Rafael Pérez Estrada le mandó al entonces jovencísimo escritor Antonio Soler (Málaga, 1956) escribir un artículo sobre Hipólito Lucena, un sacerdote malagueño que montó una secta sexual en los años de la posguerra y fue juzgado en secreto por el Vaticano por ir en contra de los dogmas de la Iglesia. El poeta se lo encargó para una revista, pero ni la nueva cabecera abrió, ni el autor le dio mucha importancia.
Aquella historia de la secta, que tenía como sede la desaparecida iglesia de Santiago Apóstol en el centro, fue calando poco a poco en la memoria del novelista. Llegó a hablar con familiares de aquellas mujeres, las llamadas hipolitinas, y con personas que conocieron al cura con una cara social impecable que luego captaba a sus víctimas en el confesionario para luego montar orgías en el altar (incluso a algunas las dejó embarazadas).
El azar volvió a cruzar al autor de Sur con Hipólito 30 años después de saber de su existencia. Tuvo acceso a un archivo personal del sacerdote donde había fotos de él y también documentos. Una vida encerrada ahí que ha traducido a literatura en su nueva novela, Sacramento (Galaxia Gutenberg), donde Soler disecciona a la perfección la España de la dictadura mientras desentraña los secretos del oscuro personaje.
"Los casos de las denuncias anteriores, el marido burlado, el padre cuya hija dio a luz en una cuadra y cuyo hijo fue hecho desaparecer, podían constituir un anticipo de otros casos que acabarían por romper el dique de contención de la Iglesia", cuenta en el libro con metaliteratura donde resume bastante bien lo que pasó: "Mujeres desnudas en la losa fría. La oscuridad de la iglesia. Orgías".
"En el caso de Hipólito y en ese mundo, hay mucha gente que toma la profesión sacerdotal como medio para ganarse la vida. Viene de una familia muy numerosa, sin grandes medios. Al final se convierte en un tipo que abusa de las mujeres y las manipula", relata durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga en la cafetería del Hotel Molina Lario mientras toma una taza de colacao caliente.
El poeta Rafael Pérez Estrada le pone en la pista del sacerdote Hipólito Lucena hace muchos años. ¿Por qué se decide a recuperar la historia ahora?
La primera pista vino de él y además era muy buena porque luego he podido comprobar, tras muchos rumores, lo que me dijo. Me encargó un reportaje siendo un escritor joven de veintitantos años. Ni la revista salió ni yo tuve un especial interés. No pensaba que aquello formara parte de mi mundo literario. Con el tiempo, de un modo azaroso, me fueron llegando nuevas informaciones. Se generó una cosa muy curiosa porque estuve movimiento unos hilos al principio. Quien sabía algo de este, decían: "Quien sabe mucho es Soler". Y se corrió la voz.
El tema le ha perseguido mucho tiempo. Parece que el cura 'le mandara' señales.
Pasaron 30 años, toda una vida. Poco antes de la pandemia, me encontré con un amigo e historiador de la Universidad de Málaga, Fernando Arcas. Le comenté que hacía poco me llegó otra persona contándome cosas. Había pasado tanto que ya el personaje formaba parte de mi mundo. Al día siguiente, Arcas se encontró con Pilar Oriente y ella le volvió a hablar de don Hipólito. Para mí esa fue la señal fundamental. De pronto me encuentro con cientos de fotos suyas de niño, con su familia, con las hipolitinas; documentos que hacía referencia a las obras de teatro que montaba con el elenco. Toda una vida encerrada ahí. Esto estaba llamando a mi puerta. En todo ese tiempo, Hipólito se había incrustado en mi memoria y no hice lo que mandaron al principio: un ejercicio periodístico forzado.
Lo cierto es que tiene todos los ingredientes para una novela e incluso una serie: un cura organizando orgías a instancias de la Iglesia que captaba a las fieles para su secta en el confesionario.
