La misión imposible de los jóvenes para alquilar piso en Málaga: cinco historias de resignación
Solo el 14,5% de los jóvenes andaluces menores de 30 años se pudieron emancipar en 2023.
7 julio, 2024 05:00Noticias relacionadas
El problema de la vivienda cada vez azota más a la realidad de miles de jóvenes de malagueños. No entiende de ideologías, clases sociales o posiciones enfrentadas. El mercado es voraz para todos y los demoledores datos lo avalan. El precio del metro cuadrado en la provincia de Málaga, según cifras del portal inmobiliario Idealista, está actualmente en una media de 15,1 euros. Este ha subido un 2,1% con respecto al mes de mayo y un 12,6% con respecto a junio del 2023.
El coste razonable de un alquiler en Málaga se sitúa en 755 euros mensuales, mientras que el precio de mercado real de un piso de 2 dormitorios alcanza los 1.028 euros según datos del último informe de febrero de Idealista.
Si esto se ha convertido en una gran traba para la mayoría de los malagueños, en concreto resulta especialmente dañino para uno de los sectores más vulnerables, los jóvenes. Según el CIJ (Consejo de la Juventud de España), solo el 14,5% de los jóvenes andaluces menores de 30 años se pudieron emancipar en 2023. Además, para lograr la utópica hazaña de comprar un inmueble, se calcula que tendrían que destinar más del 70% del sueldo en ello.
Cada vez se escucha más la frase de "Somos la primera generación que va a vivir peor que nuestros padres" y, sin duda, uno de los grandes responsables de ello es el elevado precio de la vivienda. Un círculo viciado que no cesa. “Si destinamos la mayor parte de nuestro sueldo a pagar el alquiler no tenemos capacidad de ahorro y así, ¿Cómo vamos a tener acceso algún día a comprar un hogar propio?”, manifiestan los jóvenes que se han sentado con EL ESPAÑOL de Málaga para hablar de esta problemática.
Mariví, Ángela, Miguel Ángel, Claudia y Juan Carlos son cinco jóvenes de perfiles muy distintos con algo en común, la independencia les está suponiendo una ardua carrera de obstáculos. Diferentes trabajos y contextos sociales que no cambian el hecho de que la independencia en Málaga sigue siendo un privilegio al alcance de muy pocos. Todos la desean y algunos la consiguen, pero ¿cuál es el precio a pagar?
Mariví, 25 años. Médico residente.
Mariví es médico residente de Anestesiología y Reanimación en el Hospital Regional Universitario de Málaga, más conocido como Carlos Haya.
De familia obrera trabajadora, Mariví llevaba buscando un tiempo la ansiada independencia mientras se preparaba el MIR. Una vez superado, se dio cuenta de que su sueldo en los años de residencia iba a ser totalmente incompatible con los precios del mercado inmobiliario malagueño.
“Yo tengo la suerte de haber cogido plaza en Málaga y de poder vivir con mi madre mientras tanto, pero los residentes que se tienen que ir fuera no tienen otra opción que alquilar y destinar a ello gran parte de lo que ganan”, mantiene Mariví. Para que se hagan una idea, el sueldo de un residente los cuatro primeros años es aproximadamente la mitad del salario base de un médico facultativo.
La joven sostiene que actualmente es obligatorio compartir piso si quieres independizarte, pero admite que no siempre es la opción que más apetece. “Está bien cuando eres estudiante e incluso durante la carrera puede ser divertido, pero llega una edad en la que quieres tu intimidad y un espacio propio donde hacer vida”.
Actualmente, Mariví ha desistido y ha aparcado el sueño de la independencia por unos años. “No me lo puedo plantear por ahora”. Prefiere ahorrar y disfrutar de salir y vivir un poco, que “para eso trabajo”. La única manera que tendría para hacerlo sería coger todas guardias posibles y trabajar sin descanso. “Vivir es tener el equilibrio entre dinero y tiempo para gastarlo, y plantearte hoy en día independizarte sola en Málaga es pasar de trabajar para vivir, a trabajar para sobrevivir”, concluye la joven médico residente.
