La banca española comienza a presumir, aunque todavía sin grandes demostraciones de poderío, de rentabilidad. Tras más de una década de penurias, escondiendo la cabeza cada vez que anunciaba la relación entre sus beneficios y la inversión realizada por los accionistas, los principales bancos del país vuelven a ser rentables.
Santander y BBVA superan ya una rentabilidad sobre el capital tangible (ROTE en la jerga financiera) del 14,21% y del 15,9%, respectivamente. Ahora, CaixaBank se ha unido al club y ha anunciado su objetivo de doblar su rentabilidad en tres años para alcanzar el 12% en 2024. Este es uno de sus principales compromisos incluidos en su primer plan estratégico desde la absorción de Bankia a finales de marzo de 2021, y anunciados el martes al mercado.
Después de varios ejercicios negativos, la banca vuelve a recuperar la rentabilidad sobre el coste de capital. Esto supone una buena noticia para las entidades y, sobre todo, para sus accionistas, que pueden ver como su inversión en el sector suma, frente a la pérdida de valor sufrida hasta ahora. "Ya cubrimos así el coste de capital", explicó el martes el presidente de CaixaBank, José Ignacio Goirigolzarri.
La cercana subida de los tipos de interés, tras cinco años de travesía en el desierto, con tipos negativos, unido a una mejora de la economía tras la crisis sanitaria -aunque en medio se ha vuelto a interponer un nuevo bache, la guerra de Rusia contra Ucrania-, y unos ajustes diseñados el pasado año y ya casi concluidos para reducir costes, dan alas a la banca, y por extensión a sus inversores.
El sector da por finalizados los ajustes de plantilla y oficinas
Otro de los objetivos clave del plan estrategia 2022/2024 de CaixaBank, y totalmente vinculado al ROTE, es la remuneración al accionista, entre los que se encuentran el Estado, con un 16% de su capital (heredado de Bankia), y la Fundación La Caixa, con el 30%.
El gigante bancario se ha fijado como meta generar unos 9.000 millones de euros de capital en este trienio, que se destinará a dividendos y la recompra de acciones propias (conocido como buyback en el mundo bursátil) por 1.800 millones de euros. La remuneración al accionista representará, según anunció Goirigolzarri, un pay-out (o lo que es lo mismo, la parte del beneficio destinado a retribuir al inversor) superior al 50%, uno de los mayores del sector financiero.
Santander y Sabadell también tienen entre sus planes mejorar sus dividendos. BBVA ya lo ha hecho. Hay que recordar que la banca, al margen de haber contado con una baja rentabilidad en los últimos años, vio como Europa, a través del Banco Central Europeo (BCE), vetó en 2020 el reparto de dividendos, una medida que levantó ampollas entre las entidades y consideró discriminatoria frente a otros sectores.
Pero si los accionistas están de enhorabuena, los clientes no sé si tanto.
Santander, BBVA y Sabadell ya han anunciado que no llevarán a cabo nuevos recortes de plantilla y de oficinas durante este año tras el drástico tajo que dio el sector a sus canales físicos de distribución. CaixaBank, que fue la entidad que llevó a cabo el mayor ERE de la historia en España, con la salida de 6.452 empleados, prácticamente ha concluido dicho ajuste motivado por la fusión entre este banco y Bankia.
Su consejero delegado, Gonzalo Gortázar, aseguró en la presentación del plan estratégico que el banco no tiene intención de acometer nuevos ajustes en los próximos tres años. Lógico, si se tiene en cuenta el hachazo que la entidad metió a la red y a la plantilla de una sola vez.
Pese a ello, el banquero aseguró, como lo han hecho el resto de los responsables del sector, que los cierres y salidas que a partir de ahora se vayan produciendo serán los naturales y habituales que se producen en todas las empresas cada ejercicio.
En el caso de la banca, y en concreto, de la gran banca, el nuevo de cierres de oficinas que se llevan a cabo de forma natural cada ejercicio puede rondar entre las 50 a las 100 oficinas, y la salida de entre 700 a 1.000 empleados por prejubilaciones, principalmente. Lo que significa que la red de oficinas seguirá menguando en España, aunque con cuentagotas.