Los momentos estelares de la humanidad no se construyen sobre grandes épicas, sino en pequeños gestos que, de forma involuntaria, marcan el camino del futuro. La fotografía de los diputados que se quedaron en su escaño durante el 23F aguarda la fuerza del momento gracias a la imagen. En cambio, otras escenas han quedado grabadas para la posteridad en la discreción de la prensa.
Como esta que captó la pluma de Martín Prieto en El País y que recupera ahora Sergio del Molino en Un tal González: "A la hora del almuerzo, se acerca al caballo socialista para preguntarle: ¿Cuántos vamos a ser? Felipe, entre las risas generalizadas de todos, le contesta: Doscientos en el Congreso y ocho en la mesa". Era la noche de las elecciones generales de 1982 y el PSOE acababa de llegar al poder por primera vez en la democracia.
En el 40 aniversario de la victoria de Felipe González, EL ESPAÑOL de Málaga reconstruye esta miniatura en clave local gracias a las vivencias de los testigos directos de un momento en el que cambió la historia de España.
Entre los nombres que conforman esta crónica de recuerdos se encuentra el de Enrique Linde. El malagueño había accedido a la presidencia de la Diputación Provincial en 1979, siendo el primero en la lista de máximos dirigentes que luego han continuado otros ocho políticos populares y del PSOE.
En conversación con este periódico, Linde recrea las sensaciones que desde mayo de ese 1982 venían arrastrando. Los comicios autonómicos se habían celebrado esa misma primavera y el resultado obtenido por los del puño y la rosa les colocaba en una posición más que cómoda para gobernar. Rafael Escuredo consiguió 66 diputados (la mayoría absoluta estaba en 54), muy por encima de Alianza Popular (17) o los centristas de Luis Merino Bayona (15).
Esos aires de entusiasmo no se disiparon durante una campaña electoral, que fue “muy alegre”, aunque los acontecimientos previstos para la jornada de reflexión hicieron peligrar la paz. El intento de golpe de Estado estaba fijado para esa fecha, pero fue desarticulado el 2 de octubre con la detención de los tres cabecillas de la operación: “Estábamos un poco tensos, pero después hubo mucha seguridad y libertad”, relata.
Los socialistas sabían que contaban con la victoria (la diosa Fortuna les llevaba acompañando desde hacía meses), pero no todos eran conscientes de que iban a teñir de rojo más de 200 escaños del Congreso. La noche del 28 de octubre de 1982 acabó en un polideportivo abarrotado de rostros conocidos, pero sobre todo de caras que nunca habían visto antes un carné del PSOE: “No era la fiesta de los militantes, sino de gente que no era simpatizante”, remarca.
La impresión que compartían los compañeros era la misma que se estaba viviendo en otros puntos de España: “Teníamos la sensación de volver a casa. Había mucha nostalgia en el ambiente. Entré y abracé a algunos afiliados de la época de la república que estaban llorando”.
El ofrecimiento en este caso no fue en un altar, sino en las tarimas presididas por el ambón laico del atril. Los mártires tampoco eran santos, sino ciudadanos que “no habían podido ver ese triunfo”. Durante su intervención, Linde tuvo un recuerdo para los que contribuyeron a que el lema felipista llegara a buen puerto: por el cambio.
"Ahora vamos de triunfadores"
Enrique Linde entró en el PSOE “después de Suresnes”. La celebración de este congreso en octubre de 1974 supuso un punto de inflexión en la militancia de izquierdas. Una oportunidad de renombrar los tiempos mediante las abreviaturas a.S y d. S. (antes y después de).
“Había tenido contacto con gente socialista, como Carlos Sanjuan. Éramos un grupo de abogados jóvenes que empezábamos a vivir la política durante los años de la ilegalidad, más que de la clandestinidad”, detalla.
Su primer contacto con Felipe González fue a mediados de los 70; entre 1975 y 1976, aunque no termina de fijar una fecha exacta: “Tuvimos un acto en los Baños del Carmen en el que participaron unas 100 personas; se hizo con las miradas de todos. No era un encantador de serpientes, sino que tenía la capacidad para sentirse en el centro de la atención”, expone.
La facultad de Económicas, una quedada con militantes en la plaza del Teatro… Todas estas citas están hiladas por un mismo denominador común: “Me sorprendió su capacidad expresiva y dialéctica”, apunta Linde.
En ese conglomerado de memorias sobresale uno de los momentos vividos durante un acto. La dirección del partido, a la vanguardia de la metodología que se aplicaba en otras democracias europeas, manejaba con soltura el análisis de encuestas. Los últimos datos que habían recibido les permitió respirar con tranquilidad. Antes de salir al mitin, González se acercó al presidente de la Diputación y le dijo: “Linde, a partir de ahora vamos de triunfadores”.
“Fue la campaña de la esperanza”
Carlos Sanjuan había formado parte del primer gobierno preautonómico de la Junta de Andalucía como consejero de Interior en el gabinete encabezado por Plácido Fernández Viagas. Más 40 años después de que la democracia española comenzara a dar sus primeros pasos, este abogado zaragozano vinculado históricamente a Málaga, reflexiona: “Las elecciones eran más ilusionantes y movilizadoras por parte del partido y de los trabajadores”.
