Hedy Lamarr, la actriz que usó la ciencia para escapar de su matrimonio y acabó inventando el WiFi
Hady Lamarr, más conocida por su faceta de actriz, inventó el sistema precursor de lo que hoy se conoce como tecnología WiFi.
14 enero, 2022 02:06Noticias relacionadas
Más conocida por su faceta de actriz que de inventora, Hedy Lamarr fue sin duda, una mujer revolucionaria y poco habitual para su época. Hedwig Eva Maria Kiesler, que así se llamaba la estrella, vivió una historia tan tumultuosa como fascinante, que la llevó desde el centro de la agitación cultural de la Viena de principios del siglo XX, hasta el corazón de la época dorada de Hollywood. Allí, junto con su amigo y músico George Antheil, ideó un sistema de comunicación que hoy se considera el abuelo del WiFi. La inventora es la protagonista del libro Hedy Lamarr: Aventurera, inventora y actriz escrito por María Serrano e ilustrado por Iratxe López de Munáin, para la colección Genios de la Ciencia de ediciones Vegueta Infantil.
“Las mujeres científicas han sido tradicionalmente invisibilizadas en nuestros relatos de la historia hasta hace bien poco, y las que han aportado avances en el campo de la ingeniería y tecnología están directamente desaparecidas. Algunas de ellas, son clave en el desarrollo de tecnologías de las que hoy dependen nuestras vidas cotidianas, como Ada Lovelace (el software) o Hedy Lamarr (el WiFi)”, asegura María Serrano.
“Hedy fue una pionera en muchísimos ámbitos, -continúa la autora- desde la narración cinematográfica (con 17 años interpretó el primer orgasmo femenino de la historia del cine) hasta, al final de sus días, la cirugía estética (diseñó también formas de cirugía que innovaron en ese campo). Pasando por todo un espectro de innovaciones tecnológicas en las que ideó desde un avión para Howard Hughes, una bebida de cola en pastillas o la tecnología a la que más se dedica este libro, el 'sistema de transmisión en espectro ensanchado por salto de frecuencia' precursor de la tecnología WiFi”, concluye.
Lamarr no tuvo una vida fácil. Casada con el magnate de la empresa armamentística Fritz Mandl, sufrió el infierno del secuestro en su propia “jaula dorada”, el castillo de Salzburgo. Ante tanta soledad, la ciencia se convirtió en su válvula de escape y finalizó con éxito la carrera de ingeniería. Finalmente, consiguió huir de su cautiverio y se afincó en EEUU donde logró convertirse en la estrella del cine emergente de los años 30.
“Lo que más me fascina de ella, es que en una época en la que las mujeres tenían extremadamente difícil el reconocimiento de su valía y su capacidad de hacer cosas en ámbitos que no fueran lo doméstico y la crianza, Hedy tuvo el arrojo, el ingenio, el valor y la fuerza de no conformarse e intentar construir su vida en sus propios términos. No se le ponía nada por delante”, afirma la autora del libro.
La colección Genios de la ciencia trata de acercar a los niños, y no tan niños, las biografías de aquellos hombres y mujeres que cambiaron la historia de la humanidad en el ámbito científico. Y Hedy Lamarr merece estar, sin duda, en este olimpo.
“Cuando ya era una superestrella, se cansó de que le ofrecieran 'papeles de guapa', meramente ornamentales, y tampoco se resignó. Impulsó sus propias producciones en las que las mujeres tuvieran papeles más interesantes... Los comités científicos, compuestos por hombres, a los que hacía llegar sus inventos los menospreciaban sistemáticamente. Tampoco se dio por vencida y siguió con su trabajo y cuando, muchísimos años después le concedieron el Pioneer Award por todo el trabajo realizado, exclamó: ¡Ya era hora!”, comenta Serrano.
“Este tipo de referentes no sólo merecen que los pongamos en valor por sí mismos, sino que son una fuente de inspiración y aliento, que nos ayuda a todas a mejorar nuestras vidas. Pudo haber tenido una vida más fácil y eligió no tenerla, para no morirse de aburrimiento. Para mí, toda la gente que toma ese tipo de elecciones, son un ejemplo a seguir, son las que nos abren camino a las que venimos detrás”, concluye la escritora.
Vegueta continuará publicando biografías inspiradoras en los próximos meses como la de Copérnico, y la de otra gran mujer que también fue, por mucho tiempo, invisibilizada por la comunidad científica. Nada menos que la astrofísica que descubrió la composición de las estrellas, Cecilia Payne. La historia se repite.