Esta semana es la semana grande para todos los que estamos metidos en el mundo de la transformación dual -verde y digital-: se celebra DES|Digital Enterprise Show en Málaga que, con inspiradores ponentes nacionales e internacionales, es el punto de encuentro ineludible para actualizarse en formato acelerado.
Hoy no os voy a hablar de DES, sino de que esta mañana he salido a correr un rato por la playa y, cuando estaba por el paseo marítimo de Torremolinos he visto unos carteles que anunciaban el I Certamen de Microrrelatos Diversidad Familiar.
Ya sabéis lo qué nos pasa a las personas que tenemos curiosidad sin fin, al volver al Parador de Málaga (más hermoso que ruidoso, a pesar de serlo por tener el aeropuerto cerca) he decidido investigar un poco más sobre el particular. Así he llegado a saber un poco más de esta interesante iniciativa que persigue proporcionar mayor visibilidad de esas agrupaciones familiares menos habituales, pero totalmente presentes en nuestra sociedad, como son las familias monoparentales, las que no tienen hijos/as, las de acogida, las homoparentales o las que los o las progenitoras están separadas.
Hace unas semanas escribí una columna sobre la importancia de la diversidad titulada ¿Todavía te cuestionas la importancia de la diversidad? que tuvo una gran aceptación y sobre la que recibí comentarios muy positivos. No obstante, me doy cuenta de que, como suele pasar en un espacio de opinión finito por definición, no profundicé en muchos otros temas que también son clave.
Siempre hablamos de la importancia de tener referentes, de dar visibilidad, pero no tengo claro si hacemos suficiente hincapié en que debemos educar en valores, educar en igualdad e insistir en que la diversidad debe ser respetada. No pasa nada por ser diferente o tener una familia diferente.
Si os preguntáis porque me han llamado la atención los carteles que he mencionado más arriba, os explicaré que hace unos días estuve en la Feria del Libro de Madrid porque una amiga de la familia -Susana García Nájera- estaba firmando su último libro: El efecto Foehn. Un relato que ha merecido el premio de narración corta Felipe Trigo por su perfecta estructura circular, por ser un absorbente thriller que avanza hasta un final que es también el principio. Y ya se sabe, empiezas con microrrelatos, sigues con relatos cortos y acabas con una novela, sino más.
Esta edición de la Feria del Libro ha sido la de la vuelta a la normalidad, donde se podían ver mareas humanas curioseando por El Retiro y donde se ha se ha podido constatar una mayor diversificación en cuanto a las preferencias de los lectores. Según un comunicado oficial la narrativa sigue siendo el género que encabeza las listas de los más vendidos, pero el hecho novedoso de 2022 es la apuesta firme por la edición independiente.
Seguro que os habéis fijado en que el libro en formato electrónico lleva años en el mercado funcionando bien, pero que se sigue viendo a mucha gente con libros en papel.
Si os acercáis a alguna librería veréis que sigue habiendo gente a la que le gusta tocar, curiosear, descubrir y comprar libros de los que se pueden sentir. Esto me hace preguntarme qué acciones lleva a cabo la industria editorial para ser más sostenible y, buscando algo de información, leí una entrevista al afamado Peter Fisk (autor de Business Recoded: Have the Courage to Create a Better Future for Yourself and Your Business) en la que decía que alrededor del 40% de todos los libros se devuelven sin vender, que muchos de estos libros se envían a todo el mundo desde el lugar de impresión más barato hasta la librería y que muchos de ellos todavía están hechos de papel no reciclado, impresos con tintas tóxicas y encuadernados con pegamentos tóxicos. Sin duda este sector también sufre una creciente presión por parte de los clientes para meter criterios ESG en su ADN.
La verdad es que no he encontrado demasiada información, pero sí que veo claramente que esta industria también lo puede hacer mejor.
Algunas ideas interesantes que encuentro son: apalancarse en la analítica de datos para prever ventas y luego imprimir bajo demanda, eliminar las devoluciones de libros (cambiando la práctica de aceptar ejemplares no vendidos de los minoristas, que generalmente se despulpan) o dejar de usar tintas y pegamentos tóxicos en la producción.