2023 fue el año de las predicciones fallidas. Estas tres opciones de compra: vender acciones estadounidenses, comprar bonos del Tesoro y comprar acciones chinas, conformaban la opinión de consenso en Wall Street antes de iniciar el año. Veamos lo que pasó en el ejercicio.

Nadie acertó con Estados Unidos

El 4 de diciembre de 2022 ninguno de los 16 mayores bancos de inversión se mostraba optimista con la renta variable americana.

Barclays, el más negativo, veía el índice americano en los 3.675. Deutsche Bank, el más optimista, lo veía en los 4.500.

El promedio de los estrategas estimaba un nivel de 4.020 puntos en diciembre de 2023 aderezada por una apuesta value frente al crecimiento con las tecnológicas infraponderadas. 

El error fue sustantivo. El S&P 500 concluyó en los 4.769,83 puntos, una subida superior al 24%, sin contar dividendos, mientras que el Nasdaq 100 se disparó más del 50%, la mayor ganancia anual desde los días del boom de las puntocom.

El fracaso de los emergentes

2023 iba a ser el año de China.

Pero la crisis inmobiliaria, de consumo, y en general, de identidad económica provocaron un desplome en la bolsa china superior al 23%, y dando gracias por el maquillaje de la subida de final de año. 

La desorientación con la renta fija

Los rendimientos de los bonos del Tesoro aumentaron en 2022 cuando la Reserva Federal puso fin a su política de tasas de interés cercanas a cero tras claudicar ante un histórico error de medición de la inflación, con un mercado laboral anclado en el pleno empleo y un consumo desaforado.

Todo estaba sucediendo tan rápido que algo estaba destinado a romperse en la economía llevándola a la recesión. Y cuando lo hiciera, la narrativa de la apuesta era que los bonos se recuperarían a medida que los inversores virasen en la búsqueda de activos refugio y la Fed acudiera al rescate reabriendo el grifo monetario bajando de nuevo los tipos de interés.

2023 ha sido una cura de humildad para muchos estrategas cuyas predicciones se han demostrado tan erróneas como imprecisas.

Lo que sucedió fue que la política monetaria se mostró más dura con un mensaje de la Fed claramente antiinflacionista y una tardía reacción de los bonos muy al final del año. Y por supuesto, no hubo prueba alguna de recesión.

2023 ha sido una cura de humildad para muchos estrategas cuyas predicciones se han demostrado tan erróneas como imprecisas. Una de las más sonadas, tengo que decir compartida por mi parte, fue la del estratega de bolsa de Morgan Stanley, Mike Wilson, cuya visión bajista de la bolsa se mantuvo hasta que finalmente claudicó. 

¿Y 2024?

La parte más ventajista seguramente sea la de relatar los errores. Personalmente valoro a los que públicamente, como Mike Wilson, avisan con razonamientos sólidos de que algo no funciona. Unos argumentos que anticipaban un mercado bajista pero que han seguido engordando cual estómago navideño gracias a un menú conformado por bolsas caras, beneficios planos, riesgos macro y tensiones geopolíticas. Pero al final, lo que seguramente pase es que nadie volverá a acertar… otro año más.