El pasado 18 de julio, en la Convención de Ciudadanos, expuse alunas de los temas que, desde mi punto de vista, ponen en cuestión el liberalismo en España. Éramos tres invitados y había poco tiempo para entrar en materia, así que me gustaría explicar con más detenimiento algunas consideraciones.
Entre otras cosas porque no me quedó claro si mis mensajes fueron lo suficientemente explícitos o quedaron oscurecidos por el confetti político de estos eventos.
Por ejemplo, expuse que una de los desafíos a los que se enfrenta el liberalismo es la exigencia política de seguir una agenda económica internacional.
Uno de los tres pilares del liberalismo en el que creo es la libertad económica, además de la necesidad de la igualdad ante la ley y la rendición de cuentas, y de la defensa de las libertades civiles de los ciudadanos sin que exista una autoridad moral, sea religiosa, como cuando antaño los obispos iban bajo palio con el dictador, o sea secular, como sucede ahora cuando se demoniza a los hombres y a las mujeres que no comparten las ideas de la ministra Irene Montero y su cohorte de sacerdotisas.
Esta libertad económica busca la emancipación de los ciudadanos del Estado, de sus familias y de todas aquellas instancias que les impidan establecer sus fines y lograrlos utilizando los medios que consideren.
La digitalización no consiste en mandar un email con un informe en lugar de enviarlo por correo interno en papel
Por supuesto que el desarrollo de esta actividad deberá estar sujeta a leyes que impidan el robo, el incumplimiento de los contratos y el abuso.
Sin embargo, hay una forma de dirigismo económico en la actualidad que blanquea cualquier atropello por cualquier gobierno de cualquier color. Es una excusa perfecta para todo. Se trata de la existencia de una agenda internacional explícita que supuestamente hay que cumplir para salir en la foto. ¿Y cuáles son las prioridades de esta agenda global? Pues, por ejemplo, la digitalización, el cuidado del medioambiente y aumentar la presencia de las mujeres en los puestos de relevancia, entre otros.
No son objetivos detestables. Yo creo que hay mujeres muy capaces desaprovechadas y hombres inútiles con “padrino”. No creo que eso haya que solucionarlo a golpe de decreto ley, ni con el dinero de todos los españoles. También creo que hay que cuidar la naturaleza, utilizar los recursos responsablemente y ser conscientes del mundo tan maravilloso en el que vivimos.
Esos valores no se enseñan con “milongas verdes” sino con esfuerzo compartido, voluntad y ejemplo. Y, dejo para el final el tema de la agenda digital. No por ser menos importante, ni mucho menos. Se trata de un desafío que puede lanzarnos al futuro o puede situarnos en el furgón de cola por décadas.
La digitalización no consiste en mandar un email con un informe en lugar de enviarlo por correo interno en papel. No consiste en cambiar el vocabulario de la oficina e introducir todos los anglicismos posibles. Se trata de una transformación integral como el gusano se transforma en mariposa. Y yo creo que, en algunos sectores, es el futuro que está prácticamente aquí.
La estructura y el tamaño empresarial es uno de los factores importantes a la hora de analizar la pertinencia de la digitalización
Por supuesto, es obvio que “el futuro” llega en diferentes momentos en función de la sociedad, de la mentalidad, de las posibilidades económicas, etc. Pero, en general, tengo cierta fe en que la digitalización bien entendida nos va a facilitar muchas cosas. La banca digital, los servicios médicos, la enseñanza, el periodismo, y muchos otros trabajos se han visto transformados gracias a este inicio de digitalización.
Es cierto que también viene con ciertas cuestiones éticas de la mano. Pero no es menos cierto que amplifica la libertad individual. Tal vez por ello, es tan temida por los Estados.
¿Deben digitalizarse todas las empresas? Yo creo que depende del sector. ¿Debe el gobierno apoyar con fondos la digitalización de las empresas? Parece bastante claro. Pero ¿cómo? Y aquí llega el dilema común de si los fines justifican los medios o hay que cuidar tanto de la pulcritud de las metas como de los caminos que se emprenden para llegar a ellas. Mi opción es no poner palos en las ruedas.
La estructura y el tamaño empresarial es uno de los factores importantes a la hora de analizar la pertinencia de la digitalización. Requiere un cambio profundo, un proceso de transición en el que la empresa incurrirá en pérdidas y tendrá que sacar “músculo” para aguantar hasta llegar al final feliz. ¿Son nuestras empresas adecuadas? No.
Para empezar porque el tamaño es muy pequeño. El sablazo fiscal cuando tu empresa crece hace que merezca la pena quedarse ahí, ser una empresa pequeña para no tener esa enorme carga. Eso sí, los políticos que alaben el crecimiento empresarial serán tachados de “vendidos” al vil capital.
Yo hablo de impulsar el espíritu inversor, que se mueve guiado por la búsqueda de beneficios y una baja aversión al riesgo
Lo peor, es que en algunas ocasiones es cierto: los juegos por debajo de la mesa entre grandes empresas que buscan privilegios y gobernantes que buscan respaldo financiero es más viejo que el hilo negro y se puso más de moda en el llamado Mercantilismo, en el siglo XVII.
No es eso a lo que me refiero. Yo hablo de impulsar el espíritu inversor, que se mueve guiado por la búsqueda de beneficios y una baja aversión al riesgo. Sin embargo, en este país se penaliza el ahorro y se favorece la deuda.
Se empieza a asumir que hay un único creador de riqueza, un único oferente de empleo, un único inversor: el Estado. Pero, incluso si dejo de lado mis principios y me pongo utilitarista, resulta que ese sistema económico estatista ha sido destructor de riqueza, de empleo, de incentivos y creador de miseria entre los ciudadanos.
A pesar de ello, para mí, lo peor es que perpetúa la dependencia de los ciudadanos del Estado, del gobernante de turno, en lugar de promover la emancipación económica de todos los españoles.
¿Merece la pena pagar ese precio para que el presidente salga en la foto y cumpla sobre el papel, con esta política de escaparate, pero que descansa sobre los hombros de los autónomos, clase media y, en fin, de los ciudadanos que levantan cada mañana el país?