Tienes acceso a capital suficiente para seguir creciendo. La valoración de tu compañía puede verse reducida de manera importante en una cotización pública (y, quizás, más exigente con tu proyecto). Y puedes mantener en secreto gran parte de las cifras de tu negocio. ¿Por qué arriesgarse a salir a bolsa?
Es la pregunta retórica que se hace buena parte de la élite de empresas tecnológicas de alto crecimiento, con Uber a la cabeza. La empresa estadounidense es el mejor ejemplo: esta semana cerró una nueva ronda de 3.100 millones de euros, mientras vive de espaldas al parqué. En los dos últimos años ha concentrado buena parte de los 10.000 millones procedentes de la élite de los fondos de inversión. No es la única.
Tras años de especulaciones, el gigante de los alojamientos Airbnb, el fabricante de móviles chino Xiaomi o la aplicación de mensajería Snapchat siguen obviando la campana del mercado. La gran mayoría de las incluidas en el ‘club’ de unicornios (empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares) han amagado con un estreno bursátil.
Las condiciones del mercado
Hasta ahora, las condiciones de financiación les han sonreído. No sólo por la explosión de actividad del capital riesgo ‘tradicional’ sino por la entrada de ‘megafondos’ de inversión que no habían visto a estas compañías como oportunidades. Han tenido dinero más que suficiente para acelerar aún más su expansión. En 2015, las grandes rondas de capital de más de 100 millones de dólares llegaron a tocar techo, según los datos de la consultora CB Insights.
No sólo es una cuestión de financiación, también de condiciones de mercado. Las experiencias previas de los dos últimos años no han sido especialmente halagüeñas y son una clara advertencia. La tecnológica de almacenamiento Box se estrenó en enero de 2015 y hoy cotiza a la mitad de su valor (apenas 1.500 millones de dólares). La desarrolladora de medidores de actividad física Fitbit ha sufrido el mismo castigo (-50%).
El caso del gigante de pagos móviles Square es el más reciente y, quizás, el que mejor puede representar a lo que se enfrentan. Salió a bolsa en febrero y gracias a un ‘truco’ se disparó en Wall Street en su estreno. Hoy cotiza un 25% por debajo de esos 13 dólares a los que cerró esa primera jornada. Esa estrategia evidenció los riesgos de los mercados financieros: debieron ajustar la valoración a la baja (tras años de inflación de precios de las acciones en el mercado privado) y además tuvieron que pagar a inversores, que se aseguraron una compensación a través de una cláusula previa.
Valoraciones a la baja
El otro riesgo está en la valoración del negocio. Durante años, en plena euforia, inversores y emprendedores firmaron rondas de financiación muy altas con precios muy elevados que ahora están en entredicho. No hay que remontarse muy atrás. La propia inyección de capital saudí a Uber ha mantenido estable su valoración en más de 62.000 millones de dólares. Otras compañías han hecho lo propio o, directamente, han sufrido recortes en ese ‘precio’ pactado entre ambas partes en las operaciones.
El panorama que dibuja Wall Street en este terreno no es halagüeño. El fondo como T. Rowe Price, con 763.000 millones de dólares en activos, fue el último pero hay muchas más. Durante los últimos meses, las grandes firmas de inversión han ido recortando precios del llamado club de los ‘unicornios’. Airbnb, el Amazon indio Flipkart, la compañía de almacenamiento en la nube Dropbox…
Estos recortes en la esfera privada auguran una tendencia a la baja en caso de que se aterrizara en la bolsa. Y, como se ha podido ver, sucedido en las que acumulan meses como cotizadas.
Cifras en secreto
Más allá de valoraciones y financiación, una de las grandes ventajas de mantenerse como compañía privada es la transparencia. Una cotizada ha de rendir cuentas a sus inversores, con la presentación de sus cifras de manera periódica y el obligado ‘striptease’ de su negocio.
La mayoría de estas tecnológicas no quieren desvelar el grueso de sus cifras. Las filtraciones a través de los medios ha sido la única vía para conocer algunos de los ‘secretos’ mejor guardados de las cuentas de resultados. En no pocas ocasiones se trata de negocios en plena expansión y con el foco puesto en el crecimiento y no tanto en la rentabilidad. ¿Es este un modelo que puede sobrevivir a la bolsa y las exigencias de sus inversores? Hay muchas dudas de que así sea.
Las negativas de los grandes
Con todo, las negativas de muchas de estas grandes tecnológicas se han repetido en este tiempo. Uber ha descartado en varias ocasiones (la última el pasado mes de marzo) la salida a bolsa. Xiaomi lo hacía en marzo y lo justificaba en su buena financiación externa. Dropbox, Spotify o Airbnb se suman a los intentos fallidos.
El presidente del grupo NYSE (Bolsa de Nueva York), Tom Farley, aseguraba la pasada semana que el mercado de las OPV se estaba calentando. ¿Y gigantes como Uber o Airbnb? "Realmente pueden elegir cuando quieren salir a bolsa; la financiación privada está disponible para ellos. Tienen modelos de negocio realmente maravillosos y por lo tanto si deciden salir a bolsa en 2017, 2018 o 2019 aquí estaremos esperando".
Acumulan ingentes cantidades de capital aportado por fondos privados y muchos años a sus espaldas. Y todo ello sin estrenarse en bolsa. Para ver la gran diferencia de esta nueva ‘era’ hay que acudir a las cifras: la ‘edad’ media de estas empresas que saltaron a la bolsa entre 2014 y 2015 era de 11 años, según una investigación de la Universidad de Florida. Durante la burbuja puntocom, a principios de 200, era de cuatro.
Si se echa la vista atrás, los casos se repiten. Apple, fundada en 1976, se estrenó en bolsa cuatro años después. Microsoft hizo lo propio once años después de arrancar. Google aterrizó en 2004 casi ocho años después de su fundación y tras haber cerrado una gran ronda de menos de 50 millones de dólares. En 2012, el gigante Facebook, con ocho años de historia, acudía con 2.500 millones de dólares recaudados a través del capital riesgo. La de la china Alibaba fue la última gran salida.
Mientras haya dinero para invertir y ‘temor’ a los inversores del parqué, esta nueva generación de tecnológicas seguirá sin amar a la bolsa.