Miguel Ángel, 27 años. Educador de menores.
Miguel Ángel es educador en el centro residencial de menores ‘Hogar San José de la Montaña’. Aún vive con sus padres e insiste en “aguantar todo lo que pueda con ellos para poder ahorrar e intentar comprar una vivienda propia en el futuro”.
A sus 25 años logró conseguir su primer contrato a jornada completa, pero a día de hoy no le es suficiente para independizarse solo. Miguel Ángel admite que su proyecto de vida no pasa, en principio, por compartir piso con compañeros, ya que valora mucho el espacio propio y la intimidad. Sí ha tenido momentos de plantearse seriamente el irse de su casa, pero al ver la realidad de los precios de Málaga y valorarlo, admite que eso supondría “no poder ahorrar nada e hipotecar mi futuro”.
La presión social es un peso más. “Ves a tus amigos, compañeros de trabajo y familiares independizarse y eso te genera ansiedad. Te vas quedando atrás y hace que la independencia no sea solo algo que deseas, sino algo que la sociedad te recuerda continuamente”.
Piso, luz, agua, internet, comida, salidas, etc. La vida del educador malagueño se vería reducida a pagar todos estos gastos si se fuera de casa de sus padres y eso mermaría “la vida personal que tengo”. Miguel Ángel tiene claro que no quiere que su día a día se convierta en un vivir para trabajar y pagar las facturas.
Su proyecto de vida pasa por tener un hogar propio donde construir una rutina sólida. La realidad es que muchas parejas, lleven el tiempo que lleven, se ven obligadas a independizarse juntas por repartir gastos imposibles de afrontar individualmente. “Compartir una vida parece ser más que nunca una necesidad y no un deseo”, manifiesta Miguel Ángel.
"Somos la primera generación que va a vivir peor que nuestros padres". Es la afirmación que suena entre los jóvenes y que Miguel Ángel también empuña. El malagueño lamenta que en la época de sus padres la mayoría de las personas, cualificadas o no, tenían la posibilidad de comprarse buenas casas sumando los ingresos de una pareja. Ahora, “es mucho más difícil. La generaciones anteriores se iban a vivir juntos, no por conveniencia ni necesidad, sino por querencia”, suspira el educador.
Ángela, 29 años. Gestora de cuentas.
Ángela es gestora de cuentas en Freepik. Lleva cuatro años trabajando en esta empresa y otros tres viviendo con su pareja. En su caso, esta decisión fue fruto de la necesidad y del decir “o nos vamos juntos, o no podemos independizarnos”. Ángela y su novio tan solo se conocían desde hace siete meses cuando se mudaron. Fue una apuesta que les salió bien.
Ángela es de Marbella, y desde los 18 años había vivido compartiendo piso con compañeros durante su época universitaria. Cuando entró a trabajar en Freepik, consiguió un contrato estable y decidió que era el momento de mudarse sola. Sin embargo, el mercado malagueño tenía otro plan para ella. “Me puse a mirar pisos y todo estaba muy por encima de mi presupuesto. Me pedían 600 euros por un estudio y me planteé aceptarlo porque no había opción, tenía que avanzar en la vida”, sostiene resignada Ángela.
Por suerte, el estudio que, muy a su pesar, iba a alquilar, se ocupó y, al poco tiempo, conoció a su pareja. Actualmente, Ángela y su novio pagan por su piso 780 euros al mes. Este precio, según cuenta, “es algo bastante inusual dentro de lo que Málaga ofrece” y está dentro de los precios moderados. En el año 2021, cuando entraron a este piso les pareció caro, pero para el mercado actual dice “es razonable”.
Aun así, su capacidad de ahorro es nula. Los gastos del piso y del día a día hacen que “tengamos que pegarnos décadas para ahorrar lo que podría ser la entrada de un piso”. Esto retroalimenta más si cabe la situación de precarización donde es imposible escalar y optar a una vivienda propia.
