El agitado universo del taxi vive horas muy calientes. Los duros enfrentamientos en los tribunales con empresas como Uber o Cabify y las quejas por servicios alternativos como el de Car2Go eran los precedentes. Hasta este jueves, cuando miles de taxistas trasladaron su lucha a las calles de Madrid en una manifestación en la que se vivieron momentos de tensión. La Comisión de los Mercados y la Competencia (CNMC) es el último enemigo al que coloca en su radar.
Abril de 2014. Casi dos años atrás. La estadounidense Uber ponía sus ojos en España como mercado para expandirse. Aterrizaba en Barcelona con su servicio entre particulares. Era el precedente. Tras él, se consolidaban otros proyectos como Cabify o Car2Go. Todos ellos despertaban el rechazo del sector. Año y medio después, la escalada continúa.
El último episodio
Petardos, bengalas, botes de humo… Los taxistas sacaron este jueves a las calles de Madrid toda su artillería al estilo 'kale borroka'. “Si el taxi no se arregla… guerra, guerra, guerra”, repetía ayer una y otra vez el grupo que encabezaba la manifestación cuando esta se adentraba en plena calle Alcalá. ¿Pero guerra contra quién? Contra todos. Contra las empresas tecnológicas que tratan de explotar el negocio del transporte con modelos alternativos. Y contra el organismo de la competencia, por defender la entrada de nuevos actores, algo que ellos entienden como “una desregulación” del sector.
El precedente de esta nueva vuelta de tuerca del taxi hay que encontrarlo en el rechazo de la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) al nuevo Reglamento del Transporte aprobado in extremis por el Gobierno en noviembre, en el que se mantienen los límites para licencias. “Limita de forma sustancial la entrada en el mercado e impide que los taxis y los VTC compitan entre sí”, reconocía el organismo, que ha amenazado con llevarlo a los tribunales.
Fue la chispa que incendió al sector. Y también a las calles durante una manifestación marcada por la tensión y con más pólvora que nunca (se lanzaron centenares de petardos y cohetes). A lo largo de más de dos horas, participó un grupo de varios miles de taxistas (5.000 según la organización). En un trayecto que discurría entre la Plaza de Colón y la calle Alcalá hubo momentos de tensión. Reproches e insultos de participantes a otros compañeros por no respetar el paro general del gremio y a la propia CNMC.
Las reacciones no se hicieron esperar. De partidos como PP, PSOE y Podemos que defendieron al gremio. Y de la propia CNMC, diana de los ataques. Su presidente, José María Marín Quemada, se desmarcó de una “desregulación sin justificar” para el taxi. Sin embargo, defendió que el sector se encuentra ante una revolución tecnológica “imparable”. “El deseo es que la sociedad gane con la innovación, la libertad de elección y una mayor competencia, y eso se consigue con regulaciones favorables al emprendimiento, la creación de empleo y el progreso”, apostilló.
Más madera
Pero, ¿por qué este nuevo paso? ¿Cuál es el origen? Había dos referencias que eran repetidas sistemáticamente por todos y protagonizaban lemas y pancartas: CNMC y multinacionales. Se convirtieron en las dos dianas. El primero, como el organismo que perseguía “la desregulación” del sector. Las segundas, entre las que se incluyen sin nombrarlas a Uber, Cabify o Car2go, como competidores que “en nada vienen a ayudar a la economía española ni a los ciudadanos ni al empleo de este país".
En el caso de la CNMC, los taxistas entienden que su decisión de levantar ciertas barreras de entrada es un ataque a un sector “del que viven 70.000 autónomos y que genera más de 4.000 millones de euros al año”, según explica el presidente de Fedetaxi, Miguel Ángel Leal. “Es un Gobierno en paralelo que está obsesionado con desregularizar el sector para favorecer a multinacionales que en nada vienen a ayudar a la economía española ni a los ciudadanos ni al empleo de este país.… Nuestra supervivencia está en juego”, reconoce.
El ojo puesto en otras tecnológicas
Antes de este enfrentamiento con la CNMC, el gremio del taxi inició otros pulsos a compañías tecnológicas que hoy continúan vigentes. El que mantuvo con la estadounidense Uber marcó el camino y se convirtió en paradigma. La denunció por competencia desleal (defendían que, al ser particulares, no contaban con licencia ni pagaban impuestos) a finales de 2014 tras meses con duras protestas en las calles de Madrid y Barcelona, marcó el camino y se convirtió en paradigma. Lograron la suspensión cautelar de su servicio y hoy el proceso judicial está a expensas del pronunciamiento de un magistrado europeo sobre un extremo clave para estos nuevos modelos de negocio: si se trata de una plataforma digital que pone en contacto a usuarios o es una empresa de transporte.
El siguiente fue Cabify, fundada en España en 2011. Su aplicación para reservar coche con chófer privado (VTC) también se puso en el punto de mira del gremio del taxi. Entendían que su servicio no cumplía con la normativa de licencias de VTC y, por tanto, ejercían competencia desleal. Llegó la denuncia y con ella una nueva batalla. Un nuevo paso en esa escalada. Tras el verano del pasado año la jueza los citó para decidir si los suspendía cautelarmente. No lo hizo. El juicio sigue pendiente de ser fijado, pero las protestas contra ellos no han cesado.
No se quedó ahí. En los últimos meses, el sector del taxi ha localizado a otro particular enemigo. Se llama Car2Go y es filial del fabricante de coches alemán Daimler. Su servicio de alquiler de su flota por minutos en el centro de Madrid no fue bien recibido, al igual que sucediera en otras capitales europeas como Milán, Roma o Berlín. “Todo lo que sea poner por un lado, es quitar por otro; todo lo que sea otro medio de transporte es competencia para el taxi”, aseguraba el presidente de la Asociación Madrileña del Taxi, Felipe Rodríguez. Semanas después de su aterrizaje, fueron objeto de actos vandálicos en más de medio centenar de coches (su flota es de 350). Muchas de las sospechas y las miradas se dirigieron hacia el gremio. La investigación por la oleada sigue abierta.
El último caso hay que encontrarlo en otra aplicación móvil. Se trata de Mytaxi, la mayor ‘app’ de pago de taxi en España y también filial del grupo automovilístico Daimler. Más de 5.000 taxistas profesionales ya la usan. ¿Qué ocurrió aquí? Las agresivas campañas de descuentos (de hasta el 50%) planteadas por la compañía para ‘robarles’ cuota de mercado ejercieron de chispa. La consecuencia: la denuncia ante la CNMC, aquella que ayer se convirtió en diana de sus quejas, por competencia desleal.
Con todo este recorrido, el de este jueves fue sólo un paso más en el conflicto. Dos horas más tarde de que la manifestación arrancara en la Plaza de Colón, el dueño del quiosco junto a la parada de metro de Banco de España en Madrid, a las puertas de la sede de la CNMC, hablaba por teléfono con una media sonrisa. “Esto ha sido una guerra”, reconocía y se acercaba al grupo de manifestantes con el teléfono para que su interlocutor pudiera escuchar el ruido de los petardos mientras le describía a gritos el escenario. Sí, es una guerra. Primero fue contra Uber. Luego, contra Cabify o Mytaxi. Y ahora, se extiende al organismo que vigila la competencia. Y los taxistas advierten de que la continuarán en la calle.