Digitalizar un país significa digitalizar cada uno de sus poros, por los que emanan sus fortalezas y debilidades. Transformar sólo a parte del tejido productivo o de su sociedad no deja de ser una tirita sobre una herida abierta, un oasis en medio del desierto.
En el caso de España, esta premisa tiene especial consideración. Nueve de cada diez empresas de nuestro país son pequeñas y medianas compañías, con todo lo que eso implica: menores recursos financieros, más dificultades para contar con talento especializado, más barreras de acceso, escalabilidad y expansiones más difíciles...
Por ello, es en ellas en donde hay que enfocar los esfuerzos en digitalización. La estrategia europea para la Década Digital busca que al menos el 75% de las empresas en el Viejo Continente implanten tecnologías de cloud, inteligencia artificial o big data para 2030. Es una meta ambiciosa, sin duda, pero no inalcanzable: el gobierno español estableció que en 2025 el 25% del tejido productivo nacional debe llegar a esos parámetros.
Según los últimos datos del ONTSI, el 31,8% de las personas empleadas en España usan ya la nube, el 13,9% usan el big data y el 11,8% la inteligencia artificial. Son buenas cifras, dentro de la mesura necesaria, pero todavía muy por debajo de las aspiraciones de Bruselas. Pero hay más noticias y no son precisamente halagüeñas.
Si nos detenemos en las microempresas, las que más barreras enfrentan en este campo, las métricas son mucho peores. En este segmento, apenas una de cada diez usa la nube, un 3,7% el big data y apenas un 4,6% la IA. Y precisamente en áreas como la construcción, los servicios auxiliares y las empresas de administración, predominantes en este nivel, es donde se anotan las peores tasas de adopción.
Las brechas entre las distintas gamas de empresas son destacadas. Las medianas empresas (de 50 a 249 personas empleadas) ocupan una posición intermedia, con una desventaja de 24 puntos respecto a las grandes empresas, pero 18 por encima de las pequeñas. Diferentes escalafones para un mismo propósito, distintos puntos de partida en una escala sin parangón.
La lectura de estos datos es muy sencilla: necesitamos dar un impulso a la digitalización de las pequeñas y medianas empresas de nuestro país. El 'kit digital' es una propuesta de gran valor para conseguir este objetivo, pero insuficiente a todas luces. Por lo pronto, su principal hincapié está en soluciones de poca base innovadora, como la creación de páginas web o la gestión de redes sociales. Y, para continuar, su tramitación no está resultando tan sencilla como se desearía, tal y como denuncian constantemente tanto pymes como agentes digitalizadores.
¿Convendría replantear el 'kit digital' o, incluso, lanzar una segunda generación de este programa que ponga su atención en la inteligencia artificial o el big data? No parece una idea descabellada. Y precisamente por fondos para financiar esta idea no quedará en el tintero...