Aproximadamente 1.600 km separan Madrid de Bruselas. Parece una distancia considerable. Y sin embargo, no lo es.

Y no lo es porque cada vez más, lo que pasa allí importa, y mucho, y nos afecta mucho más de lo que creemos, más de lo que nos damos cuenta.

Según el último Plan Anual Normativo, más del 60% de la legislación que entra en vigor en nuestro país proviene de normas europeas. Y precisamente en unas semanas, todos los ciudadanos europeos (500 millones, que se dice pronto) tenemos una cita electoral para elegir el Parlamento Europeo que legislará los próximos 5 años.

Las decisiones que se toman, las políticas que se implementan, las estrategias que se acuerdan pasan en gran medida por un cuidado, medido y complicado proceso legislativo, que, con sus posibles y necesarios ajustes, siguen siendo fruto de un imbricado proceso democrático, de consensos que unen, no solo diferentes grupos políticos, sino sobre todo a diferentes estados miembros. Y en eso reside la complicación, y por qué no decirlo, la gracia y la magia.

Mirar un mapamundi ayuda siempre a darse cuenta del tamaño real que nuestro país tiene, y por ello, la necesidad de considerar un todo con otros países con los que compartimos mucho más que normas, y convenios, y junto a los que podemos ser verdaderamente competitivos.

Los últimos cinco años de legislatura europea, nadie puede negar que han sido convulsos, y desde luego, estamos (aunque casi siempre es así) ante un punto de inflexión fundamental. No solo respecto al contexto social, sino indudablemente en el económico.

Las bases para un posible replanteamiento de lo que quiere seguir siendo Europa las han ido poniendo Enrico Letta en su informe sobre el futuro del Mercado Único Digital y próximamente el de Mario Draghi, que está previsto tras las elecciones europeas.

Ambos informes, encargados por la propia presidenta de la actual Comisión Europea, señalan escenarios y posibilidades de cambio, que fijan una clara hoja de ruta: más Europa, y más competitiva.

En el terreno digital, se cierra un ciclo especialmente prolífico, que sin duda ha abarcado regulaciones necesarias ante los últimos avances tecnológicos (inteligencia artificial, datos, computación en la nube, servicios digitales).

Teniendo en cuenta que el panorama ha cambiado considerablemente, es hora de que la regulación que existió en un inicio y como origen del Mercado Digital Europeo (y por tanto base para esos avances tecnológicos recién nombrados) se someta a una revisión adecuada a esta nueva realidad.

Una Europa más fuerte y competitiva, conceptos que van de la mano, debe recordar que muchos de los servicios y actividades industriales en constante avance dependen de servicios digitales robustos.

Estos servicios digitales, a su vez, se sustentan en infraestructuras y tecnologías que requieren importantes inversiones para seguir creciendo y mejorando. Impulsar estas inversiones es fundamental para mantener y aumentar la competitividad de Europa en el panorama global.

Este 2024 es crucial para la competitividad futura de Europa. Las instituciones europeas entran en un nuevo ciclo con las elecciones al Parlamento Europeo y la formación de una nueva Comisión Europea, encargada de ejecutar la agenda estratégica para el periodo 2024-2029. La urgencia del momento está marcada por una pérdida de competitividad de la Unión Europea.

Treinta años después de la creación del Mercado Único en 1993, la Unión Europea tiene que afrontar con valentía una oportunidad fundamental para poner a Europa en la senda de la prosperidad a largo plazo. Dada la exigencia que vive el sector, debería ser una de las prioridades legislativas del próximo nuevo Parlamento de la UE.

Y ahí es donde entramos todos, con nuestro voto.

***Carmen Sánchez Muñoz es directora de regulación de DigitalES.