Mientras millones de niños esperan con ansia que llegue el 25 para ver si Papá Noel les ha dejado algo, la comunidad científica internacional podría estar a punto de recibir un regalo mucho más importante. Tras años de retrasos y más retrasos, el día de Navidad de 2021 podría pasar a la historia como aquel en el que, por fin, se lanzó al espacio el telescopio James Webb.
Este enorme observatorio espacial, propiedad de la NASA, la ESA y Agencia Espacial Canadiense, lleva años intentando salir de nuestro planeta para empezar a cumplir su gran misión: encontrar vida extraterrestre. Pero, ya sea por H o por B, el lanzamiento se ha aplazado una y otra vez.
De hecho, el último retraso tuvo lugar ayer mismo por condiciones meteorológicas adversas. Y dado que su fecha inicial de salida estaba planificada para algún momento de 2007 (sí, hace casi 15 años), a nadie debería sorprenderle que esta Navidad tampoco tengamos suerte.
Lo importante es que, ya sea el sábado o un poco más adelante, el lanzamiento del telescopio espacial James Webb parece inminente, y su presencia en el cosmos podría dar respuesta a la que quizá sea la pregunta más importante a la que se enfrenta la humanidad: ¿existe vida en otros planetas además de la Tierra?
Su presencia en el cosmos podría dar respuesta a la que quizá sea la pregunta más importante: ¿existe vida en otros planetas además de la Tierra?
Ni cuándo se acabará la pandemia, ni qué pasa con la prima de riesgo. Para una especie minúscula que vive en un planeta diminuto ubicado en una región anodina del espacio y cuya historia resulta ridícula en comparación con la del universo, averiguar que no estamos solos pondría patas arriba nuestra comprensión sobre nosotros mismos y nos obligaría a analizar nuestra existencia con un poquito más de humildad.
No tengo ni idea de qué efectos tendría este monumental hallazgo sobre la economía y los negocios, pero, dada la actual fiebre que tienen los multimillonarios de Silicon Valley están desarrollando por la industria espacial, no me sorprendería que empresarios de todo el mundo empezaran a pensar en cómo sacar tajada de nuestros vecinos espaciales.
El CEO de SpaceX, Elon Musk, lleva años hablando de colonizar Marte, así que imagínese qué hará si descubre que tenemos vecinos fuera de nuestro sistema solar. Y ya me veo a Jeff Bezos intentando ampliar los servicios de reparto de Amazon más allá del cinturón de Kuiper y a Mark Zuckerberg tratando de conseguir nuevos usuarios de origen transneptuniano.
Pero, por supuesto, una cosa es detectar indicios de vida y otra muy distinta es encontrar otra civilización inteligente y coetánea a la nuestra. De hecho, el James Webb solo tiene capacidad para lo primero. Diseñado para 'ver' la región infrarroja del espectro electromagnético, estos registros permitirían averiguar la composición química de las atmósferas de exoplanetas y sus exolunas.
El objetivo final es detectar concentraciones inusualmente elevadas de oxígeno, que podrían ser la pista definitiva para afirmar que nuestro planeta no es el único que alberga vida. Sin embargo, ni siquiera este dato podría confirmarlo, ya que un nivel tan alto de oxígeno podría deberse tanto a actividad biológica pasada como a fuentes no biológicas.
Harían falta más estudios y, probablemente, viajar hasta allí para asegurarse de que no estamos solos. Sin embargo, la presencia de oxígeno indicaría que probablemente nos encontramos ante un exoplaneta habitable, que es justo lo que necesitaríamos si algún día tenemos que escapar de los terribles peligros del cambio climático terrestre.
Pero todavía falta mucho para eso. De momento, lo único que está claro es que el telescopio James Webb abrirá una nueva era en la exploración espacial con importantes novedades científicas, y tal vez económicas e incluso filosóficas. Y, lo siento por Papá Noel, pero eso sí que es un regalo y no los que lleva en su saco. Felices fiestas.