Tras un 2020 marcado por el impacto de la pandemia en los cierres de la economía, 2021 arrancó con riesgo de deflación por la caída generalizada de los precios. En pocos meses, el escenario cambió y la subida de los precios de la energía disparó la inflación hasta el 6,5% en diciembre. La invasión de Ucrania ha agudizado esa tendencia. Lo llevan notando desde hace meses los españoles en la cesta de la compra o al echar gasolina. Sin embargo, la estadística oficial publicada este viernes arroja datos aún más preocupantes.
En tasa anual, no hay precedente de una subida similar de precios desde 1986. Un año simbólico porque marcó la entrada de España en la Unión Europea. Pero en tasa mensual, hay que retroceder a 1977, el año de las primeras elecciones generales en España, para encontrar una coyuntura similar en un mes de febrero.
La inflación ese mes alcanzó el 7,6%, según el Instituto Nacional de Estadística. Con este dato definitivo, el INE elevó en dos décimas el dato que había avanzado el 28 de febrero. Al incluir la información detallada de los últimos días del mes, la cifra se ha disparado aún más. Y lo ha hecho por el impacto de la energía, ya que la inflación subyacente se mantiene en el 3%.
Así, se puede afirmar que cinco días de invasión en Ucrania han empeorado el escenario de los precios en España. Si con el dato avanzado se había retrocedido a 1989, ahora la situación nos adentra aún más en la coyuntura de precios de la primera década de la democracia.
Lo preocupante es que la situación no va a mejorar. Como ha ido publicando este periódico, son ya muchos los economistas que esperan que la inflación supere los dos dígitos en 2022. De momento, Funcas (que sin contar con la guerra ya anticipó que la inflación superaría el 7% en febrero) espera ahora que en marzo alcance el 8,4%.
Se da la circunstancia de que España es una economía mucho menos afectada por los posibles cortes de gas ruso que otras de la zona euro. El gasoducto de Argelia y las siete regasificadoras que tiene el país garantizan el abastecimiento y colocan a la Península Ibérica como parte de la solución a la crisis energética en la que estamos inmersos.
Sin embargo, la inflación está golpeando a nuestra economía mucho más que a otras de la zona euro. La tasa media de inflación en la eurozona es del 5,8%, lo que llevó este jueves al Banco Central Europeo (BCE) a endurecer su política monetaria pese a los efectos que va a tener la guerra en el crecimiento de los países del euro.
En Alemania, por ejemplo, cerró febrero con un repunte hasta el 5,1%, según los datos que también publicó este viernes la Oficina Federal de Estadística (Destatis). Esta diferencia resta competitividad a las empresas españolas, entre otros.
Si se analizan los datos por comunidades autónomas, hay más sorpresas. En Castilla-La Mancha el IPC ya alcanza el 9% en tasa anual. En Aragón o Castilla y León se sitúa en el 8,5%. En Cataluña es del 7,4% y en Madrid del 6,9%.
Al analizar estas fuertes subidas, hay que tener en cuenta que el efecto base (la comparativa con el año anterior, cuando la inflación era del 0,0%) influye. Sin embargo, el encarecimiento de los precios energéticos sigue siendo el principal motivo de este descontrol inflacionario.
La preocupación es que esa subida de la luz o los carburantes ya se está trasladando a los productos y servicios de la cesta de la compra que se miden en la inflación subyacente. Esta subió seis décimas en febrero, hasta el 3% interanual.
Entre los bienes que más han subido en febrero frente a enero figuran las frutas (3,4%) o el pan y cereales (1,5%), así como los carburantes (5,4%) o los combustibles líquidos (10%).
No obstante, si se compara el precio del pan en febrero de 2022 con el de hace un año, la subida alcanza el 6,4%, los aceites y grasas el 28,1%, la leche el 8,8%, la carne de ovino el 9,5% y los cereales o sus derivados (que supuestamente pueden subir más por la guerra de Ucrania) han subido un 8,2%. Mientras, la calefacción, el alumbrado y la distribución de agua se ha encarecido un 51,7%.
Esto es una muestra de cómo la inflación afecta a todos los ciudadanos pero es más difícil de sobrellevar por los hogares más vulnerables. Tanto es así que es bien conocido que los economistas se refieren a ella como el impuesto silencioso a los pobres.
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