Sí. También mandaron un dominico para que hiciera una investigación cuando el rumor se extiende por toda la ciudad. La Iglesia decide investigar a fondo que está ocurriendo allí y lo que está ocurriendo no es ya una cuestión puramente de abuso sexual y de manipulación, sino que hay un contenido herético que va contra el dogma de la Iglesia. Eso es lo que la Inquisición en su tiempo castigaba muy duramente. Que son los antecedentes de don Hipólito, los iluministas y toda esa saga de herejes que iban a la hoguera porque van contra la estructura fundamental de la Iglesia.
Comenta en el libro que hubo mujeres que se quedaron embarazadas y dieron sus hijos en adopción. ¿Hoy día sería un auténtico escándalo, no?
Claro. Por supuesto que sería un escándalo. Me dedico en una parte del libro, que titulo El mapa, a contar en qué país y en qué mundo está ocurriendo eso. España era un país lleno de silencios, ocultamientos y verdades a medias. Y sobre esta historia se echa una manta de silencio y se decide que aquí no ha ocurrido nada.
Habla de una época, y usted pone ejemplos, lleno de titulares sobre platillos volantes y perros perturbados por el jazz.
Me imagino que la gente se preguntaría qué era eso del jazz y de la televisión, que aún no había llegado a España. En medio de ese mundo, de esa sociedad llena de rumores y de silencios, puede medrar un tipo como este.
Hoy día también triunfan las noticias falsas y somos fáciles de engañar…
En el libro digo que esto de la invención de las fake news no es una invención ni es de ahora. Los periódicos de aquella época estaban absolutamente llenos de noticias falsas y de manipulaciones. No ya sólo de orden político, que te lo puedes esperar en los años 40 y 50, sino que se extiende mucho más allá. En Málaga informaron de que se había estrellado un platillo volante y que en una tienda de electrodomésticos enseñaban un trozo. Todo es una estafa. En eso sí que hay un paralelismo con una parte de lo que ocurre ahora. Entonces el 70% eran noticias falsas; ahora puede ser un 20%. Los rumores antes circulaban de boca en boca, ahora por las redes sociales.
Define a Franco como "un caudillo envuelto en capa de armillo y un rey ridículo con voz de castrado y apariencia de oficinista". ¿Usted no teme a la corrección política, no?
No, faltaría más. El hispanista Paul Preston ha leído el libro y dice que nunca había leído "una descripción del franquismo tan ajustada". Es un retrato muy evidente del personaje que movía los hilos del país. Es un personaje muy oscuro y muy siniestro con una apariencia insignificante y voz ridícula, y de una crueldad brutal.
Eso que ocurre tiene mucho que ver con esa época, claro, y con lo de vivir las cosas de puerta para adentro. Me recuerda a La casa de Bernada Alba.
Todo se vive a través del silencio y del secreto. Eso es algo que Hipólito Lucena sabe manejar muy bien. De hecho, como capta a las mujeres en el confesionario. ¿Y qué es un confesionario? Un lugar secreto e íntimo donde impera el silencio. Hay un pacto establecido entre el confesor y la persona que confiesa. El único testigo es dios. Que una vez la persona se levanta no pueda hablar de lo que allí está ocurriendo. Ese es un nicho perfecto para que él pueda captar y manipular a las mujeres. Las puedes interrogar en beneficio de su bien y saber que deseos tienen, que tipo de sexualidad y frustraciones manejan.
La historia, de la que nada se supo en su momento, no sorprenderá a muchos hoy día. ¿Cómo cree que ha actuado la Iglesia ante los escándalos de abusos y pederastia?
