Por supuesto, los últimos datos de déficit no son buenos. En realidad, en los próximos meses se podría decir lo mismo de cualquier variable económica, especialmente si comparamos con el pasado 2019. Pero, y ojalá podamos decir esto también de todos los datos económicos, afortunadamente, no son catastróficos. Y lo más importante de todo, estos datos tienen un componente coyuntural muy importante, luego lo explicaremos.
Los datos acumulados de déficit público entre enero y junio, para todas las Administraciones Públicas salvo los ayuntamientos, han supuesto pasar de un déficit del 2,07% del PIB a un déficit del 6,12% del PIB.
Lo primero que hay que aclarar es que el déficit aumenta debido a que se toma un PIB inferior, que es en lo que se estima que caerá el PIB a fin de año. Esto por una parte presupone un mínimo de optimismo, porque la Intervención General de la Administración del Estado estima que la caída del PIB será de un 10%, y en los dos primeros trimestres, como seguramente conoce el lector, la caída interanual fue del 22,1%.
Los últimos datos de déficit no son buenos, especialmente si comparamos con el pasado 2019. Pero, afortunadamente, no son catastróficos
Pero, en cuanto se pueda reabrir el PIB se recuperará y absorberá parte de la caída, y además, esto poco tiene que ver con la gestión de los ingresos y gastos públicos. Por una vez, es casi preferible tomar los datos en bruto, y ver que el déficit pasa de 25.786 millones de euros en el primer semestre de 2019 a 68.524 en los seis primeros meses de 2020.
Esto supone que ha habido que emitir deuda pública adicional por 43.000 millones de euros sólo para cubrir el déficit. Para que nos hagamos una idea, la deuda pública española a finales de junio era de unos 1,29 billones de euros. El incremento del porcentaje de deuda sobre PIB tiene mucho más que ver con la caída (fundamentalmente coyuntural) del PIB que, con un incremento de déficit, que también se ha producido.
De estos datos, lo primero que destaca es que todo el incremento del déficit se debe al Estado y a la Seguridad Social. Es cierto que las comunidades autónomas han tenido un incremento muy importante del gasto en sanidad, y que ahora deberán hacer frente a mayores gastos en educación. Pero todo esto se ha compensado por el Estado, tanto adelantando fondos de la financiación ordinaria, como a través del 'Fondo extraordinario de prestaciones básicas de servicios sociales y del programa de prestaciones sanitarias y farmacia', lo que ha supuesto que en el primer semestre de 2020 el conjunto de CCAA ha reducido el déficit respecto a 2019.
En estas circunstancias, las comunidades autónomas deben gastar todo lo que sea necesario para prestar una educación segura, y también para reducir el número de contagios de Covid y rastrearlos y trazarlos.
El coste de todo lo que se gasten en estas dos cuestiones esenciales es muy inferior al de una expansión sin control del coronavirus, que obligue a un posterior confinamiento. Y éste sería un coste en vidas humanas, pero también en recuperación y económica, y por lo tanto en ingresos públicos muy superior a lo que se gaste en control de la pandemia de la Covid.
El coste de todo lo que se gasten en estas dos cuestiones esenciales es muy inferior al de una expansión sin control del coronavirus, que obligue a un posterior confinamiento
La segunda cuestión destacada de los datos es que tenemos un problema de gastos más que de ingresos públicos. Hasta julio, según datos de la Agencia Tributaria, la recaudación por impuestos cayó un 12,3% lo que es una caída acumulada del 60% de la caída del PIB.
Si tomamos los datos en términos homogéneos, es decir ajustamos el ritmo de devoluciones al de un año normal, entonces la caída recaudatoria hasta julio sería del 7,8%, que no es pequeña, pero sí inferior a lo que cabría esperar. Del incremento de 43.000 millones de déficit hasta junio, 15.000 millones son menores ingresos y unos 28.000 millones son incrementos de gasto público.
La caída recaudatoria es más intensa en el IVA, los impuestos especiales y el impuesto de sociedades. En lo que se refiere a los impuestos indirectos, IVA e impuestos especiales, la caída es, obviamente, fruto de la caída del consumo (interno y de los turistas). En buena medida, sobre todo en el caso del consumo interno, éste es un factor coyuntural, cuando pase la pandemia, deberíamos incrementar nuestra recaudación.
Siendo honestos, lo del impuesto de sociedades es otra historia. Por una parte, es cierto que las empresas, sobre todo en algunos sectores, han soportado más el coste de la crisis que los asalariados. Sin embargo, hay empresas, incluso sectores enteros, que han tenido daños estructurales, que, incluso siendo optimistas, nos costará reparar.
Además, el propio impuesto está en crisis, y en los siete primeros meses del año, la recaudación aportada por este tributo sigue siendo negativa, ya que las devoluciones han superado a los ingresos en 1.737 millones de euros. Como señalábamos en el anterior artículo esto no sólo ocurre en España, sino que es un problema mundial, con una particular incidencia en Europa.
Con todo, buena parte de la caída de los ingresos, que podía haber sido muy superior, es coyuntural. En cuanto a los gastos, también ocurre lo mismo, buena parte de ellos están directamente ligados a la pandemia.
Hay una parte de ellos que se podrían convertir en estructurales si acaban cerrando masivamente empresas, como, por ejemplo, que los gastos de los ERTE se acaben convirtiendo en prestaciones y subsidios por desempleo. Que esto no suceda depende de la duración de la pandemia, y de la continuidad e intensidad de las restricciones.
En buena medida que los daños estructurales a la economía se limiten depende del desarrollo de vacunas, y también de la mejora del seguimiento y trazado de los contactos, así como del cumplimiento por parte de la población de las medidas anti-covid. Estas cuestiones son cruciales no sólo para la salud de muchos españoles, sino también para la economía, y en consecuencia, para la salud de nuestras cuentas públicas.
Muchos daños económicos de esta pandemia son coyunturales y todavía pueden ser reparados, aunque no todas las medidas para hacerlo dependen de las mismas personas. Recordemos que, sin salud no hay casi nada, y tampoco economía.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.