La historia que publicamos en EL ESPAÑOL sobre cómo Sebastián Albella asesoró al Popular durante la ampliación de capital del año pasado -justo aquella contra la que arremeterán muchos de los accionistas afectados- y sobre cómo se inhibió en las decisiones relacionadas con el banco durante los momentos más peliagudos de su desplome, es extraordinariamente reveladora.
Durante las últimas dos semanas, una de las preguntas más frecuentes sobre la caída del banco y la venta al Santander por un euro ha sido por qué el regulador no bloqueó temporalmente las posiciones bajistas del Popular como sí hizo con las de Liberbank, y por qué no suspendió la cotización de la entidad en ningún momento a pesar de que la fuga masiva de depósitos hablaba, claramente, de una situación de pánico bancario. Lamentablemente, estas nuevas revelaciones no son importantes porque arrojen certezas sobre la actuación del regulador, sino porque introducen nuevas dudas sobre sus motivos.
Albella decía en Oviedo hace pocos días que prohibir las posiciones bajistas en la asturiana Liberbank "parece que dio resultado" porque tranquilizó a un mercado "nervioso". ¿Más nervioso de lo que estaba con el Popular? ¿Más nervioso que en un escenario que provocó una fuga de depósitos que afectó incluso a la paciencia de ayuntamientos y comunidades autónomas y que terminó abocando al achatarramiento de sus acciones y a una oscura venta de madrugada? Sobre la no prohibición de las posiciones cortas, Albella ha ofrecido explicaciones. Ha defendido que la situación de las bajistas en Liberbank se debía a factores "exógenos", mientras que en el Popular las posiciones cortas venían de antiguo. A muchos accionistas que lo han perdido todo estas explicaciones no les han parecido suficientes.
El reconocimiento de Albella sobre cómo se inhibió "en todos y cada uno de los acuerdos y resoluciones adoptados por la CNMV sobre el Banco Popular" desde que preside la institución podría ser considerado, en otras circunstancias, como una señal de buen gobierno y respeto por las normas. El problema hoy es que la inacción aquí se nos presenta como una acción. No hacer nada fue una decisión trascendente para el futuro del banco.
El precio de la opacidad
Abella fue deliberadamente opaco a la hora de indicar a qué empresas del Ibex asesoró antes de su nombramiento. Efectivamente, puso unos nombres en una 'caja negra' y prometió que se inhibiría cuando le tocase. Es de justicia reconocer que así fue y que ha reconocido su relación con el Popular y detallado en qué consistió cuando le hemos preguntado. El problema es que nada nos garantiza que la decisión de no tomar ninguna decisión sobre el Popular no tuviera como objetivo preservar la imagen de independencia del antiguo socio del bufete Linklaters. Cabe preguntarse si la decisión del regulador de no intervenir en el Popular pudo estar motivada, siquiera de forma tangencial, con un intento de proteger a su presidente.
Las dudas de PSOE y Podemos sobre el nombramiento de Albella quedan ahora justificadas. La nutrida lista de operaciones en las que Albella participó proyecta, hoy más que nunca, una sombra de duda sobre cuál será la actitud del regulador cuando le toque volver a inhibirse en algún caso.
¿Puede permitirse la CNMV tener un presidente que se baja del coche cada vez que vienen curvas? Ésa es la cuestión clave a resolver en este debate.
La contradicción de inhibirse y contribuir
El máximo responsable del regulador ha afirmado también algo extraño. Ha dicho que su inhibición es "perfectamente compatible con haber prestado junto con el resto de miembros del Consejo y directivos de la CNMV la máxima atención al caso y con haber colaborado en su seguimiento, contribuyendo a que los criterios aplicados hayan sido en todo momento los más apropiados".
¿Entonces se inhibió o contribuyó al caso? En la magnífica serie Billions, un extraordinario retrato de una lucha de poder entre un agresivo fondo de inversión y la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, que lucha contra los casos de información privilegiada en Wall Street, el fiscal se ve obligado a inhibirse, por cuestiones personales, del caso que mueve la trama. Pero eso no le impide seguir intentando manejar los hilos de la investigación desde fuera, con caótico resultado.
No está claro si éste fue el caso de Albella, pero el PSOE ya ha solicitado su comparecencia en el Congreso y lo más normal es que abunde en sus explicaciones. Estaría bien que ofreciese algo más de luz, porque el caso del Popular se está enfangando y empieza a asemejar a unas arenas movedizas que se tragan todo lo que tocan.
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