Este caso es diferente. No hay rastro de Hipólito por escrito prácticamente en ningún sitio. Leí un libro con un título que parece sensacionalista, pero que está hecho por un hispanista anglosajón muy serio: La sexualidad en el confesionario. Ahí le dedica unas pocas líneas a Hipólito como el último caso que se da en Europa de iluminismo. Eso si lo diferencia de todos los abusos sexuales, pederastas y de todo índole en la Iglesia. Además de un tema de abuso sexual, hay una cuestión teológica que lo atraviesa. Me interesa su personalidad. A la vez que lleva a cabo esa manipulación y esos abusos, es un tipo que tiene una cara social luminosa. Se ocupa de los necesitados y hace una labor evangélica y cristiana ejemplar. También tiene una cara siniestra. Lo que no me interesaba era ir a dar una pedrada a la Iglesia y hacer una cuestión de mera denuncia. Para esos están los medios de comunicación. Me interesaba las luces y las sombras de este personaje. Respondiéndote a la pregunta, sólo hay que coger los periódicos para saber cómo actúa la Iglesia.
¿La Iglesia podría morir pronto si no se moderniza?
El papa Francisco es un intento de modernización que viene de Latinoamérica. Ese continente está perdiendo la batalla de un modo estrepitoso frente a los evangélicos. No tengo ni la más remota idea de lo que pasará en el futuro. Hay unos cuantos factores que desplazan a la Iglesia del mundo occidental. Tendrán que hacer una labor de acercamiento si quieren sobrevivir, y de un modo grandioso como hasta ahora ha sobrevivido.
Aunque no sea una novela de denuncia, usted de alguna manera señala en el libro cómo un hombre abusa de su posición de poder.
Sí, sí. Una posición de poder que le confiere la Iglesia, que es una institución poderosa dentro del régimen y aliada con este en casi todos los ámbitos. Ese poder se le confiere la propia actuación de Hipólito como cura ejemplar. A él le sirve eso como blindaje. Si hubiera sido un cura sinvergüenza, que se queda con dinero, que es un vago y que no se ocupa de su parroquia y sus feligreses, el rumor le hubiera atacado mucho más fácilmente. Pero con ese poder de medio santo que tiene, los rumores se empiezan a tomar como envidias y resentimientos de los rojos que quieren atacar a un santo. Me contaba una persona que hizo un viaje con él a Lourdes siendo un niño que se le quedó en la memoria cómo era tratado el cura. En el propio tren le llevaban cojines, bebidas y toda clase de atenciones porque era como si llevaran un santo.
¿Qué opina de movimientos como el Me too y la revolución feminista que se está viviendo en estos momentos?
Cualquier persona medio decente tiene muy claro lo de la igualdad de género y la injusticia histórica con la que la mujer ha sido tratado. Me parece evidente. Son datos que se pueden contrastar y que están incrustados en la sociedad. Todavía una rémora que todavía permanece y que hay que vencer. Ahora, llevar eso a terrenos de lo políticamente correcto donde cualquier mínimo acto es criminalizado. La manipulación del lenguaje que a veces llega a lo ridículo. Eso me parece peligroso para el propio feminismo porque nos lo lleva a unos territorios de transigencia que no tengan que ver ni con la mujer ni con la igualdad, sino con lo políticamente correcto y con la falta de transigencia.
No tengo muy claro si hay que alejar el personaje de la persona. Aunque tampoco podemos dejarnos llevar por el revisionismo histórico que impera hoy día.
Yo lo tengo bastante claro. En el arte la persona es una y su obra es otra. La obra tiene una entidad en sí misma que debe ser juzgada por ella y no por la mano que la ha hecho. Eso me parecería un error muy grande y que acabaría con una parte importante de la historia de la cultura. Sobre todo si se va juzgando en función de un presente. ¿Qué ocurriría si de pronto un país de una de las dictaduras que hay por el mundo se descubre que tiene una obra de Leonardo da Vinci y se desvela que el pintor es homosexual, y en ese país la homosexualidad está contemplada como una aberración absoluta? ¿Se quema el cuadro? Es un disparate. ¿Si se descubre que Miguel Ángel era pederasta, se borra la Capilla Sixtina? Es otro disparate. En ese caso, Miguel Ángel sería un tipo abominable. Su obra no. Esto ha ocurrido siempre. Hay una ola muy reaccionaria que sin juicio previo condena.
