El primer ministro holandés, Mark Rutte, (La Haya, 53 años) ni se ha inmutado cuando los periodistas le preguntaron varias veces este viernes si se identifica con la imagen del villano, el malo de la película que bloquea las ayudas a Italia y España e impide aprobar el fondo de reconstrucción de la UE. El 'Doctor No' que lidera el bloque de los países frugales nórdicos (Holanda, Austria, Suecia, Dinamarca y a veces Finlandia), pero que está dispuesto incluso a vetar en solitario un acuerdo si hace falta. "No estoy hecho de mazapán y puedo gestionar la presión", ha declarado.
No es nada personal ni contra Pedro Sánchez ni contra Giuseppe Conte. "Somos buenos amigos. Puede que no estemos de acuerdo en todo, pero nuestra relación es muy fuerte", dice el primer ministro holandés de su homólogo italiano. En plena crisis diplomática con Holanda al principio de la pandemia, el presidente del Gobierno aseguró también que mantenía una "extraordinaria relación" con Rutte.
Pese a ello, los tres han chocado en la primera sesión plenaria del Consejo Europeo en el que se discute el fondo anticrisis de 750.000 millones para responder al Covid-19. Rutte ha insistido en pedir una supervisión reforzada sobre España e Italia para controlar que hagan las reformas mil veces prometidas y siempre aplazadas. Sánchez y Conte le han replicado que no aceptarán que se endurezcan las condiciones.
En público, el líder de los nórdicos aparece siempre como una persona afable, quizá un poco gris y aburrido, pero que no pierde nunca su sangre fría. El primer ministro holandés es la personificación del principio de frugalidad y sobriedad que predica en la vida pública. Una de las imágenes virales de la semana muestra al primer ministro portugués, António Costa, esperando a su vehículo oficial mientras por detrás pasa Rutte en bicicleta minutos después de la cena de trabajo que ambos mantuvieron el lunes en La Haya.
El primer ministro holandés usa diariamente la bicicleta para ir a su oficina, vive en el mismo modesto apartamento que compró tras graduarse y conduce un Saab de segunda mano cuando aparca las dos ruedas. Se declara "un soltero feliz".
Pese a su trabajo de primer ministro, Rutte ejerce dos horas a la semana de profesor en una escuela de secundaria de La Haya, donde enseña holandés y estudios sociales. Durante el confinamiento, siguió las reglas de su Gobierno y no visitó durante semanas a su madre gravemente enferma en una residencia: sólo estuvo con ella la noche en que murió.
Sin empatía
Nunca se esconde a la hora de argumentar el porqué de su oposición (o de las restricciones que quiere imponer) a las ayudas a España e Italia: dice lo mismo a su opinión pública que a la prensa de España o de Italia. Su nivel de transparencia está a años luz de la opacidad que exhibe por ejemplo Sánchez en las negociaciones de la UE. Una manera de hablar franca y directa típicamente holandesa y que entre los sureños se confunde fácilmente con arrogancia e incluso agresividad.
De hecho, su ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra, se vio obligado a disculparse tras la ola de indignación general que provocaron unas declaraciones, en el punto álgido de la emergencia sanitaria, en las que culpaba a España o Italia de no haber aprovechado los años de bonanza económica para poner en orden sus cuentas públicas y poder afrontar ahora con garantías la crisis del coronavirus. "No he mostrado suficiente empatía", dijo.
Pero la posición de fondo no ha cambiado: Rutte sostiene que si Madrid o Roma tienen ahora problemas es porque no hicieron las reformas cuando tocaba. Unas reformas que sí ha hecho el Gobierno holandés, por ejemplo retrasando la edad de jubilación, y por eso ahora goza de margen presupuestario suficiente para afrontar la crisis del Covid-19 sin tener que pedir dinero en la UE, alega el primer ministro.
"En Europa, ha habido un desequilibrio desde hace bastante tiempo entre los países que han hecho reformas, especialmente en cuestiones esenciales como las pensiones y el mercado laboral, y los países que han hecho menos. La línea divisoria entre los países que piden ayuda y los que pagan por la ayuda es prácticamente la misma que entre los países que no han hecho suficientes reformas y los que sí", dijo Rutte el martes en su Parlamento.
"Necesitamos una Europa más fuerte, pero una Europa más fuerte también significa que los países que se han quedado atrás en términos de reformas laborales o de pensiones deben intensificar sus esfuerzos", repetía al llegar a la cumbre este viernes. "Si quieren préstamos e incluso subvenciones, es lógico que yo pueda explicar a la gente en Holanda y que a cambio esas reformas se han producido, y no únicamente promesas de que se llevarán a cabo", alega el primer ministro. La desconfianza es total.
Por ello, Rutte reclama para su país poder de veto sobre los planes de reformas de España e Italia. Es decir, que Holanda en solitario pueda no sólo tumbar el plan de Sánchez sino también paralizar el pago de cualquier tramo de ayudas si considera que no ha cumplido los ajustes prometidos. Si su país asume deuda nueva para ayudar a España, debe poder controlar de forma férrea hasta el último detalle cómo se gasta el dinero, sostiene.
A su juicio, el objetivo último tiene que ser que Sánchez y Conte hagan sus economías más productivas y resistenes para que en la siguiente crisis no tengan que volver a pedir ayuda a la UE.
Madrid y Roma no usan las ayudas
El Gobierno holandés recuerda que el Eurogrupo ya aprobó a principios de abril un primer plan de rescate por valor de 540.000 millones de euros. Y le sorprende negativamente que ni España ni Italia hayan solicitado ayuda al fondo de rescate de la UE (MEDE), pese a que ambos países negociaron duramente para que no hubiera condicionalidad de ningún tipo si el dinero va a sanidad. España podría acceder a 24.900 millones de euros, pero Sánchez se niega por el "efecto estigma" de un rescate.
Cuando se le reprocha que su intransigencia está haciendo que se dispare el euroescepticismo en Italia y España, Rutte recuerda que él también tiene populistas en su Parlamento, como los ultras Geert Wilders y Thierry Baudet, que hacen campaña contra las ayudas a Madrid y Roma. Rutte se enfrenta a unas elecciones en marzo de 2021 y su línea dura en la UE ha subido su cotización en las encuestas y ha frenado a los partidos más radicales.
El primer ministro holandés es, junto a la canciller Angela Merkel y el húngaro Viktor Orbán, uno de los más veteranos en el Consejo Europeo. Llegó al poder en 2010 y ha liderado tres Gobiernos de coalición de colores muy distintos. El primero, con los democristianos y el apoyo externo del propio Wilders. El segundo, con los laboristas. Y el actual, el más difícil de formar, con democristianos, liberales progresistas y cristianos progresistas.
Su padre era comerciante y su madre secretaria y él es el menor de siete hermanos. Estudió historia en la universidad de Leiden y su vocación política es temprana: se convirtió en presidente de las juventudes liberales a los 21 años. Entre 2002 y 2006, fue secretario de Estado de Empleo y Asuntos Sociales y después de Educación y Cultura en los Gobiernos liderados por el democristiano Jan Peter Balkenende. En 2006 llegó a la presidencia del partido liberal VVD.
No obstante, antes de ocupar ningún cargo público, trabajó durante 10 años en la empresa privada. En concreto, en el departamento de recursos humanos de la multinacional Unilever. Todavía hoy, Rutte sostiene que no quiere ser político profesional durante el resto de su vida.