El pasado lunes desayunamos con la previsión del desplome del Producto Interior Bruto (PIB) para este año por el Banco de España: la caída llegará al 13%. Inmediatamente he recordado a analistas amigos, como Juanma López Zafra, que habían apostado por una horquilla entre 12-15% de caída del PIB este año. Instintivamente, mi mente ha volado a Grecia. No soy la única. Cada vez resuena más en redes sociales la memoria de los tres rescates y, sobre todo, la evolución política de Tsipras y Varoufakis a lo largo de la gran recesión vivida por el país heleno.
Repasando los datos económicos de la crisis griega, su tasa de crecimiento del PIB negativa más acusada se remonta al año 2011, cuando alcanzó un -9,1%. Hay una diferencia notable, esa tasa estaba en negativo desde el 2008. En total, Grecia acumuló seis años con tasas de crecimiento del PIB negativas. Eso es mucho desgaste. Así que el bajón del 2011 cayó como un aguacero sobre un terreno ya inundado.
Los tres rescates tuvieron lugar en los años 2010, 2012 y 2015. En agosto del 2018 Grecia salió del mecanismo de rescate y, por tanto, dejó de ser un país tutelado por la famosa troika, compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
En total se desembolsaron 203.770 millones de euros, aportados por el MEDE y el FMI, y sirvieron para levantar la economía griega, recapitalizar el banco central y la banca en general y restañar parte de la confianza perdida. Hoy Grecia tiene superávit en las cuentas públicas (a diferencia de España) y su economía crece, aún muy tímidamente.
La factura salió carísima: una destrucción de riqueza del 25%, una escalada del desempleo que rondaba el 28%, catorce recortes en las pensiones, subidas en los impuestos, rebajas en el listón de ingresos mínimos para pagar impuestos, y una deuda pública que, en 2018, era un 188% del PIB griego. Es decir, el horizonte temporal que se plantea el Gobierno griego para recuperarse y rebajar la deuda pública al 2% es de 42 años. Un par de generaciones de griegos van a vivir esclavizados por el lastre de la deuda.
El horizonte temporal que se plantea el Gobierno griego para recuperarse y rebajar la deuda pública al 2% es de 42 años
En estos 10 años de tutela hemos visto, además, cambios políticos insospechados. El más llamativo fue el breve romance político de la pareja del momento: Tsipras y Varoufakis, quienes, como presidente del Gobierno y ministro de Economía respectivamente, protagonizaron una breve efervescencia de rebeldía frente a las exigencias de la troika.
Los ajustes estaban siendo muy severos y los ciudadanos estaban muy revueltos. Nada más empezar el año 2015, los dos protagonistas ganaron las elecciones generales con un programa anti-austeridad. Recuerdo a Pablo Iglesias viajar a Grecia para salir en un rincón de la foto.
"La promesa comunista está cerca, camaradas", debía pensar. Hacía exactamente un año que el diario Público había publicado el manifiesto fundacional de Podemos, Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, en el que se manifestaba la necesidad de ofrecer soluciones de izquierda opuestas a la recuperación trazada por la Unión Europea.
A los cuatro meses, habían obtenido un éxito sin precedente en la elecciones europeas y Pablo Iglesias estaba en la cresta de la ola. Nada hacía presagiar que siete meses después Yanis Varoufakis dimitiría y que Alexis Tsipras se haría cargo de aplicar todas las medidas y recortes del proceso de tutela, hasta el año pasado. ¿Es consciente Pedro Sánchez de que el rechazo a la ortodoxia europea está en las bases fundacionales del partido de su co-presidente?
Porque en breve vamos a recurrir a la Unión Europea para achicar el agua de los efectos económicos de la pandemia. La situación de España es peor que la de Grecia de entonces porque el entorno de la crisis en esos momentos era más amable.
Naciones como Alemania, Polonia, Holanda y otras, se recuperaron antes porque aplicaron medidas de austeridad desde el principio, en lugar de diferir en el tiempo el doloroso remedio, y aportaron músculo a la UE.
Otros países de nuestro patrón económico, como Portugal o Irlanda, que sufrieron mucho más que nosotros, salieron mejor parados tras el rescate. Pero, ahora toda Europa está bloqueada. Nuestros socios europeos se preguntan, con razón, qué hemos hecho nosotros con nuestro crecimiento económico estos años para que la pandemia nos pille en tan precaria situación. No hay despensa.
En breve vamos a recurrir a la Unión Europea para achicar el agua de los efectos económicos de la pandemia
¿Qué pasará cuando acabe el verano y la quiebra turística sea inasumible? ¿Vamos a exigir que los ciudadanos de aquellos países que mejor sepan capear el temporal financien la falta de sensatez económica de un Gobierno débil como el de Sánchez y Pablo Iglesias?
Tanto si la solución europea son los eurobonos, como si es cualquier otra, la España del dúo Sánchez-Iglesias carece de credibilidad. Imaginando que antes de verano España comience a recibir ayudas, ¿tienen claro qué es absolutamente urgente y qué no lo es? Porque mi presunción es que van a comprar apoyos para seguir donde están.
¿Hará Iglesias "un Varoufakis" cuando vea que no hay donde rascar? Porque los análisis más avezados, como el que hace Javier Santacruz acerca del ingreso mínimo, ponen de manifiesto que uno de los principales problemas es el caos de la estructura de protección social de nuestro país. No es la medida, es el campo en el que se siembra. Y, como ese ejemplo, todo lo demás.
¿Hará Iglesias 'un Varoufakis`' cuando vea que no hay donde rascar?
Cuando llegue el nuevo curso, llevaremos varios meses de desconfinamiento. Es posible que hayamos padecido algún repunte de Covid-19, que se haya tenido que ralentizar la actividad económica. No seremos los únicos en Europa. Y los ingresos del turismo serán una tragedia para los españoles, que veremos la economía desangrarse por esa herida.
Un 13% de destrucción económica en un año. ¿Cómo salir de esta situación tan problemática? Yo no creo en más líder que uno mismo. Me conformo con un gestor que no mienta, con credibilidad, sin aspavientos, exento del narcisismo de uno y el mesianismo del otro. Una persona con sentido común, por favor.