Yolanda Rueda es malagueña, hizo una buena parte de su carrera profesional en Madrid y en 2019 decidió regresar a su tierra para seguir impulsando su gran proyecto: la Fundación Cibervoluntarios, que creó en 2001 y de la que es presidenta.
Es una entidad sin ánimo de lucro reconocida por Financial Times como una de las 100 organizaciones que generan transformación digital y lideran el crecimiento de Europa Europe’s 100 digital champions.
Rueda cofundó la Campus Party entre 1997 y 2005, y la consultora TIC Futura Networks. Tras vender sus acciones de participación de ambas entidades, se centró en Cibervoluntarios, aunque previamente trabajó para Red.es y el Instituto de la Juventud de España.
Fue seleccionada como una de las Top 100 mujeres líderes en España tres veces: en 2011, 2012 y 2016, ha recibido varios premios y en 2023 la revista Forbes eligió una de sus líneas de trabajo Soberanía Digital Ciudadana como una de las 23 ideas que van a explotar este año. Rueda también fundó en 2006 Empodera.org, una plataforma de inteligencia colectiva destinada a fomentar el compromiso de la sociedad civil con la Agenda 2030 y el logro de los ODS que cuenta con el apoyo de Naciones Unidas a través de UNITAR.
Es periodista, tiene un Máster en Gestión y Administración de fundaciones y otras entidades sin fines de lucro; se especializó en Marketing, y ha escrito varias publicaciones, destacando su participación libros como Cómo la tecnología cambió mi vida o Los auténticos nativos digitales: ¿estamos preparados para la Generación Z?.
¿Qué hacéis en la Fundación Cibervoluntarios?
Nosotros ayudamos a las personas a que adquieran competencias digitales, que usen la tecnología de una forma que les apoye en su día a día, que le aumente sus oportunidades y, sobre todo, le facilite la gestión, la comunicación o la forma de participar.
¿Cómo es el proceso?
Somos una organización del siglo XXI, nacida en 2001, y lo que hacemos siempre es trabajar de forma colaborativa. Tenemos una red, hoy por hoy, de más de 1.800 entidades con las que colaboramos, ya sean otras ONGs, ayuntamientos o centros educativos. A través de ellas formamos los grupos de personas que normalmente suelen estar entre 10 y 12. Damos píldoras formativas que pueden ir desde las dos a las 30 horas de formación. Normalmente las que tienen más éxito están entre las cuatro y las ocho horas.
¿Qué tipo de cursos son los más demandados?
Hacemos muchas cosas para pymes y autónomos. Necesitan aprender a crear su negocio online, herramientas de marketing, de comercio electrónico, poder gestionar su certificado digital para presentar, por ejemplo, el IVA... Luego tenemos las personas mayores, que necesitan mucho el contacto con los familiares, o les hace mucha ilusión poder acceder a los medios de comunicación en su móvil. También les gusta poder hacer una búsqueda de lo que a ellos les gusta, desde una ciudad en donde vivieron de jóvenes a recetas de cocina, hacer compras… Poder ser autónomos en el uso de la tecnología y saber los riesgos que puede haber.
Y con los jóvenes, por ejemplo, en los centros educativos, lo que hacemos mucho es potenciar el talento digital, es decir, que puedan iniciarse en el tema de programación y que puedan analizar el uso de la tecnología desde un punto de vista crítico, analizar el bienestar digital en las redes, cómo poder controlar la privacidad, garantizar su seguridad, prevenir el tema del acoso o la tecnoadicción.
¿Hasta qué punto las personas son conscientes del uso que delincuentes pueden hacer de sus imágenes, datos, cuentas bancarias, etcétera? ¿Usan las personas alegremente el móvil sin fijarse?
Necesitamos más pedagogía y es lo que hacemos en Cibervoluntarios. Tenemos en nuestras manos una herramienta muy potente que nos da muchas oportunidades, pero necesitamos saber utilizarla y ver cuál es nuestra privacidad y hasta dónde damos derechos a otros a usar nuestros datos. Y eso solo se hace a través de la formación.
¿Y qué nivel de conocimiento veis? Asuntos como el phising pueden ser ya más conocidos, pero en otros hay mucho camino por recorrer.
Hay muchísimo camino por delante. Según datos de la Unión Europea y también a nivel estatal, más de 15 millones de personas en España carecen de competencias digitales básicas. Y dentro de esas 15 millones de personas, más del 45% son personas que están en edad laboral, que son de 45 años para arriba. Hay que tener en cuenta que muchos tenemos un móvil de última generación en la mano, pero no sabemos sacarle provecho. Podemos saber comunicarnos con él, pero no sabemos utilizarlo para hacer gestiones on line. Nosotros siempre decimos que si tienes un móvil de última generación en la mano pero no sabes utilizar tu certificado digital, estás en situación de vulnerabilidad digital y estás en brecha digital.
Eso es lo que necesitamos saber. En las estadísticas te dicen que hay un noventa y tanto por ciento de personas conectadas a internet, pero hay que saber cómo están conectadas. Tenemos que aprender a usar esas herramientas y, sobre todo, tenemos que aprender a usarlas en nuestro beneficio y que no nos utilicen.
¿Hasta qué punto está la gente enganchada al móvil y las redes sociales? ¿Veis más adicción?
