La edad de los miembros de los consejos de administración ha sido un asunto cargado de polémica. La duda siempre ha sido la misma: ¿hay élites bien conectadas atrincheradas en los consejos de manera injustificada? Hasta ahora, la experiencia y los contactos parecían ser un valor indiscutible, pero un estudio presentado en la convención de la American Economic Association (AEA) ha demostrado empíricamente que los consejos envejecidos lo hacen mucho peor y, además, provocan rechazo entre los accionistas e inversores.
Para elaborar su trabajo ¿Viejos y sabios, o demasiado mayores para gobernar? (se puede descargar aquí), cuatro economistas de distintos centros de estudios analizaron los consejos de administración de las empresas que integran el índice S&P 1500 entre 1998 y 2014. Los resultados fueron sorprendentes porque contradice todo lo que se creía -y lo que sostienen las mismas empresas- sobre la presencia de consejeros de 65 o más años.
Según sus resultados, los Older Independent Director (OID, en español consejeros independientes viejos) están asociados tanto con fallos de control como de asesoría en los órganos de dirección. Concretamente, los datos prueban que estos consejeros se ausentan más de las reuniones que los demás y están menos dispuestos a formar parte o presidir las comisiones de trabajo. Su presencia en los consejos está asociada con una mayor remuneración del máximo responsable ejecutivo (presidente o consejero delegado), un menor grado de transparencia financiera, dividendos más bajos, peores decisiones de adquisiciones o fusiones y una tolerancia mayor a la pérdida de eficacia.
La presencia de consejeros de más de 65 años está asociada con una mayor remuneración del máximo responsable ejecutivo (presidente o consejero delegado) y un menor grado de transparencia financiera
El estudio también constata que los inversores y accionistas reaccionan negativamente cuando la empresa designa OID en sus consejos y también cuando se anuncian modificaciones estatutarias para aumentar la edad de jubilación de estos.
Los investigadores, sin embargo, descubrieron dos casos excepcionales en que los consejeros veteranos son valiosos o al menos su presencia es indiferente: uno es el caso de empresas que operan en sectores donde se bajaron los aranceles de importación y se encontraron de pronto con una inesperada competencia del exterior y el otro es el caso de sectores altamente volátiles donde las empresas operan en entornos impredecibles. En ambas, sugieren los autores, la asesoría experta de los OID pudo suponer una diferencia.
Mientras la mayoría de las reformas y regulaciones sobre los consejos de administración introducidas desde el año 2000 se han centrado en la mejora de su independencia o en su composición de género, la edad de sus miembros siempre ha sido una cuestión casi tabú. En España, el asunto se tocó hace unos años cuando coincidió que la mayoría de los líderes de las grandes firmas del país sobrepasó la edad de jubilación. Se produjeron hasta cambios institucionales: algunas organizaciones, como el BBVA por ejemplo, modificaron sus estatutos para elevar los límites de edad. Pero el fenómeno no despertó gran interés en el mundo académico.
La pérdida de vigor y capacidad de concentrarse en los aspectos cruciales de la empresa o la falta de comprensión de las últimas innovaciones que pueden llevarle a estrategias muy conservadoras surgen ahora como desventajas
Los hechos son que en la última década, según un informe reciente de la firma de reclutamiento Spencer Stuart (que acaba de seleccionar al nuevo presidente del Banco Popular, Emilio Saracho), los consejos de las empresas cotizadas de EEUU han envejecido notablemente. La edad media de los consejeros de las compañías del S&P 500 ha pasado de 60,5 años en 2004 a 63,1 en 2014. El 45% de los consejos de las empresas de éste índice bursátil ya tienen más de 64 años comparado con el 16% hace 10 años.
Por un lado, se creía que los consejeros veteranos acumulaban contactos y experiencia y, al no estar en tareas ejecutivas, tenían más tiempo libre para dedicarle a las empresas. De hecho, estas consideraciones fueron citadas en 2009 por la matriz de United Airlines para aumentar su edad de jubilación de 73 a 75 años y por Goldman Sachs para pasar de 72 a 75 años. Se trataba de evitar “la pérdida prematura de consejeros con un valioso conocimiento de la historia de la organización, sus operaciones y sus mercados locales”, llegó a decir un banco.
Los resultados de este estudio refuerzan las objeciones que se han formulado históricamente contra los consejos de administración envejecidos. La pérdida de vigor y capacidad de concentrarse en los aspectos cruciales de la empresa o la falta de comprensión de las últimas innovaciones que pueden llevarle a estrategias muy conservadoras, unida a la ansiedad que generan unas oportunidades laborales decrecientes, surgen ahora como desventajas que obligan a contemplar la edad como un factor relevante en los órganos de dirección empresarial.