La desconfianza se empieza a convertir en prisas por vender. Los inversores dan por hecho que el Banco Central Europeo (BCE) tendrá que acelerar su calendario de retirada y ellos corren para adelantarse. El cierre de posiciones sobre bonos soberanos dispara con fuerza su coste hasta el punto de que comienzan a señalar a junio como posible escenario de la primera subida de tipos de interés en la Eurozona desde 2011.
De momento, lo que ha hecho saltar las alarmas ha sido solo un cambio en el tono del discurso de Christine Lagarde, la presidenta del BCE. Sin embargo, los inversores ya llevaban semanas con la mosca detrás de la oreja. El hecho de que la exministra francesa haya evitado deliberadamente pronunciar que los tipos de interés seguirán en su mínimo histórico del 0% hasta final de año a esta orilla del Atlántico ha sido para muchos argumento más que suficiente.
Tanto que, si hasta ahora las previsiones más agresivas de retirada de estímulos no planteaban una primera subida de tipos hasta la vuelta del verano, ahora se pone sobre la mesa la posibilidad de que el movimiento llegue en solo cuatro meses. Una tesis de la que se desmarcan las grandes firmas de inversión, pero que podría resultar más factible en seis semanas, pues la propia Lagarde ha utilizado su nuevo tono hawkish para emplazar al mercado a la próxima reunión de la institución, prevista para el día 10 de marzo.
Para Annalisa Piazza, analista de renta fija de MFS Investment Management, el encuentro del mes que viene será "crucial" para establecer el calendario definitivo. Sin embargo, hay firmas convencidas de que "los halcones han ganado", como es el caso de Bank of America, que ya estima el fin de las compras de deuda para julio y subidas de tipos en septiembre y diciembre de este año.
Donde más consenso hay en torno a la subida de tipos es en la tasa de facilidad de depósito, que marca el coste o rendimiento que asumen las entidades financieras por guardar su dinero durante un día en la caja fuerte del banco central del euro. Si hasta el último discurso de Lagarde la banca estaba descontando un incremento de tipos desde el -0,5% hacia el entorno del -0,3%, ahora empieza a apuntarse ya hacia un 0% para fin de año.
Una cosa y la contraria
Los analistas subrayan que los nervios están a flor de piel en el mercado secundario de deuda soberana, por lo que cualquier palabra o movimiento es más que susceptible de desencadenar una rápida y amplia reacción. Este jueves, lo que más desconcertaba a los inversores era la desconexión entre el comunicado emitido por el BCE, sin apenas cambios frente a su redacción de diciembre, y la falta de concreción al respecto en las palabras de Lagarde.
Una falta de sintonía que, de momento, ha prendido la mecha de la retirada de posiciones. Y es que, si el primer repunte de tipos de interés en la Eurozona se adelanta a junio, el programa de compra de deuda APP debería llegar a su fin en mayo. Solo dos meses después del vencimiento del Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP) desplegado por la institución monetaria en marzo de 2020. Aunque en este caso su caducidad sí que lleva tiempo anunciada y -aún más- prevista.
Este exigente calendario de retirada viene determinado porque en lo que sí que ha insistido Lagarde es en que en todo momento se procederá a una retirada progresiva de las herramientas desplegadas a lo largo de esta crisis y la anterior para sostener la economía de la Eurozona. “Seguiremos la secuencia que nos hemos marcado”, ha señalado después de insistir que “no vamos ser complacientes, pero tampoco vamos a iniciar precipitadamente un proceso” de tapering.
La “secuencia” no es otra que acabar con las compras de deuda antes de empezar a subir tipos de interés. Y, después, haber avanzado ya en este proceso de refuerzo de las tasas oficiales del euro para abrir el melón de la reducción del balance de la institución, que actualmente acumula títulos de deuda soberana por el equivalente a un 82% del PIB de la región de la moneda única.
Con la batería de previsiones macroeconómicas de primavera que verán la luz en marzo, el foco estará en la evolución de precios de la cesta de la compra. Para Konstantin Veit, gestor de carteras de Pimco, la mayor gestora mundial de renta fija, "si las proyecciones de inflación, que ya son razonablemente halagüeñas, se revisan al alza para 2023 y 2024, es probable que el BCE contemple una vía de salida algo acelerada".
En este caso, la firma estadounidense maneja una primera subida de tipos de 10 puntos básicos en julio, lo que adelantaría "el fin de las compras netas de activos para abril". Un calendario que daría a la institución monetaria más margen para calibrar y analizar las consecuencias de cada uno de sus movimientos.
Adelantarse a la retirada
Aunque, al igual que la Reserva Federal de EEUU (Fed), el BCE no quiere dejar de contar con el efecto sondeo que aporta el forward guidance para evitar un tropiezo, la inflación aprieta. Y es que los miembros del banco emisor no han tenido problema en mostrar su “sorpresa” al constatar que el coste de la vida se disparaba un 5,1% en enero, hasta un nuevo máximo histórico.
Mientras el vuelo de los halcones -como se acostumbra a denominar a los defensores del endurecimiento de las políticas monetarias- parece cada vez más bajo sobre la sede del BCE en Fráncfort, los inversores siguen acelerando su rotación de carteras. A más presión vendedora sobre los bonos soberanos, menos valoración, más rentabilidad y, por tanto, más coste para sus emisores.
Si bien los rendimientos alcanzados tras la última sorpresa del BCE suponen cotas fácilmente asumibles por los estados, las cosas podrían empezarse a complicar si en los próximos meses la retirada del BCE se acelera y deja de estar al otro lado de la ventanilla dispuesto a comprar. Algo que complicaría sobremanera el objetivo de muchos países, incluido España, de profundizar en la rebaja del coste medio de su deuda soberana y de la factura de sus intereses.
De momento, este jueves se han visto tipos desconocidos en los últimos tres años para buena parte de los bonos de gobiernos europeos. Los papeles a diez años emitidos por el Tesoro Público han llegado a marcar rendimientos del 0,975%. Una cota un 23% más abultada que en la víspera.
La peor parte en términos relativos se la ha llevado el 'bund' alemán, el de referencia en la Eurozona para calcular la prima de riesgo de los demás países. Su rentabilidad ha saltado desde el 0,035% de la víspera hasta el 0,159%. Más del cuádruple de un día para otro.
El ascenso ha sido tan vertical para aviso de lo que se podría avecinar que ha superado con holgura las cotas alcanzadas el pasado 19 de enero, cuando por primera vez en los últimos 32 meses marcó rendimientos positivos. De hecho, desde enero de 2019 no se había exigido una rentabilidad tan alta por confiar los ahorros al Estado alemán.
De momento, las primas de riesgo se mantienen estables, pues Lagarde ha pillado por sorpresa a todos tras el comunicado emitido en consenso con sus colegas en el Consejo de Gobierno del BCE. Sin embargo, los economistas avisan de que si definitivamente la institución se retira de las compras llegará el momento de que cada bono tome su rumbo y las cosas se compliquen para aquellos países más endeudados.
"El BCE no puede dejar de hacer su trabajo rigurosamente porque haya muchos países muy endeudados en la Eurozona", según explica Hernán Cortés, socio de Olea Gestión. En su opinión, la prima podría ensancharse hasta los 120 o 150 puntos básicos, "lo uqe llevaría la rentabilidad de nuestro bono a diez años hasta el 2,2% o 2,5%" a final de año.
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