Muchas de las redes se han creado para tenerte el máximo tiempo posible conectado y que al final seas tu el producto. Hay que saber usarlas en la medida adecuada. Las redes sociales nos han traído cosas muy positivas como estar conectados, cercanos, poder informarnos… Pero hay que saber cuándo tenemos que parar.
"Yo soy una ciberoptimista y siempre pienso que las herramientas que tenemos a nuestro lado nos dan oportunidades para estar más conectados"
¿Se está perdiendo demasiado el contacto humano personal en beneficio del online?
Yo soy una ciberoptimista y siempre pienso que las herramientas que tenemos a nuestro lado nos dan oportunidades para, precisamente, estar más conectados. Si alguien se va al extranjero o fuera de tu ciudad ahora lo podemos ver todos los días o teletrabajar. Podemos evitar muchos desplazamientos y en la pandemia se vio que podemos estar más comunicados con la gente sin perder nuestra actividad. En estos más de 30 años que lleva Internet nos hemos visto deslumbrados por esta tecnología, y esto no es nada en el tiempo de la transición de una herramienta y lo que es su implantación. Ahora ha llegado el momento de pararnos, de pensar, de decir “vale, esta herramienta tiene todo esto positivo, pero también tiene esto negativo” y los que estamos conectados tenemos que tener esa actitud crítica y no dejarnos comer el terreno. Estamos en ese momento de reclamar nuestros derechos. Creo que Europa está abanderando la defensa de nuestros derechos en relación con muchas compañías.
¿Hay preocupación por el uso excesivo de los jóvenes del móvil?
Hay mucho debate sobre si se debe permitir o no el uso del móvil en los centros educativos. La clave es el sentido común, porque el móvil es también una herramienta de trabajo. No podemos prohibir y, de hecho, todo lo que prohíbes al final te viene de vuelta en adicción porque cuando algo se prohíbe como que lo quieres más. Ante todo hay que formar a la gente, explicarles a los jóvenes por qué es una herramienta útil, decirles qué se puede publicar y qué no, hacer ver cómo se sienten las personas si se publica algo negativo de ellas. Tenemos que trabajar esas nuevas competencias, por ejemplo, con todo lo que se está hablando del tema de la pornografía. Estamos en un nuevo entorno, con un acceso a contenidos de forma diferente. Todo eso hay que trabajarlo desde las instituciones públicas y desde la sociedad civil, ponerlo sobre la mesa. No podemos negarlo. Es algo en común que nos atañe a toda la sociedad. En los centros educativos se tiene que hablar de esto. Lo mismo ocurre con la desinformación que viene por las redes sociales.
Las odiosas fake news.
Sí, hay que facilitar que los jóvenes detecten las fake news, que puedan buscar las fuentes de las informaciones y comprobarlas. Tenemos que darles esas habilidades para que puedan tener un pensamiento crítico. Pero eso no es una herramienta, la herramienta está ahí, eso es una metodología, una forma de ver las cosas y eso hay que trabajarlo. Decirle al joven, “aquí está la herramienta, te vas a encontrar con esto, con esto y con esto y tienes que saber detectarlo”.
Ahora estamos viendo precisamente los casos de menores desnudadas con inteligencia artificial.
Igual, en vez que quitar los móviles en las aulas lo que hay que hacer es trabajar estos contenidos en los centros educativos. Hacerles ver que te puedes encontrar comunidades peligrosas, ciberacoso, etcétera. Pero que también hay bienestar digital, privacidad, control de los datos, la identidad, tu huella digital...
La inteligencia artificial va a dar mucho que hablar, en positivo y en negativo. Asuntos como el deepfake pueden ser muy preocupantes. ¿Qué opina?
El peligro es hacer un mal uso de la herramienta. Hay cosas muy positivas de la inteligencia artificial usada con coherencia. Pero siempre hay también otra cara. Y para ello hay que enseñar a la gente a detectar cuando se está haciendo ese mal uso de la inteligencia artificial.
Cambiando de tercio, ¿qué le parece el impulso de la Málaga tecnológica?
Creo que es muy positivo. Málaga ahora mismo está impulsando la tecnología y están viniendo muchas entidades. Nosotros nos hemos venido también. Hay un ecosistema muy bueno y creo que los años que vienen van a dar muchísima alegría en esta línea. Ha sido una apuesta clara por la cultura y la tecnología cuyo efecto se está notando.
¿Le ve entonces continuidad?
Sí, esto acaba de empezar. Hay mucho trabajo detrás y mucho sembrado y ahora lo está haciendo más gente.
Haciendo una proyección a futuro, ¿cómo se imagina la Málaga de 2033?
Pues en la misma línea que ahora. Una Málaga muy activa, muy dinámica, muy tecnológica, muy cultural… Me gustaría que fuera también puntera en la parte social y de los derechos digitales, en la formación.
¿Qué proyectos ve más urgentes o necesarios para la capital o la provincia?
Hay una gran demanda de talento digital y hay que preparar muchísimo a los jóvenes. Y no solo en programación sino en antropología, derecho o filosofía. Por otra parte, en materia de infraestructuras, sería necesaria una movilidad más sostenible, más verde, más rápida, sin que haya tantos coches por medio.