Su nueva novela transcurre en Málaga. De hecho, se resiste a ambientarlas en otro lugar. Decía Chéjov que si quieres ser universal debes hablar de tu pueblo. ¿Está de acuerdo?
Sí. Chéjov, Joyce, Kafka, Faulkner. Lo universal está en todos sitios si tienes una mirada profunda hacia el ser humano. El marco en el que las historias se desarrollan es completamente secundario. Había como una especie de complejo de que si sitúas una novela en Cáceres en principio será más pobre que si la ambientas en París o en Nueva York. Me parece una ramplonería, una simpleza. Lo cosmopolita no está en la purpurina ni en el marco que le pongas al cuadro, sino en el interior del cuadro.
Habla de lo cosmopolita, ¿cómo ve usted la ciudad? ¿Ha cambiado mucho en los últimos años?
Evidentemente ha cambiado. Esta ciudad no tiene nada que ver con la ciudad que era hace 20 años. Se han perdido cosas por el camino. La identidad de Málaga se ha modificado urbanísticamente. Ha ganado mucho a nivel cultural. Al mismo tiempo, tiene el riesgo de quedar como un decorado para las personas que vienen de fuera. Se nos reduce bastante a los que vivimos aquí. El balance general me parece muy positivo. Aunque puede morir de éxito.
En un momento de la novela reflexiona sobre la labor de escritor porque muchos no la creen productiva. ¿Cuándo se asociaran las artes a un trabajo y se dejarán de ofrecer trabajos precarios?
Ahora estoy releyendo Del tiempo y el río de Thomas Wolfe. Habla de su juventud como escritor y de la preocupación de la familia, y del acoso al que es sometido. "¿Cuándo vas a trabajar?", le preguntan constantemente. Yo recuerdo cuando era muy joven que me decían: "¿Entonces tú no trabajas?". Bueno, estoy escribiendo entre ocho y nueve horas al día. Se toma como una preocupación y lo entiendo. El camino es muy estrecho y las posibilidades de vivir de eso son escasas. Los que lo conseguimos no somos demasiado. Es cierto que cuando se empieza se toma como una distracción, como una cosa que puedes hacer los fines de semana, y no como un trabajo serio. El que empieza ese camino lo debe tener muy claro. Hace mucho tiempo di un taller literario y allí me encontré con personas para las que ser escritor era ser famoso, viajar y tener éxito. La literatura les interesaba bastante poco. Si quieres ser famoso mejor toma clase de tenis a ver si puedes jugar como Nadal o canta y eres como Bisbal. La fama y el éxito de los escritores son muy relativo. Ha sido siempre una actividad muy minoritaria. En mí hay una una pulsión, una pasión y una vocación que es la de conocer el mundo a través del lenguaje.
Usted lucha por "la conquista diaria de unas cuantas palabras". ¿Con el tiempo se ha vuelto más fácil esta tarea?
Sí. Mal sería que no aprendiera durante treintitantos años escribiendo. Siempre mantengo un punto de inseguridad. Para mí cada libro es completamente distinto. No uso una plantilla para copiarme a mí mismo y transitar por donde ya he andado. Me tomo cada libro como un experimento y una nueva forma de contar. Eso me hace estar alerta. Esa mirada que siento siempre por encima de mi hombro como si alguien me estuviera vigilando, que es la inseguridad, no me abandona nunca.
Comprende la literatura como un salvavidas. ¿De qué le ha salvado?
Me ha dado casi una identidad y una profesión. Yo era un chico que no acababa de estar muy integrado en el mundo donde todo me parecía muy extraño. Recuerdo quedarme trastornado y conmovido con determinados libros. La literatura me ha situado dentro de la sociedad. He andando por medio mundo y he viajado por muchísimos países. Tengo amigos magníficos, que sin la literatura no habría tenido, y que han formado parte de mi vida. A veces he pensado que a medida que he ido inventado vidas en mis libros, ellos han ido escribiendo mi propia vida. Incluso a mi mujer la conocí en una Feria del Libro.
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