Luis de Alderete, el alquimista malagueño que pudo (pero no) salvar a María Luisa de Orleans
Su mejunje, el 'Agua de la Vida', estaba prohibida, pero la reina quiso probarlo como última voluntad. Y sí, desde luego que fue la última.
15 octubre, 2022 01:45Noticias relacionadas
Era una tarde del 12 de febrero de 1689. La mujer de Carlos II, María Luisa de Orleans, se había dado un festín gastronómico, que para eso era la reina: "Comió un plato compuesto por ternillas de ternera, sustancia de gallina y de carnero y pidió que se lo helaran con cuatro libras de nieve, después merendó ostras frías con mucho limón, aceitunas, naranjas y una taza de leche fría, y habiendo merendado lo que se ha dicho pasó la noche con grandes congojas".
Le sentó regulinchi la mezcla a la señora y le dio mala noche. Como cenarse con la cara desencajada un kebab callejero después de una salida de copas, pero en el siglo XVII. No eran, además, buenos tiempos aquellos para las relaciones entre España y Francia y ella, gala, pensó que la habían envenenado. No se le pasó por la cabeza a su majestad que mezclar las otras con leche le hubieran sentado como un tiro. Angelito.
Y es aquí donde entra nuestro hombre, Luis de Alderete, un médico, químico y alquimista nacido en Málaga. ¿Por qué es famoso? Lo es por muchas cosas: porque era un viajero empedernido cuando todavía no estaba Ryanair para movernos gentilmente; y también porque fue regidor perpetuo de Málaga (Paco ya tuvo competencia en el XVII). Además, era tela de buena persona, porque ejerció como alguacil mayor del Tribunal de la Santa Inquisición.
Maria Luisa no tenía suficiente con ser esposa de Carlos II el Hechizado el hechizado (qué sutiles éramos poniendo motes a los reyes). También tenía un parecido asombroso con él, según los retratos de la época. Viéndose que se moría, llamó a los testamentarios de Luis de Alderete para hacer uso de su herencia ya que De Alderete era famoso por haberse relacionado con los científicos de entonces, los alquimistas, y los iatroquímicos, que eran los que combinaban alquimia con la medicina de aquellos años. Más o menos como los que aseguran hoy en día que son las piedras y el agua lo que curan, en lugar de las vacunas.
De hecho, nuestro protagonista no estaba muy desencaminado: presumía de haber descubierto con sus experimentos la medicina universal, esa que cura cualquier dolencia del cuerpo humano. La llamó 'Agua de la Vida', aunque viendo su resultado final el alquimista podría haberse dedicado más bien a ponerle nombres a colonias y perfumes.
Como si de la fórmula de la Coca-cola se tratara, De Alderete nunca dejó escrita la receta de su tónico mágico, que empezó a usar en su hija Margarita durante la epidemia que asoló Málaga en 1673 (¿a qué ahora su padre de usted no le parece tan malo?).
[María Luisa de Orleans, ¿la reina que fue envenenada por no darle un hijo a Carlos II?]
El tipo no soltó prenda ni cuando en 1681 el Real Tribunal del Protomedicato (la Agencia Europea del Medicamento de antaño) prohibió su medicina y le conminó a declarar con qué demonios la fabricaba. Cómo sería la cosa para que por aquel entonces se vetara semejante bebedizo...
El caso es que su Agua de la Vida (eau de parfum) no era la única medicina universal: estaban el elixir vitae de Cornachino, los 'polvos universales purgantes' de Matías Beínza, el 'sol chimico' de Alejandro Quintilio, o el remedio universal de Martínez de Zalduendo.
Con semejante cuadro, se ve que, como Luis de Alderete se había instalado en Madrid en 1678 tras ser nombrado procurador mayor en los Reales Consejos para defender los pleitos que la ciudad de Málaga tenía en la Corte, la fama de su Agua de la Vida (pour homme) había llegado a María Luisa de Orleans que, en su lecho de muerte, pidió que le dieran un poco de este medicamento, del que debían quedar algunos restos (De Alderete había fallecido el año anterior, 1688), a ver si se le pasaban los ardores. (La pobre mujer no estaba para pensar que, si el alquimista estaba muerto, el milagro no debía ser tal...).
Pues ni por esas: se han barajado numerosas hipótesis sobre la muerte de la reina consorte, como el ya citado envenenamiento, aunque en realidad todo parece indicar que murió de una apendicitis entre terribles dolores. (Aunque también podría ser que fuera la propia Agua de la Vida (pour femme), quién sabe...).
María Luisa, antes de fallecer, se despidió de su marido con las siguientes palabras: "Muchas mujeres podrá tener Vuestra Majestad, pero ninguna que le quiera más que yo". Aunque seguro que también se acordó de Luis de Alderete y sus ancestros.
(La redacción de esta historia parte de la sorpresa al escuchar el podcast 'Despierta tu curiosidad' de National Geographic y la lectura de, entre otras fuentes, la bibliografía publicada en la web de la Real Academia de la Historia y el blog 'La medicina y la corte').