Las manos de una clarividente sobre una bola de cristal.

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OPINIÓN MERCADOS

Qué difícil es predecir sin el comodín 'ceteris paribus'

En algunos períodos, predecir es más sencillo que en otros, pero ahora no es el caso.

12 diciembre, 2021 05:30

Algunas voces apuntan que los economistas son (somos) personas que intentan predecir lo que va a pasar, pero acaban justificando lo que ya ha pasado en el comportamiento de la economía y efectos derivados, que son muchos. Y no me extraña que haya esa convicción entre muchos porque predecir es bien complicado: el que consigue acertar y lo hace para sí mismo, y de manera repetida, puede contar con tener una vida desahogada, pero eso generalmente no sucede.

En algunos períodos, predecir es más sencillo que en otros, pero ahora no es el caso. Cuando llegan variables, riesgos, eventos tan disruptivos como la Covid a nuestras vidas -por mucho que podamos analizar qué y/o cómo se actuó en el pasado ante tales similares circunstancias-, difícilmente podremos encontrarnos en situaciones en las que -más allá de tener que ceñir el análisis al ceteris paribus que tanto nos vale para lo teórico- nos rodeen las mismas variables en los ámbitos sociales, productivos, financieros y de cualquier otro tipo, que permitan saber exactamente cómo actuar.

El pasado es un buen comodín, pero no siempre tiene que completar la jugada maestra cuando las cartas nos vienen demasiado descuadradas.

Powell no ha plegado rodilla fácilmente ante el resurgimiento de este nuevo evento de riesgo encarnado en ómicron

Seguimos tratando de salir de este embrollo que llegaba a nuestras vidas allá por febrero de 2020. Un mes terrible en lo que a asunción de nuevas realidades humanas se refiere y en lo que a agresiva corrección en las valoraciones y precios de activos suponía. Y aún no hay una meta clara para esta carrera. Entremedias, mucho drama y muchas otras cosas en materia de economía.

Vuelta de los bancos centrales con toda la batería de medidas monetarias, vuelta de los gobiernos con el despliegue de medidas fiscales, carrera de obstáculos en la búsqueda de soluciones en forma de vacunas, forzada y obsesiva adaptación de nuestras vidas y de los procesos económico-productivos-financieros a la nueva realidad acompañada de restricciones de todo tipo, gestión de nuevas frustraciones con la aparición de nuevas variables, etc.

Grosso modo, en eso consistió el año 2020, en buscar luces que alumbraran un camino muy oscuro, y en sobreponerse y hacerse fuertes como colectivo cuando la esperanza no nos sobraba.

Empezaba 2021 con el intencionado optimismo de muchos, esperando que fuera el año en que pudiéramos dejar esto atrás. Los fríos números de bajas y afectaciones fueron mejorando y las campañas de vacunación iban tomando forma. Pero vamos asimilando que el proceso para salir de esto no puede ser fácil.

No es como pulsar un interruptor y creer que se puede encender tiempo después para tener luz. A medida que fuimos enfrentándonos al virus y consiguiendo relativa inmunidad, las restricciones fueron menores, y se produjo una explosión de ganas y necesidad de consumir, gastar, disfrutar… vivir. Aquí es donde empezamos a importar una inflación que claramente tiene como protagonista a la demanda. Y la oferta, ¿estaba preparada? Pues no, porque no es como pulsar un interruptor.

Todo este período dejaba atrás grandes distorsiones en los procesos productivos que hacían difícil volver a estabilizar las cosas en el sentido de definirse de manera sencilla un nuevo punto de encuentro entre demanda y oferta, suponiendo que todo lo demás no cambia (ceteris paribus). Pero lo cierto es que todo lo demás ha cambiado.

Los desajustes son más que los del proceso productivo, también los encontramos en el mercado laboral

Los desajustes son más que los del proceso productivo, también los encontramos en el mercado laboral, en los costes de las materias primas, de la energía y de tantas otras cosas. Todo ello nos ha encaminado a una inflación que ha pasado a ser de oferta, pero inflación al fin y al cabo.

Y ahora esa inflación hay que controlarla, porque puede traer consecuencias mucho peores si sigue desbocándose, a la vez que recibimos noticias de nuevas olas. Es lo que ya intentábamos gestionar con preocupación para Europa hace unas semanas y, lo que es peor, tras la reciente aparición de la variante ómicron, que ha provocado ya episodios cercanos al pánico. Basta echar un vistazo a lo que pasaba en la sesión del último viernes de noviembre.

Afrontamos posibles nuevos efectos del virus, que ya no son tan nuevos para nosotros, con una inflación que ya se reconoce como no transitoria, y esto sí que es nuevo respecto a otras olas. Pero, lo que siempre coincide es la necesidad de que los bancos centrales vuelvan a ser vocales.

Powell lo está haciendo bien en este sentido, no ha plegado rodilla fácilmente ante el resurgimiento de este nuevo evento de riesgo encarnado en ómicron y sigue empeñado -como no puede ser de otra forma- en el control de la inflación. Para ello, hay que dar cierta soltura a los tipos al alza, paso a paso pero sin cambiar la hoja de ruta, al menos hasta que las actuales distorsiones puedan ir controlándose e incluso desaparecer.

El Banco de Inglaterra parece que será el primero en mover ficha, mientras el Banco Central Europeo (BCE) y su presidenta, Christine Lagarde, aún se mantienen en segundo plano, pero aquí vale mucho lo de ir viendo las barbas del vecino cortar.

Por último, un análisis tan general de las cosas en los últimos tiempos no puede obviar algo importante: la capacidad de adaptación de las empresas a toda esta nueva realidad, que se ha corroborado en los resultados empresariales que han ido saliendo en los sucesivos trimestres.

No se puede obviar algo importante: la capacidad de adaptación de las empresas

Esto es fundamentalmente lo que sigue sosteniendo a las bolsas, aunque este increíble performance se irá poniendo a prueba a medida que vayamos esperando menos apoyo de bancos centrales, tipos más altos y posibles riesgos adicionales derivados de la evolución del virus en sus diferentes variantes, con las distorsiones asociadas que ya sabemos que provocan.

Al menos, sabemos ya lo que ha pasado recientemente, y este trozo de historia sí que nos sirve para afrontar el siguiente estadio. Mucho ánimo. Vamos a cuidarnos para, al menos, seguir intentando predecir lo que venga, por difícil que siga siendo hacerlo.

***Jesús Sáez es responsable de mercado de capitales de deuda para España y Portugal de Natixis

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