En las primeras semanas de la expansión de la pandemia del Covid-19, estuvo muy extendida la idea de que los países más afectados eran “aquellos que tenían un número mayor de turistas”: China, España, Italia, Francia y EEUU.
Como suele ocurrir en episodios novedosos y sobre los que no se ha podido profundizar sobre las verdaderas causas que explican el por qué, la pandemia ha golpeado más a unos países que a otros. Los análisis basados en una sola variable serán incompletos para los que buscan respuestas a esa pregunta tan compleja.
Otros análisis de una sola variable sobre esa misma pregunta han utilizado la temperatura, la latitud, la renta per cápita, la contaminación, el grado de industrialización, la densidad de población, si son islas o no, etc. Y probablemente todos son incompletos. Cuando todo termine, habrá tiempo de llevar a cabo análisis estadísticos multivariantes para asignar significatividad a las diferentes alternativas barajadas u a otras que puedan surgir en el futuro.
El “número de turistas” era un candidato lógico, pues de lo que no hay duda es de que este virus se ha propagado en avión, como se propagó a través de los barcos la peste del siglo XIII. Pero lo cierto es que hay muchos ejemplos de países y regiones donde la explicación de la transmisión basada en los flujos turísticos exclusivamente no se sostiene.
Sin ir más lejos, en el caso de las regiones españolas, esa correlación es muy débil: regiones con fuertes movimientos turísticos, como Baleares, Canarias, Andalucía o Murcia, han tenido una incidencia viral relativamente más baja. Lo contrario ha ocurrido con regiones como Castilla y León y Castilla La Mancha, con bastante impacto pese a su menor exposición a visitantes extranjeros.
Si miramos al entorno internacional, estamos acostumbrados a leer sobre los países más afectados, pero se habla poco de los países que se han defendido mejor, o han tenido más suerte, con la incidencia del corona virus. En la Tabla 1, sin ánimo de ser exhaustivo, pongo algunos ejemplos de países “exitosos”, dentro de cada continente.
En el caso de Asia oriental, pese a ser el origen de la pandemia, resulta fácil y llamativo encontrar a países muy cercanos a China y con fuerte presencia turística que han tenido una baja incidencia de la pandemia.
El ejemplo más claro es Vietnam, que recibe 15 millones de turistas al año, cinco de ellos de China, y que apenas ha tenido casos. Pero también Tailandia, el octavo destino turístico del mundo, con cerca de 40 millones de visitantes y que también ha ido muy bien. Y, aunque no están en la lista, Malasia e Indonesia también han sido países relativamente exitosos frente al Covid-19.
En Oceanía, Nueva Zelanda apenas ha tenido 1.500 casos y a Australia no le ha ido mucho peor. Cuando nos movemos a otros continentes resulta más difícil encontrar ejemplos tan exitosos. Al menos, si queremos combinar tanto el número de casos absolutos, como el porcentaje sobre la población.
En África, lo que resulta curioso es que, de la lista de los países menos afectados, muchos tienen un peso turístico relevante, al menos si se compara con el resto del continente: Botsuana, Kenia, Túnez….
En América, los países exitosos son los más cerrados al exterior, como Paraguay y Venezuela, que han controlado bien la pandemia. Uruguay -pese a estar rodeado de países gigantes, uno de ellos con el segundo mayor número de casos del mundo, y ser un importante destino turístico-, ha aguantado bien.
En Europa, es difícil encontrar países de verdadero éxito. Si quitamos los países minúsculos, es muy difícil encontrar a algún país europeo entre los primeros 100 del mundo con menos casos. Y, si lo hacemos en términos de la población, todavía peor, pues San Marino, El Vaticano, Mónaco o Andorra han tenido un porcentaje de casos per cápita muy elevado.
Pese a ello, podemos encontrar, más allá de Montenegro, que es un país muy cerrado, algunos países que han sido muy exitosos dentro de Europa, aunque no lo son tanto si se les compara con los del lejano Oriente: Chipre, Grecia, Eslovenia, Eslovaquia. Algunos de ellos, como Grecia y Chipre, tienen una elevada dependencia turística.
¿Y cuál es la razón del éxito de unos y de otros sabiendo la vinculación (o ausencia de la misma) con el turismo? ¿no es el hecho diferencial? La clave es el control de fronteras. Vietnam cerró su frontera con China el 1 de febrero, cuando sólo habían registrado ¡2 casos! Y con el resto de los países las cerró en marzo.
El cierre de fronteras es común a otros modelos exitosos, como el coreano, pero en Europa o América no existe, o al menos no existía, la cultura para llevar a cabo una medida tan radical con un número bajo de casos confirmados.
