo en mi sector, el crypto. Mercados bajistas, fraudes masivos, caída de valoraciones en un reventón de burbujas de las tech…emprender es por tanto para mí, vivir en el largo plazo para poder construir hoy, lo necesario para sobrevivir cuando llegue el invierno. Un malabarismo eterno.
Llegados a este punto, puede parecer que ser emprendedora es un castigo. No, claro que no lo es. ¡Tiene cosas maravillosas! La independencia de no tener que cumplir con una política impuesta con la que no comulgas, poder liderar una empresa con gente espectacular, sacar adelante proyectos únicos en España y hacerlo de forma segura para nuestros clientes, teniendo relativo éxito. Intentar dejar un legado. Y algo super importante: yo he tenido la suerte de no haber sufrido ningún tipo de penalización por ser mujer, y si en algún momento de mi carrera he sido penalizada por ser mujer, tampoco me he detenido en ello. No obstante, no por ello soy ajena a un problema que existe.
Es el Día Internacional de la Mujer Emprendedora, así que hablemos de ser mujer. Y seamos honestas. Nosotras pagamos precios muchos más alto a la hora de conciliar en términos generales. Yo, la primera de todas. ¿Cuántas mujeres estarían ahora liderando empresas, gobiernos o proyectos punteros por tener un talento desbordante y una cabeza privilegiada si no fuese porque han decidido no pagar el precio que ello supone?
A mí no me lo tiene que contar nadie, soy emprendedora y madre. E hija de una emprendedora que siendo madre soltera sacrificó estar con su hija para poder darle los recursos que creyó necesarios para que yo hoy pudiera estar escribiendo este artículo. Y no es cuestión de culpabilizar al sexo contrario, o alguien en concreto. Que evolucionemos como sociedad y las mujeres algún día dejemos de sentirnos así, solo sucederá cuando salga de todos y cada uno de nosotros. Sin cuotas, sin sanciones, sin ratios, sin bonificaciones, sin dopaje. Hasta que no defendamos el cambio todos como colectivo de forma sincera, no será real.
¿Se fomenta el espíritu emprendedor en mujeres? No lo creo. Pero en hombres tampoco. Al menos en este país. Emprender es el resultado, para mí, de tener mucha fuerza y ser valiente, o un ego alimentado (en el mejor de los sentidos). O ambos juntos. Y hasta donde yo sé, ninguna de dichos atributos entiende de sexos. El germen necesario para emprender podemos encontrarlo en hombres y mujeres por igual, el problema es que según los datos, las que suelen quedarse por el camino, o ni siquiera llegar a ejecutar el plan, somos nosotras. ¿Por qué? No lo sé, pero estando en el pellejo de una mujer que ha emprendido y tiene una familia, puedo empezar a imaginarme alguno de los motivos.
Por ello, me encantaría aprovechar este foro para recordarnos a todas las mujeres emprendedoras algo que ya sabemos: que la realidad no es fácil todos los días del año, que los prejuicios están para ignorarlos, los referentes para superarlos, las ideas para realizarlas, la ilusión para disfrutarla y la vida, para agarrarla del volante, no desde el asiento del copiloto.
*** Cristina Carrascosa es fundadora de ATH21 y socia de Startup Valencia.