Eso es lo que dicen los buscadores de malos augurios, pero no hace falta irse tan lejos hacia atrás en el calendario para encontrar inicios de año igual o casi igual de malos que en 1938. Incluso peores: en enero de 2008 (como anunciando la gran crisis financiera que ya estaba en marcha, aunque permaneciera larvada para el gran púbico, y que estallaría en septiembre con la caída de Lehman Brothers), el índice S&P 500 de la bolsa de Estados Unidos bajó un 10,75%. En el año en curso, esa caída ha sido, hasta el cierre de la sesión del jueves, de un 9,22%. Con esto, y a falta de caer un 3% más, habría agotado la máxima caída que esperábamos aquí para algún momento dentro del 2022 cuando solo se auguraban tres subidas de tipos de interés en el año. ¡Ahora se esperan cinco!
Pero aún hay más. El que en las cuatro primeras semanas de 2022 el índice Nasdaq Composite (que recoge la cotización en bolsa de las empresas tecnológicas) y el índice Russell (de pequeñas y medianas empresas) hayan caído, respectivamente, 16% y 21%, desde los niveles máximos que alcanzaron en noviembre último, da idea de lo complicado de la situación. Y de lo especulado que estaba el mercado entonces.
Pero, dejando de lado la competición por ver cuál ha sido el peor inicio de año -en la que también participan años ominosos como 1978, 1988, 1998 y el ya mencionado 2008, (¡curioso tanto año terminado en 8!) sin olvidar 1938, en que el S&P 500 perdió casi el 10% también en enero-, está claro que la perspectiva no es agradable.
Tampoco hay de qué asombrarse. Llevamos acumulados 14 años de una economía global sostenida artificialmente sobre dos pilares: el de mantener los tipos de interés en 0% o negativos y el de la creación de dinero de la nada por parte de los bancos centrales para financiar, de manera abierta o disimulada, el gasto público.
Esa política de tipos de interés nulos ha tenido un enorme impacto igualitario y redistributivo del que no suele hablarse: se trata de la enorme transferencia de rentas desde los ahorradores hacia los endeudados. Quien en el pasado pensara vivir de su ahorro (o completar su pensión con él) se ha encontrado con la desagradable sorpresa de que puede consumirlo, pero no rentabilizarlo. Esa política, en cambio, ha favorecido a quienes se hubieran endeudado por cualquier razón, desde contratado una hipoteca para comprar su vivienda hasta quienes hubieran montado un negocio.
Ese es un aspecto de “solidaridad intergeneracional” forzada que no suele señalarse. También ha permitido que amplias capas de la población no hayan caído en la indigencia. Ha sido una manera de redistribución indolora de la riqueza.
Pero ya viene “el Día del Juicio” para esas políticas y su doble faceta de beneficiados y perjudicados. Y el ángel que ha tocado la trompeta lleva el nombre abstruso de ¡Ángel del IPC! Los truenos ya se han oído esta semana pasada con el anuncio implícito de la Reserva Federal de subir los tipos de interés en marzo. Y las bolsas han tomado nota.
En paralelo, la tasa de crecimiento de las economías más importantes del mundo está pegando unos bandazos descomunales. En uno de ellos se va a descoyuntar…
La semana pasada decíamos que la economía global se estaba desacelerando, pero la publicación posterior de que la de los Estados Unidos de América había crecido un 6,9% en el cuarto trimestre de 2021 parecía desmentir esa afirmación. Sin embargo, difícilmente eso va a ser así.
Para empezar, porque buena parte de ese crecimiento se debe a la “reposición de existencias”, probablemente provocada por el pánico a no tener surtido suficiente, vistas las dificultades en las cadenas de distribución. Si se eliminara ese factor algo extraordinario, el crecimiento económico en EEUU se quedaría en el trimestre pasado en 1,9%.
Hay que recordar que esas son tasas trimestrales anualizadas, por lo que, al compararlas con lo que crecen las economías europeas trimestralmente, se quedan en 1,7% (o 0,47% sin la variación de existencias).
La política de tipos de interés nulos ha tenido un enorme impacto, la enorme transferencia de rentas desde los ahorradores hacia los endeudados. Pero se acabó el dinero gratis
Así y todo, sigue siendo un crecimiento razonable, bien que no muy consistente ni con las cifras de ventas al por menor conocidas ni con la confianza de los consumidores que han sido bastante decepcionantes. Pero lo peor es que el crecimiento que se anuncia para el trimestre actual es prácticamente nulo: el servicio de estudios del Banco de la Reserva Federal de Atlanta estima (con su metodología de 'PIB Ahora') que ese crecimiento sin anualizar será del 0,02%. Y aunque es verdad que solo cuenta con los datos de un mes para hacerlo y que, por tanto, es muy probable que el dato final sea bastante diferente, con la subida de tipos de interés en marcha esa diferencia puede ser para mal. Las estimaciones del Banco de América apuntan incluso a una contracción en el primer trimestre.
En cualquier caso, la economía de EEUU no es la única aquejada por ese mal de un crecimiento tambaleante. La de Alemania se contrajo en el último trimestre de 2021 un 0,7%. A pesar de que, en la Europa continental los estímulos monetarios y fiscales siguen como si tal cosa.
De la economía española… ¡para qué hablar! Termina 2021 un 6,34% por debajo de donde estaba antes de la pandemia. Tan solo mencionar ese dato ya suena antigubernamental…
Las bolsas están reflejando, pues, esos titubeos y bandazos (recordemos que también la economía china ha pasado de crecer el 8% en el conjunto del año pasado a solo hacerlo al 4% en el último trimestre de 2021 y que la japonesa bajó del 7,6% al 1,4% en el tercer trimestre) y el panorama se torna sombrío, como en tantas ocasiones en que han subido los tipos de interés.
La comparación de la bajada de las bolsas en lo que va de año con los inicios de 1938 tiene tintes siniestros, por pertenecer ese año a la década de la Gran Recesión y del comienzo, en 1939, de la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia. Alguien estará pensando en Rusia y la eventual invasión de Ucrania. Pero no hay que ir tan lejos en la comparación. Como podría haber dicho Tolstoi, “todos los años buenos se parecen, pero cada año malo lo es a su modo”.
Lo que sí tienen en común 1938 y 2008 es que fueron años de recesiones profundas y cambios radicales (en 1938, en EEUU, se aprobó la Ley del Salario Mínimo: 25 céntimos por hora) y de innovaciones: se presentó públicamente la fotocopiadora. En 2008, se iniciaron las políticas monetarias cuantitativas, se comercializó al por menor el test de ADN que detectaba la predisposición genética a 90 enfermedades y se mostró el primer coche eléctrico descapotable de Tesla.
Hay que estar alerta ante la temporada de temblores en los cimientos del sistema que se avecina. Los temblores propios de un reajuste en las placas tectónicas de la inversión y el crecimiento económico. Se acabó el dinero gratis. Se inicia un cambio de ciclo. ¡Vuelta a empezar!