Control de fronteras. El concepto “control de fronteras” es muy genérico. Y conviene entrar en los detalles. Hay un concepto radical, que es evitar la entrada de personas desde el exterior, el cierre a cal y canto. Y luego hay otras alternativas, que paso a comentar brevemente:
- Cuarentena: se trata de confinar a los visitantes exteriores durante el periodo de incubación del virus: dos semanas aproximadamente. Esto puede valer para repatriar a residentes en el exterior que quieran volver a su país de residencia, pero no es un modelo de control de fronteras compatible con el turismo. En la práctica, equivale a decir que no vengan.
- Lista de países de riesgo (pasaporte): no funciona porque dentro de cada país hay mucha heterogeneidad y, además, puede haber residentes en países muy afectados que tengan el pasaporte de países limpios, lo que tendría riesgos.
- Corredores sanitarios: requiere la “doble coincidencia” de incidencia. Vale para los movimientos dentro de un país entre dos regiones que hayan alcanzado un nivel de limpieza del virus semejante. Pero es difícil y arriesgado establecerlo entre países.
- Control de temperatura: ya sabemos que sólo el 10% de los infectados desarrolla síntomas, como la temperatura y que, además, lo hacen con retraso. La clave es detectar a los asintomáticos, que son los mayores propagadores, y hacerlo a tiempo.
Descartando todas las opciones anteriores, la única alternativa compatible con reactivar el turismo internacional de forma segura es el “pasaporte sanitario”.
El “pasaporte” sanitario. Al contrario de la lista anterior, que se basa en los controles a la entrada, el pasaporte sanitario se realiza a la salida, es decir, antes de embarcar. Se trata de que 24 horas de tomar un vuelo, el viajero se someta a un test PCR, cuyo resultado recibirá en un código en su teléfono móvil el mismo día del embarque.
Si es negativo, el viajero podrá viajar sin problemas, sin restricciones de uso del avión, y con mascarilla como precaución. Al ser negativo, los hoteles de destino, que habrán hecho el mismo test a todos sus trabajadores, podrán ofrecerle un servicio mucho más abierto que el que planean ofrecer en la actualidad: uso de piscinas, lugares comunes, comedores, gimnasios.
¿Qué ocurre con el pequeño porcentaje de viajeros que resulten positivos en el test? Las compañías les devolverán el 100% de su billete (el overbooking puede limitar este coste).
Deberán ser confinados en su lugar de residencia, algo más fácil que confinar en el destino, y al terminar su ciclo, se les hará un test serológico para ver si son inmunes, lo que les posibilitará un “pasaporte de inmunizado” que le permitirá viajar sin necesidad de repetir el test.
De esta forma, el pasajero no queda “estigmatizado”, como muchos señalan. Por el contrario, tendrá ventajas con su estatus de inmune. Pese a su nombre, el “pasaporte sanitario” se aplicará a todos los viajeros en avión. Es decir, será necesario para todos los peninsulares que quieran viajar a Canarias o Baleares o a otros destinos de la Península. Además de favorecer el intercambio seguro de turistas, el “pasaporte sanitario” ofrece otras ventajas:
- No tiene impacto presupuestario, pues el test lo paga el usuario, incorporando ese coste a los costes del viaje.
- Mantiene a Baleares y Canarias como destinos turísticos seguros, de cara al invierno que es una temporada relevante en la Islas, sobre todo Canarias.
- Evita los costes de confinamiento en destino y los costes de repatriación.
- Proporciona en tiempo real una valiosa información estadística de un posible rebrote. Frente al modelo actual de detectar rebrotes tardíos a personas que presentan síntomas, la evolución de los datos diarios de asintomáticos sería un perfecto indicador adelantado de que algo no va bien en el país de origen y, con técnicas de rastreo, se podrían contener desde el origen posibles rebrotes.
Alguien puede pensar que no existe capacidad de hacer test a tantas personas en un día. Esto puede ser un problema. En la Tabla 2 pongo los datos de movimientos turísticos de los principales países europeos hacia España en 2019.
Dependiendo del país, se trata de 15.000-60.000 viajeros al día en un año normal. Pero es evidente que este año no todos vendrán y sólo recibiendo a la cuarta o quinta parte ya se podría salvar la temporada veraniega.
Soy consciente de que una propuesta de este tipo producirá controversia porque, como decía al principio, los países de Occidente somos muy reacios a los controles en frontera. Y así nos ha ido. También requiere un importante y difícil esfuerzo de coordinación: sería poco exitosa si la impone un país unilateralmente. Pero es cuestión de abrir el debate. Y hacerlo pronto.