La reciente publicación del European Innovation Scoreboard (EISB) para 2020 por la Comisión Europea es una excelente ocasión para reflexionar sobre la realidad española con respecto a la innovación. Para ello debemos empezar por recordar algunas características básicas del indicador para ver el uso que queremos hacer del mismo.
El EISB es un Índice Sintético que es el resultado de combinar hasta 28 mediciones relacionadas con la innovación y que se agrupan en dimensiones como los Recursos Humanos, la Capacidad de Atracción del Sistema de Investigación, el Ambiente Favorable a la Innovación, Financiación y Apoyos, Inversión de las Empresas, Innovadores, Vínculos, Activos intelectuales, Impacto sobre el Empleo e Impacto sobre las Ventas.
Esta complejidad y amplitud de las dimensiones incorporadas hace que, más allá del resultado global y la posición que refleja de los diferentes países, para nosotros es muy importante atender a las diferentes dimensiones para reflexionar sobre las fortalezas y debilidades del sistema español de innovación y proponer algunas actuaciones concretas que sirvan para su mejora.
Pero debemos comenzar por comentar el resultado global. España ocupa el lugar 14º dentro de la UE y se incluye dentro del tercer grupo de países calificados como “Innovadores Moderados” y donde se incluyen aquellos países cuyo Índice Sintético se encuentra entre el 50% y el 95% de la media de la UE. Por delante están los “Líderes en Innovación” (índice por encima del 125% de la media de la UE) e “Innovadores Fuertes” (con índices situado entre el 95% y el 125% de la media de la UE).
Sin entrar a discutir los entresijos de los cálculos, lo importante es que esa posición es confirmada tanto si usamos el índice más clásico de gastos en I+D/PIB (18º país europeo en 2018) o el Global Innovation index (lugar 29º del mundo).
Como señala el EISB, en los últimos años ha mejorado la posición de la UE frente a sus competidores. España también muestra mejoría en el periodo 2017-2019. En comparación con el promedio de la UE, el crecimiento del índice ha sido algo superior al general, lo que se traduce en un cierto acercamiento del índice español respecto a la media de la UE.
Este proceso no ha sido homogéneo a lo largo de todo el periodo, en algún año España ha bajado en el ranking general, mientras que en 2019 ha ganado algún puesto. Para valorar adecuadamente el alcance de esta última evidencia hay que esperar a los resultados de los próximos años para ver si se confirma o no la trayectoria apuntada por los indicadores en 2019.
Como se ha explicado en los párrafos anteriores, si tiene alguna utilidad la existencia de un Indicador como el que nos ocupa, que se divide en múltiples subindicadores, es tratar de analizar sus comportamientos en el tiempo para definir políticas que permitan la mejora en aquellos que presenten debilidades. Al ser 28 y existir serias diferencias entre ellos con relación a como España se comporta, desde el FEI nos proponemos tomar, de forma progresiva, posición ante aquellos en los que nuestro desempeño pueda /deba mejorar para que podamos abandonar ese insatisfactorio calificativo de “moderadamente innovador”.
Empezaremos esta serie por el grupo de los “INNOVATORS” que reúne a tres subindicadores. El primero define el comportamiento de las pymes en la labor de introducir productos o procesos innovadores, el segundo la implantación de esas empresas de nuevos procesos innovadores o de marketing y el tercero el numero de empresas que hacen los procesos innovadores mediante su ejecución in-house. Hemos elegido este grupo pues se trata de uno en el que dos de sus tres subíndices nos colocan en la categoría de países innovadores modestos, el más bajo que define la UE.
Este grupo ha tenido un comportamiento muy deficiente con el resultado de que nuestra diferencia entre el dato del 2019 y el que teníamos en el 2012 con relación a la media europea ha sido negativa, es decir nos separamos del conjunto de países de nuestro club, particularmente en el entorno en el que reposa la inmensa mayoría del tejido empresarial español. Parece, por lo tanto, que identificado este punto débil en el diagnostico que nos ofrece el EISB, lo inmediato sería definir las medidas correctoras que permitan que, al menos estos subíndices no resten de los esfuerzos positivos que se realizan en otros campos.
Con esa finalidad de poner el foco donde más nos duele, ahí van algunas propuestas concretas en la esperanza de que los responsables de definir presupuestos, regulaciones, instrumentos, los tengan en cuanta para su implementación urgente.
A ese conjunto de pymes, el elemento que más las lleva a embarcarse en tareas innovadoras de productos, procesos y hacerlo en clave interna, es la concesión de ayudas públicas que no les exigen de los difíciles procesos que acompañan los otros vehículos, prestamos, capital, etc. Por ello dedicar, más fondos de capitulo VII para que las agencias financiadoras puedan ampliar, de forma sustancial sus convocatorias hacia las pymes, es lo que habría que hacer de manera que se evite el efecto pernicioso que sucede actualmente, por ejemplo, en el muy buen instrumento NEOTEC del CDTI en el que se quedan mucho buenos proyectos sin apoyar por que los fondos se acaban.
Más fondos para los programas de subvención a pymes, premiando el desarrollo interno de sus capacidades y abriendo las ayudas a los conceptos de penetración de los nuevos productos en el mercado.
Apliquemos esas medidas y veremos como en los próximos EISB mejoramos de forma notable. Seguiremos, sin reposo, con otros grupos pues, en efecto, hay muchos aspectos donde nos es imprescindible mejorar para ingresar en el grupo de países fuertes en innovación.
Francisco Marín y José Molero, Foro de Empresas Innovadoras