"Comprar productos rusos ahora significa pagar por el asesinato de personas", advirtió esta semana el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, mientras su país resiste a la creciente invasión de Rusia. Con las cifras de ucranianos muertos aumentando cada día, lanzó esta plegaria para intentar compensar la falta de apoyo militar sobre el terreno por parte de Europa y Estados Unidos.
Más allá del vodka, Zelenski se refería principalmente a la energía, ese recurso estratégico que el presidente ruso, Vladímir Putin, atesora en su manga, consciente de que es uno de sus mayores ases geopolíticos. Desde que declaró la guerra a Ucrania la semana pasada, los europeos hemos empezado a ser conscientes de hasta qué punto urge dejar de depender de su gas y su petróleo.
Aunque en España tenemos la suerte de destacar como uno de los países de Europa menos dependientes de los recursos energéticos de Rusia, algunos de nuestros vecinos, como Alemania, Polonia y Letonia, lo tienen bastante más complicado. Y Putin lo sabe.
Lo que tal vez no esperaba es que Occidente reaccionara asumiendo riesgos de escasez de suministro y, lo más importante, actuando contra sus propios objetivos climáticos. En lugar de ceder ante la presión, la Unión Europa ha dado un golpe sobre la mesa, replanteándose toda su estrategia de generación e importación de energía.
El problema es que las alternativas energéticas más viables para satisfacer la demanda a corto plazo son también las más contaminantes. En el caso de Alemania, Bloomberg señala que el Gobierno está planteándose extender el uso del carbón. Se trata de un movimiento diametralmente en contra de sus planes de transición energética y que probablemente impedirá cumplir su compromiso de reducción de emisiones.
Lo que tal vez no esperaba Putin es que Occidente reaccionara asumiendo riesgos de escasez de suministro y actuando contra sus objetivos climáticos
La opción de no dar ni un paso atrás ante las amenazas rusas supone un freno estratégico al avance de las tropas y un apoyo político para Ucrania, lo que podría traducirse en vidas salvadas. Pero es importante recordar que el calentamiento global supone un riesgo para muchísimas más personas (siempre y cuando Putin no apriete el botón nuclear, claro).
Casi la mitad de la población mundial es vulnerable a los efectos del cambio climático, según advierte el último informe de la ONU, publicado esta misma semana. Y, por si fuera poco, concluye que sus actuales efectos adversos son más graves y están más extendidos de lo que se esperaba, y que hacen falta medidas profundas y urgentes si aspiramos a tener alguna oportunidad de combatirlos.
Es decir, que mientras que cada vez más personas viven expuestas a más enfermedades, inundaciones, incendios y sequías, el mundo está intensificando su apuesta por las energías que más contribuyen a estos desastres. En Alemania, incluso Los Verdes han manifestado su apoyo a aumentar la producción de carbón para reducir su dependencia de Rusia.
En este escenario bélico, resulta comprensible que la lucha contra la emergencia climática palidezca ante la posibilidad de reducir el número de víctimas ucranianas y rebajar el poder de Putin. Y, aunque a corto plazo tiene sentido, la gran oportunidad a medio y largo plazo sigue estando en intensificar la inversión en energías renovables y limpias.
La gran oportunidad a medio y largo plazo sigue estando en intensificar la inversión en energías renovables y limpias
España ya ha perdido demasiados años sin apostar lo suficiente por ellas, a pesar de nuestras estupendas condiciones de generación. Así que el momento es ahora. Eso sí, además del compromiso político, hacen falta inversores valientes. ¿Y qué mejor apuesta podrían hacer que una capaz de reducir nuestra dependencia energética al tiempo que acelera nuestra descarbonización?
De momento, todas las miradas se centran en nuestras instalaciones regasificadoras, dado su enorme potencial para ayudar a Europa y a España a corto plazo. Pero la financiación para aumentar nuestra capacidad de generación renovable y el reciclaje de las instalaciones obsoletas no solo no puede detenerse, sino que es la única estrategia ganadora para resistir a futuras amenazas, ya sean geopolíticas o climáticas.
Así que, ¿dónde están los inversores y los empresarios? Frente al cocinero José Andrés, que se está jugando la vida para apoyar a Ucrania ofreciendo comidas desde la frontera de Polonia, sorprende el silencio del resto de líderes españoles ante la amenaza energética que se cierne sobre todos nosotros.
Mientras tanto, Zelenski resiste convertido ya en un héroe para Occidente, al igual que sus soldados y los civiles que han decidido quedarse a luchar por su país. ¿Y nuestros héroes dónde están? Tal vez suene exagerado, pero, en estos momentos, apostar por un futuro más verde podría ser el acto más heroico que podemos hacer desde aquí.