El Banco Central Europeo acordó el jueves pasado recortar los tipos de interés (en términos de facilidad de depósito) un cuarto de punto por vez primera en 5 años. Estos se han situado en el 3,75 por 100 versus el 4 por 100 preexistente. De esta manera se confirman las expectativas de los analistas y de los mercados que habían descontado esa decisión. Desde numerosos ámbitos se celebra el movimiento adoptado por el BCE y se considera que las tasas de interés se habían elevado demasiado y esa situación se había mantenido durante mucho tiempo. Sin embargo, esta posición no es unánime, existen poderosas razones para que no lo sea y es preciso evitar el tránsito, de manera prematura, a un ciclo bajista del precio del dinero.
Cuando la Reserva Federal elevó los tipos de interés hasta sus actuales niveles y comenzaron a oírse voces de alarma llamando a su reducción, Larry Summers a quien nadie puede acusar de ser un feroz monetarista, un irredento austriaco o un paladín de la moneda fuerte acuñó una metáfora muy sugerente en contra de esa posición: “Es un error dejar de suministrar antibióticos a quien los necesita y suspender el tratamiento antes de finalizarle porque el enfermo parece haber experimentado una mejoría en medio del proceso de sanación”. Esta reflexión es válida para todo tiempo y lugar y, por supuesto, para la actuación del BCE esta semana.
La Sra. Lagarde ha justificado la decisión de recortar el 0,25 puntos el tipo de intervención del BCE con un argumento: la tasa de inflación está convergiendo hacia el 2 por 100. A ello se une la tesis de las palomas según la cual el mantenimiento de una fuerte restricción monetaria podría dañar de manera innecesaria a la actividad económica. Este segundo posicionamiento contiene un mensaje subyacente; a saber, es necesario seguir aplicado nuevas reducciones del precio del dinero para estimular la alicaída economía continental. Para curarse en salud, la Presidenta del BCE se ha mostrado cauta y ha planteado una estrategia de “esperar y ver”.
Resulta bastante incomprensible, por no decir contraproducente, relajar la política monetaria, aunque sea poco, antes de haber alcanzado el objetivo del 2 por 100
La inflación en la zona euro se incrementó dos décimas en mayo respecto a la registrada en abril, pasando del 2,4 por 100 en ese mes al 2,6 por 100 en éste. El propio BCE ha revisado al alza sus previsiones sobre la evolución del nivel general de precios al 2,5 por 100 en 2024 y al 2,2 por 100 en 2025. En este contexto resulta bastante incomprensible, por no decir contraproducente, relajar la política monetaria, aunque sea poco, antes de haber alcanzado el objetivo del 2 por 100. ¿Qué hará si se producen, como es posible, repuntes inflacionistas a lo largo de los próximos meses?
Por otra parte, la economía de la eurozona creció en el primer trimestre del año un 0,3 por 100 frente a una contracción del 0,1 por 100 en los últimos tres meses de 2023. Este dato puede resultar modesto y lo es, pero muestra que el repunte de la economía en la unión monetaria no precisa de estímulos monetarios. Además, el efecto expansivo sobre el crecimiento producido por un recorte de un cuarto de punto en las tasas de interés (en términos de facilidad de depósito) es inexistente, por no decir ridículo. Sólo la magia estadística del Gobierno español podría amplificar ese impacto de manera significativa. Y, de momento, el BCE no ha contratado sus servicios.
Ni la trayectoria de la inflación ni la trayectoria de la coyuntura económica de la zona euro aconsejaban bajar los tipos de interés. Y, en cualquier caso, el entusiasmo mostrado por los paladines de esa medida es incomprensible salvo que estén convencidos del inicio de un ciclo monetario expansivo. Sin embargo, esta hipótesis parece de difícil materialización y, de producirse, sería desandar el camino andado, crearía una enorme incertidumbre en los mercados y dañaría de manera muy notable la credibilidad del BCE.
En realidad, el movimiento del instituto monetario europeo tiene todo el aspecto de haber sido causado por la necesidad política de dar algo de pienso a las palomas sin irritar en exceso a los halcones. Estos han hablado por boca de Robert Holzmann, Gobernador del Banco Central de Austria: “ Las decisiones basadas en datos deben ser decisiones basadas en datos“. Esta Perogrullada tiene una lógica aplastante, ya que las adoptadas por el BCE no tienen soporte fáctico que las respalde.
El movimiento del instituto monetario europeo tiene todo el aspecto de haber sido causado por la necesidad política de dar algo de pienso a las 'palomas' sin irritar en exceso a los 'halcones'
La misión del BCE, la única para la que está mandatado y dotado sin desequilibrar la economía, es situar la tasa de inflación en los márgenes establecidos en su Tratado de constitución: = o - 2 por 100. Lo sensato y consistente es no tocar más los tipos hasta que el nivel general de precios se situé dentro de los parámetros señalados. Una política monetaria más expansiva, aunque se instrumente de manera gradual, sólo servirá para retrasar e incluso impedir el descenso de la inflación y para generar incertidumbre. Y nada peor que esto en un escenario tan complejo como el actual en Europa y en el mundo.