El 9 de junio se eligen los diputados del Parlamento Europeo. Muchos votantes votarán en clave nacional. Los grandes partidos lo plantean así. El PP como un voto de censura a Sánchez y el PSOE como un respaldo a su política.

En los mítines hablan más de amnistía, extrema derecha o conflictos internacionales que de lo que ese parlamento acabará legislando e influyendo en la vida de los europeos. En consecuencia, es conveniente conocer lo que supondrá que triunfen unos u otros.

En el caso de la economía hay tres posibles alternativas ideológicas.

1. La de los centristas, que incluye el Partido Popular europeo y el grupo de los socialdemócratas (¿el PSOE?). Hasta ahora han constituido el bloque central de los escaños de Bruselas/Estrasburgo y han sido los que han “dirigido” la política europea en materia económica. En economía se podrían incluir en este grupo partidos liberales y algunos como los del francés Macron.

2. La de los populistas de izquierda, donde podría estar los españoles Sumar, Podemos y partidos como el BNG y Bildu. ¿ERC? También los correspondientes de los otros países de la UE. Muchos y variados añadiendo entre ellos a los diversos “verdes”.

3. La de los populistas nacionalistas, donde se puede incluir a VOX, pero también al Frente Nacional de Le Pen o los húngaros de Victor Órban. ¿A los Hermanos de Meloni o los polacos del PiS? ¿Alternativa para Alemania AfD? Como se ve, tienen muchos matices según su nacionalidad.

En los mítines hablan más de amnistía, extrema derecha o conflictos internacionales que de lo que ese parlamento acabará legislando e influyendo en la vida de los europeos

No hay uniformidad, ni en el Parlamento Europeo, ni dentro de las grandes tendencias. Por eso, tampoco es fácil adivinar que pasará cuando lleguen al Parlamento. Aunque en términos generales podemos aventurar que en economía:

Los diputados del primer grupo tenderán a mantener la actual política económica. Son partidarios de la “Economía Social de Mercado”, acuñada por los partidos alemanes de este signo después de la Segunda Guerra Mundial. Mantienen el mercado como regulador de la economía equilibrando los posibles efectos negativos del capitalismo con los poderes públicos.

Una política que ha llevado Europa a su actual situación del “Estado del Bienestar”, sin olvidar la protección del medio ambiente. Es posible que sigan “mutualizando” parte de la deuda pública y refuercen los fondos europeos para combatir crisis o ayudar a sectores como la agricultura.

El grupo de los populistas de izquierda-verdes optará por las políticas 2030. La economía al servicio de esas metas ecológicas y medioambientales y de radicalismo social. Sus posturas económicas son las de intervenir en sectores clave, como la vivienda, el turismo (que a veces tildan de depredador), la energía… Son partidarios de subir los impuestos a las rentas medias y altas, las empresas y, en particular, la banca, las energéticas y las tecnológicas extranjeras a la vez que aumentar la asistencia social.

Hasta la fecha, los populistas de izquierda-verdes han influido bastante en las políticas de los centristas. Aunque el centro ha tenido que recular por razones pragmáticas o electorales. Por ejemplo, en la agricultura, permitiendo algunos tratamientos fitosanitarios o declarando verde la energía de las centrales nucleares.

Los populistas nacionalistas quieren recuperar la intervención de los Estados en la economía. Son partidarios de políticas económicas autárquicas, nacionales y europeas, y la defensa de la producción nacional frente a la competencia externa. Su filosofía es de una Europa más encerrada en sí misma que abierta económicamente. Un reflejo de ello es su rechazo a una inmigración que creen descontrolada.

Los populistas nacionalistas quieren recuperar la intervención de los Estados en la economía.

Las tres líneas comparten la necesidad del “Estado del Bienestar”, pero con matices.

Lo que nos jugamos en economía el 9 de junio es la hegemonía de una de estas tres tendencias económicas.

Un artículo como este, de tamaño reducido, impide profundizar más. Sin embargo, si el votante es agricultor, trabajador del turismo, industria o comercio, clase media, empresario, profesional liberal... tiene que ser consciente de que su voto influirá en sus circunstancias económicas a través de las “directrices europeas” que legisle el nuevo Parlamento. Por eso haría bien en informarse con mayor profundidad.

Luego se puede votar por razones locales. Pero cuando se sufran o se disfruten las consecuencias económicas de la legislación europea habrá que recordar lo que se votó.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.