Hay veces en la historia de los países en los cuales se presentan situaciones dramáticas que suponen un punto de inflexión. España se encuentra en uno de ellos. Inmersa es un escenario de estanflación, dirigida por un Gobierno en fase terminal y abocada hasta las próximas elecciones a un escenario de deterioro económico inédito, la cuestión básica es alejarse de la pequeña política, del regate corto y plantearse qué ha de hacerse para superar una coyuntura muy grave y sentar las bases para un crecimiento sostenido.
Las próximas elecciones son decisivas porque en ellas se juega la configuración de un país condenado al atraso o capaz de plantear un horizonte de oportunidades y bienestar para todos.
En este contexto, lo relevante no es lo que vaya a hacer este Gobierno cuya política está agotada, ha mostrado ser desastrosa y es incapaz de ofrecer otra cosa que decadencia y empobrecimiento para todos.
Lo importante es cuál ha de ser la estrategia de un Gabinete de centro derecha enfrentado a un escenario peor al heredado en 2012 y con un margen de maniobra en apariencia muy estrecho. Sin duda, la capacidad de actuación de un hipotético Ejecutivo Feijoo estará condicionada por su fuerza parlamentaria pero la clave es tener claro el diagnóstico de la situación y las medidas necesarias para afrontarla.
Las próximas elecciones son decisivas porque se juega la configuración de un país condenado al atraso o capaz de plantear un horizonte de oportunidades
Para ello, lo primero es saber lo que no hay que hacer y eso se resume en una frase: no repetirás la gestión del anterior Gobierno del PP. Esto supone optar por una estrategia no gradual de ajuste presupuestario y de reformas estructurales sino por una terapia de choque cuyo anuncio ha de realizarse en los cien primeros días de Gobierno.
Es básico producir un shock de expectativas en las familias, en las empresas y en los mercados que se traduzca en la terminología del Nobel de Economía, Robert Lucas, en un cambio de régimen económico. Sólo una acción de esta naturaleza es capaz de generar credibilidad, asentar la confianza y reducir los costes sociales y económicos de una política que ha de ser necesariamente dura.
En segundo lugar, es imprescindible explicar a la ciudadanía la cruda realidad. Tratar a la gente como mayor de edad y explicar con claridad meridiana que la herencia recibida está envenenada, que superar el actual escenario será una tarea dolorosa pero y no crear la falsa perspectiva de que salir de una estanflación es algo fácil e indoloro.
Si el Gobierno entrante hace bien los deberes, los resultados no serán inmediatos y será fundamental decirlo con anticipación. En el supuesto de aplicar una estrategia consistente de disciplina macro y políticas de oferta agresivas no se percibirán sus beneficios hasta al menos un año de puestas en marcha.
Una política económica seria y rigurosa tendrá una oposición frontal de las fuerzas de izquierda y se enfrentará a movilizaciones sociales. Si estas no se producen, será el signo evidente de que el nuevo Gobierno no lo estará haciendo bien.
Gobernar no es ceder, sino actuar con firmeza y aguantar el chaparrón
Cuando esto ocurra, muchos dirigentes del Partido Popular se pondrán nerviosos y presionarán para que se "suavice" la terapia. Si esto ocurre y Feijóo cede, el Gobierno estará sentenciado a muerte. Gobernar no es ceder, sino actuar con firmeza y aguantar el chaparrón que inevitablemente se producirá pero cuya duración no será eterna. La izquierda intentará movilizar la calle ante cualquier reforma por modesta que sea y, ante esta situación, háganse los cambios que precisa la economía española. El coste será el mismo.
Una estrategia de choque, que es la que precisa España, es factible en un escenario como el que se encontrará el centro derecha si accede al poder. La coalición social podemita, a pesar de su desastre, ha logrado una sola cosa: mostrar que hacer todo lo contrario a lo realizado por ella es el camino correcto.
La izquierda española ha agotado todo el arsenal de políticas macro expansivas, ha liquidado la capacidad de obtener ingresos mediante subidas impositivas y ha mostrado los perniciosos efectos de intervenir y perturbar el correcto funcionamiento de los mercados. Esto abre a un gabinete de centro derecha una ventana para implantar las políticas correctas.
Por otra parte, la estrategia económica del centro derecha no ha de ser la de una gestora administrativa. La economía es una técnica, sino se la quiere denominar técnica, pero sirve a un modelo de sociedad.
Es imprescindible dotar de 'alma' a la política económica que es sólo un instrumento para aumentar la libertad
No basta la asepsia de los tecnócratas, cuestión discutible, sino que es imprescindible dotar al proyecto económico de un objetivo: la creación de una economía de mercado cuyos cimientos se han visto erosionados de manera estructural, al menos, durante el mandato del actual Gobierno. Es imprescindible dotar de "alma" a la política económica que es sólo un instrumento para aumentar la libertad y la prosperidad de los ciudadanos de esta vieja Piel de Toro.
España necesita reducir el peso del Estado en la economía, lo que implica recortar de manera simultánea el gasto y los impuestos; precisa reducir las regulaciones que impiden a los mercados ajustarse con rapidez a los cambios del entorno; restaurar la seguridad jurídica y fortalecer los derechos de propiedad; reformar los programas del Estado del Bienestar, etc, etc, etc.
Sin hacer esto, España está condenada no ya a sufrir un colapso financiero, sino a convertirse en un país atrasado con niveles de vida decrecientes y, en cualquier caso, muy inferiores a los disfrutados en los países de su entorno. Esto quizá suene tremendista, pero es la realidad. No es posible crecer sin un giro radical en la política económica y ser radical es afrontar los problemas en su raíz,
Este planteamiento no será compartido por muchos, será calificado de extremo también por muchos, resultará impopular para otros tantos y será considerado políticamente suicida por los de siempre a la izquierda y a la derecha; esto es, por los profesionales del consenso. Pero no hay que llamarse a engaño porque no hay otra alternativa.