Unidas Podemos propone combatir la inflación topando los precios de los productos de la cesta de la compra. Una medida cuyas consecuencias son conocidas. Siempre que se ha aplicado conduce a: escasez, acaparamiento y un mercado negro ajeno a los precios controlados.
Los ejemplos más conocidos en la historia económica se refieren a la vivienda en alquiler. Debido a la llamada ley de alquiler antiguo en el siglo XX español estas viviendas desaparecieron del mercado y los españoles tuvieron que convertirse en propietarios a la fuerza. Nadie construía para alquilar. Lo mismo pasó en Egipto, al cabo de un tiempo las viviendas en alquiler estaban deterioradas y anticuadas. En Inglaterra y Gales la construcción privada para arrendamiento bajó del 61% en 1947 al 14% en 1977 debido al control de precios.
Si eso ocurre en los inmuebles, en otros productos, especialmente los alimenticios, el mecanismo es más complejo. Cuando los precios se topan, su producción reduce los beneficios, incluso los puede anular. Tarde o temprano, desaparecen los incentivos para producirlos. Por eso, como en el caso de las viviendas en alquiler, se reduce la oferta.
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Por otra parte, si se trata de productos de primera necesidad, como el pan o la leche, se pueden almacenar con rapidez y eficacia. Los acaparadores saben que los consumidores los necesitan. Algunos compradores tienen recursos económicos suficientes para pagar por encima del precio al que acaparan los especuladores. Especuladores que organizan un mercado paralelo, conocido como 'mercado negro'. Mercado negro que produce beneficios extraordinarios a sus organizadores.
De manera que en lugar de favorecer a los colectivos de menor capacidad económica se les dificulta consumir estos productos. A la vez, los acaparadores obtienen beneficios extras sin grandes riesgos. Dos efectos que son lo contrario que pretende el control de precios.
No sería la primera vez que ocurriría un fenómeno similar. Casi siempre ha sido en periodos de guerra cuando la restricción de la oferta no se debía sólo a una limitación de precios, sino a una contracción de la producción por otras razones. En esos casos también los gobiernos intentan topar los precios y, por eso, agravan los efectos de escasez, acaparamiento y mercado negro.
Como en UP conocen todo esto, intentan 'vender' su propuesta matizándola. Proponen acompañarla con subvenciones a los comercios 'pymes'. Las llamadas tiendas de barrio. Con eso parece más 'social'.
Pero eso no impide el efecto de contracción de oferta en el origen de la producción. El tope del precio al consumidor se retrotrae a la distribución y de ésta a la producción. Por tanto, se desincentiva la oferta y se anima a su posible derivación a un mercado negro.
Lo que si produce, son dos consecuencias que gustan a este Gobierno: subvencionar sectores de la población y aumentar la burocracia.
Subvencionar a los pequeños comerciantes de barrio en tentador. El sector dependería de la Administración para sobrevivir. Poco a poco UP aplica su lógica política de hacer dependientes sector tras sector.
Entonces se necesita un grupo de 'inspectores' para controlar los precios. Inspectores que no evitarán el aumento de precios, pero que parecerá que lo hacen. Además, la concesión de subvenciones obligará a contratar nuevos empleados públicos y crear más burocracia. Otro de los componentes de las políticas de UP.
De manera que, una propuesta que parece 'social', por causa de la ignorancia y las intenciones 'políticas' de los proponentes, va contra aquellos que pretende ayudar, mientras favorece las expectativas electorales de los componentes del Gobierno y el beneficio de los especuladores.
Ya lo dice un Adagio español: el infierno está enlosado de 'buenas intenciones'. La ignorancia conduce al desastre.
La parte socialista del Gobierno es consciente de que ese control de precios sería pernicioso. Por eso no lo ve con simpatía. Tampoco sería fácil que la Unión Europea lo viera con buenos ojos.
Esa es la única ventaja de esa propuesta: que de momento parece inviable. Esperemos que la desesperación electoral no empuje al Gobierno de Sánchez hacia propuestas populistas de este calibre. Remitir sus consecuencias no es fácil. La historia de las economías que se deslizaron por este camino lo demuestra.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.