Alfred Escher, fundador de Credit Suisse fue uno de los protagonistas del ascenso de Suiza como país de progreso. Su genio empresarial capitalista le llevó a promover la construcción privada del ferrocarril, lo que generó una competencia entre compañías ferroviarias muy favorable al crecimiento económico.
Además del ferrocarril y la banca, también creó una empresa de seguros de vida y una escuela politécnica, donde se formaron los futuros ingenieros suizos. Para ello, no dudó en entrar en política para activar la cultura empresarial que le dio al país helvético el impulso necesario para ser, con el tiempo, lo que es en nuestros días.
Credit Suisse se ha conformado como un icono de su país porque, a lo largo de su historia, especialmente después del escándalo Chiasso en el último tercio del siglo XX, se ha centrado en ser reconocido como un banco zuriqués, que se ha beneficiado de la internacionalización y la estabilidad que el país helvético ha ofrecido durante el pasado siglo.
Por eso, es importante entender la sorpresa de los ciudadanos suizos que se preguntan, no tanto cómo ha caído el banco, sino por qué se ha permitido que se sucediesen los acontecimientos que han desembocado en la crisis de estos días, sin mover un dedo.
Porque el deterioro de Credit Suisse no es nuevo, en absoluto. Toda la prensa europea destaca la ristra de escándalos en los que se ha visto involucrado desde hace décadas.
Por ejemplo, a finales de los años 80, Credit Suisse fue acusado de ayudar al dictador filipino Ferdinand Marcos a ocultar su fortuna. En 1995, un tribunal de Zúrich ordenó al Credit Suisse devolver 500 millones a los filipinos a los que el dictador había robado su dinero. Otro caso sonado fue el del ex Primer Ministro de Georgia, Bidzina Ivanishvili, que acusó al banco de dilapidar su dinero en 2018. Credit Suisse dijo que todo era culpa de uno de sus banqueros, acusado de falsificar la firma del estadista para invertir en Bolsa con sus fondos.
El banquero se suicidó en 2020, y, dos años después, un tribunal de Bermudas ordenó al banco pagar más de 500 millones de dólares a Bidzina Ivanishvili. También hay escándalos por blanquear la corrupción de dictadores en África, y los fondos de la yakuza japonesa proveniente del narcotráfico.
"Los ciudadanos suizos que se preguntan, no tanto cómo ha caído el banco, sino por qué se ha permitido que se sucediesen los acontecimientos que han desembocado en la crisis de estos días"
Pero el escándalo más reciente se produjo entre 2019 y 2022. En esos años, Credit Suisse vivió los peores años de su historia. Perdió a dos consejeros delegados por asuntos verdaderamente llamativos. Uno de ellos tuvo que dimitir en 2020 tras un escándalo de espionaje a varios empleados del banco. En el segundo caso, el motivo fue violar repetidamente las normas sanitarias de contención durante la pandemia de Covid-19.
A estas dimisiones hay que sumarle las malas inversiones en el 2021, especialmente en Greensill Capital, un fondo de inversión británico que quebró ese mismo año, y en Archegos, un oscuro fondo en el que perdió 5.500 millones de dólares cuando colapsó, también en 2021.
Al terrible problema de reputación arrastrado y a las malas inversiones, algunos medios añaden la contratación de directores generales de fuera del país, con intereses particulares, por ejemplo, en banca de inversión, y, en general, señalan la pérdida de identidad del icónico banco como otra posible causa del fracaso.
Sea como fuere, todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza cuando esta semana se ha derrumbado Credit Suisse. Y, como suele suceder, inmediatamente, se ha asociado a la caída en la misma semana de Silicon Valley Bank. Ya suenan las alarmas de una posible propagación de la crisis bancaria. Pero ¿es un contagio? No lo parece. Como dice el economista Juan Ramón Rallo, las causas de ambos acontecimientos son distintas pero "han sido zarandeados por el mismo terremoto".
Ese movimiento de tierras general es la subida de tipos de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo. En este punto, es fundamental hacer una incómoda reflexión. Era conocido por todos que la medida inmediata ante creciente y persistente inflación era la subida de tipos de interés. Era conocido por todos que una subida de tipos, después de un periodo de tipos de interés artificialmente bajos, tiene un efecto "revelador".
Igual que la marea baja deja ver quién va desnudo y quien no, las distorsiones generadas por la manipulación del tipo de interés nos muestra quiénes son los actores más frágiles. En el caso del SVB, la debilidad se debía al descalce de plazos en sus inversiones y, en del Credit Suisse, se debe a una acumulación de pérdidas descomunales y la mala reputación acumulada en las décadas pasadas. De manera que, a pesar de estar más cubiertos que SVB, y de cumplir todas las reglamentaciones del regulador suizo, nada les ha salvado de la caída.
"Ya suenan las alarmas de una posible propagación de la crisis bancaria. Pero ¿es un contagio? No lo parece"
¿Van a contagiarse más bancos? Tal vez los más frágiles. Esto no tiene por qué ser necesariamente negativo. Por supuesto que hay perdedores y ganadores en los vaivenes presentes de nuestra economía, como es normal. No obstante, las malas inversiones están desapareciendo o reencauzándose. Y eso es bueno para el sistema bancario.
Los bancos se están viendo obligados a revisar sus balances y a tomar buena nota de lo que puede sobrevenirles. Pero no necesariamente implica que estamos al comienzo de una crisis bancaria similar a la del 2008. Estamos sufriendo las consecuencias de las manipulaciones del tipo interés por las autoridades que, al parecer, nunca pensaron que fuera a suceder un acontecimiento que disparara la inflación, que ya estaba subiendo.
Incluso si las autoridades suizas logran reestructurar el desplome de Credit Suisse y aplacar los miedos de unos y otros, no queda respondida la pregunta de los ciudadanos: ¿por qué nadie hizo algo antes? Solamente queda mirar las recortadas barbas del vecino y poner las nuestras a remojo. Tengamos claro que hasta las instituciones más icónicas e identitarias también pueden tener los pies de barro. Seamos cautos y no juguemos con fuego.