Ese ir a venir a las empresas y fábricas a dar mítines, las charlas con los comités… Eran momentos en los que “se veía el entusiasmo de la gente”: “Las elecciones de 1982 se vivieron con la seguridad de que podía y debía ganar el PSOE. Era la garantía”, explica. Todos esos condicionantes daban pie a encontrar un punto común: la esperanza.
De la noche electoral de 1982, Sanjuan recuerda los abrazos que “todos los compañeros” le daban, afianzando una confianza que abría el camino “por el que habíamos luchado”. De todos los comentarios que esos días conformaron el guion de la etapa socialista, hubo una frase que sigue en la memoria de este abogado zaragozano. En un momento sin determinar (finales de octubre, principios de noviembre), mientras paseaba con Rafael Ballesteros (otro histórico) fueron conscientes de que dos de cada tres malagueños “les habían votado a ellos”.
¿Qué hubiera pasado?
Según explica Sanjuan, aquella victoria no fue fruto únicamente del carisma de un secretario general que también era líder: “Felipe González representaba al PSOE. Desde esa perspectiva, aglutinaba la confianza que la gente tenía en que el socialismo pudiera gobernar este país y consolidar la democracia, algo a lo que estábamos contribuyendo desde mucho antes”, afirma.
¿Hubiera sido posible alcanzar esos 202 escaños sin él? Las preguntas hipotéticas nunca son fáciles de responder: “No lo sé. Depende de qué líder hubiéramos tenido. Lo que sí sé es que fue una campaña llena de fuerza”.
El primer encuentro entre ambos no está fechado en un momento concreto de la historia, pero el contenido de esa primera visita en Málaga sigue conservándose en la memoria: “La relación con él era absolutamente inmejorable. Era una persona de su confianza y a principio de los 80 me encargó los temas relacionados con el Interior”.
Después de que el PSOE perdiera el gobierno frente a los populares de Aznar en 1996, la relación de Sanjuan con González se fue diluyendo: “Nos hemos encontrado en actos del partido, pero lo veo desde la normalidad. Nos saludamos y hay un trato bueno, pero ma non troppo”.
El vínculo de Sanjuan con el PSOE se inicia a comienzo de los 70, aunque “muy clandestinamente”. Sus funciones como juez en la comandancia marítima de Málaga le obligaban a mantener cierta discreción: “Tenía que tener cuidado”. Confiesa que su incorporación formal al partido llegó en 1974, pero “ya estaba colaborando” desde antes.
No hay unos antecedentes familiares asociados a los movimientos obreros: “Era algo personal; una dedicación a cambiar la situación de España. Eso me llevó a hacer política y oposición al franquismo”.
El día D
Chiqui (Hortensia) Gutiérrez del Álamo fue una de las primeras diputadas autonómicas que entraron en el Hospital de las Cinco Llagas en 1982. Desde 1976 venía militando en el PSOE, auspiciada por sus valores feministas y progresistas (“no se puede ser lo uno sin lo otro'') tras formar parte del Movimiento Democrático de Mujeres.
Participó en el congreso del partido de 1977 en Madrid como invitada, iniciando una carrera política que la llevaría a convertirse en una persona clave dentro de la formación. Ese año fue designada como responsable del día D. Del día de las elecciones. Bajo su mando estaba el control de los interventores, apoderados y cuantos datos se recogían en los colegios: “Era la directora general de consumo en Sevilla, pero el 28 de octubre me vine para Málaga”, recuerda.
Preguntada por los sentimientos vividos aquel día, Gutiérrez destaca la actualización de datos que se iba haciendo conforme llegaban resultados de los pueblos. Cada puesta a punto se celebraba como un gol: “No se me olvidará la imagen de Felipe González saliendo a las ventanas del Palace”, asegura.
Nadie quería marcharse de la sede del PSOE en Málaga, pero alguien tenía que contarlo: “Había que ir al Gobierno Civil; allí nos reuníamos los partidos con el gobernador y contrastábamos los datos. Yo ya conocía el ambiente por las elecciones de 1977, así que me tocó a mí. Sin embargo, el clima esta vez era mucho mejor”.
Pese a que se esperaba ganar, la preocupación por una posible intentona golpista estaba vigente. Especialmente en la mente de los socialistas y del propio González: “Él quería saber si cuando se reunía con alguien, le podían pegar un tiro. Era un momento muy complicado. Hasta que Narcís Serra no hizo la reforma del Ejército, la cosa no se quedó tranquila”, puntualiza.
Ahora, 40 años después del inicio de una etapa, Gutiérrez resalta el papel del primer presidente socialista de la democracia. Con énfasis, asegura que González fue el precursor de la “mayor transformación” del país: “La entrada en la Unión Europea fue lo máximo, pero también la modernización de una España carca, antigua y gris, la sanidad pública o la educación. Ha sido alguien imprescindible. La prueba está en cómo lo respeta la gente”.
— Incluso gente de otro partido —añade el periodista.
— Sí, aunque eso es porque les interesa. Cuando somos mayores, nos callamos menos.
De todo el atrezo que construye la España de la movida, hay una amalgama de luz que sobresale por encima del fondo desgastado de las fotografías: los carteles electorales. El diseño y el color se convirtieron en el contraste de un país que, hasta la fecha, “era oscuro”. Esas tonalidades son las que hoy, 40 años después, vuelven a revivir en las fotografías en blanco y negro.