“Ser independiente es imposible”, sostiene Ángela. “No podría hacer una vida sola si quisiera, porque para vivir siempre tendría que depender de una pareja o un compañero de piso. Si quisiera ser madre soltera ¿Qué pasaría conmigo? La vida está totalmente condicionada a tener a otra persona alrededor”.
Juan Carlos, 24 años. Auxiliar de enfermería.
Juan Carlos es auxiliar de enfermería en el Hospital Regional Universitario de Málaga. Lleva cuatro años trabajando con un contrato fijo y comparte piso con seis personas. No se queja. Mantiene una mentalidad estoica y asimila que esto es un sacrificio que le permitirá ahorrar durante unos años y comprarse una casa más adelante. Lleva desde los 20 así, cuando comenzó a trabajar. “Cuanto antes empiece, antes podré conseguirlo”.
Compartir pisos entre tantos inquilinos es algo más habitual de lo que creemos. “En los cuatro años que yo llevo en esta casa, por aquí han pasado decenas de personas. Sobre todo, sanitarios y trabajadores de la hostelería que tiene condiciones muy precarias”, admite Juan Carlos. A pesar de ser el único refugio asequible en el voraz mercado malagueño, el auxiliar de enfermería paga 350 euros por una habitación de “no más de cinco metros cuadrados”.
Siete personas y dos perros en una misma parcela. Juan Carlos dice que no le importa vivir con tanto ser latiente, pero reconoce que no es un estilo de vida para cualquiera. “Si eres una persona introvertida a la que la convivencia le quema mucho, no puedes vivir así. Más que nada por salud mental”, dice con convencido el joven natal de Córdoba.
El único modelo sostenible en Málaga que aúne independencia y ahorro es este, compartir pisos abarrotados. Hay que resignarse a ello y afrontarlo, y afortunadamente Juan Carlos es de las personas que tiene clara su decisión. “No es la situación más cómoda, pero es que me es imposible irme a vivir solo y pagar 900 euros por un estudio. ¿Para qué voy a hacer eso? ¿Para tirarme toda vida pagando un alquiler? Prefiero fastidiarme unos años y comprarme una casa en cuanto me sea posible. En esta ciudad no te queda otra opción”, ultima el auxiliar de enfermería.
Claudia, 24 años. Estudiante universitaria y camarera.
Claudia compagina sus estudios de traducción e interpretación en la UMA con un trabajo a media jornada en la librería cafetería Q Pro Quo. Vive emancipada desde los 18 años y su sueldo no resiste un alquiler estándar de Málaga. Actualmente, comparte piso con tres compañeros.
Claudia admite que está en una situación privilegiada porque su casera no le ha subido el precio de la habitación a más de 200 euros, pero dice estar atada indefinidamente a ese piso por miedo a no encontrar nada tan asequible.
Como muchas personas, Claudia preferiría vivir sola. Sin embargo, lleva ya cuatro años compartiendo el mismo inmueble con distintos compañeros y suspirando porque su arrendataria no le suba el alquiler. “Entré pensando que lo de compartir con tanta gente era algo temporal, pero cada vez me parece más la realidad que voy a tener vivir durante mucho tiempo”, manifiesta la joven.
Su actual situación, estudiante y trabajadora a media jornada, no le permite optar a otro modelo, no obstante, admite que “aunque trabajes a jornada completa en hostelería, es imposible vivir sola y ahorrar algo para el futuro”.
La estudiante de traducción e interpretación recalca lo curioso de su situación, ya que hace tres años cobraba un sueldo de solo cuatro euros la hora y vivía en un estudio sola, y ahora que cobra más es imposible planteárselo. “Vivimos totalmente dependientes de la vivienda. Tu vida gira en torno a donde te puedes permitir vivir”, declara Claudia con algo de desánimo.