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La Justicia debió de llamarla en silencio para que hiciera mucho ruido. María Félix Tena (57 años), desde hace unos meses presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, por primera vez en manos de una mujer [sólo hay dos presidentas de Tribunales Superiores de Justicia en toda España], no sabe por qué quiso estudiar Derecho, ni qué la hizo ser jueza, "y mira que me lo he preguntado veces". Pero sí que sabe por quién ha hecho todo lo que ha hecho: "Me han inspirado siempre todas las mujeres que tenía a mi alrededor. Mujeres valientes y rompedoras".
Como ella. Suena enérgica por teléfono y eso que son poco más de las 9 de la mañana cuando se realiza esta entrevista. "La presidenta prefiere cuanto más temprano mejor", ya habían advertido desde su gabinete. Y es que es difícil llegar a hacer todo lo que ha hecho Tena si el día no empieza pronto.
Ha pasado el confinamiento en su casa, con su familia, pero preocupada por "las consecuencias que en el ámbito judicial podrían producirse" con esta pandemia: "Nos hemos tenido que adaptar todos a esta insólita situación. Se produjo un cambio radical donde hubo que resolver y actuar en situaciones que en ningún momento me hubiera imaginado, lo cual añadió un plus de complejidad en todos los ámbitos".
En el caso de la Justicia, Tena aclara que se han "adoptado medidas de prevención extraordinarias desde el minuto uno, se ha trabajado con una reducción importantísima del personal presencial y hemos ido resolviendo todas las situaciones que se nos han planteado, ampliando el trabajo tecnológico, lo cual nos ha permitido mantener reuniones numerosas a través de videoconferencia".
Con sólo 24 años María Félix Tena ya tenía la oposición a magistratura en su bolsillo y llegaba a su primer destino: un juzgado de distrito de Coria. Una zona rural donde aprendió que la Justicia tiene que tener los pies en el suelo y si está pegada a la gente, mucho mejor.
"Ya empezaba a haber un número considerable de compañeras que eran juezas pero lógicamente no llegábamos a las cotas que hay actualmente en la carrera judicial. Yo no era una excepción pero en relación con el número de hombres, sí que éramos pocas", explica como quien recuerda escenas en blanco y negro, de las que han pasado más tiempo social que real.
No guarda en su memoria ningún desprecio expreso que tuviera que hacer frente durante esos años. Si los sufrió, seguro que fueron anecdóticos porque no marcaron el recuerdo de su experiencia. Eso sí, empezó a caminar entre togas aprehendiendo el dolor del desprecio, de la invisibilidad que sufren muchas mujeres que llegan como conquistadora, por primera vez, a tierras tradicionalmente caminadas por hombres.
"Sí llamaba la atención. Y era extraño que hubiera una jueza. Lo percibía en el entorno. El secretario general era un señor mayor y siempre se dirigían a él como el juez y había que aclararle que él era el secretario judicial y que la jueza era 'esta señora'. No decían esta chica claro… Y acabé siendo una señora de 24 años", recuerda Tena.
En la Audiencia, peor
Tena es una persona conversadora, ágil en las respuestas pero contundente en las frases, una deformación de su profesión en la que lleva ya más de 30 años. Quiere ser justa y medida sin despegarse ni un ápice de la realidad, pero las palabras se cargan de peso cuando habla de su experiencia en la Audiencia Provincial. Ya resopla. Se entrecortan las frases que antes parecían sentencias meditadas. Se nota el amargor de una experiencia que durante años fue muy dura para una joven jueza.
- P.- ¿Qué fue para usted lo peor en la Audiencia, ser mujer o ser joven?
- "El problema es que era mujer y joven. Y en la Audiencia Provincial sí que fue más complicado porque había una reticencia importante. Era una puesta a prueba diaria, continua. Una observación diaria para ver hasta dónde valía, lo que sabía, lo que podía hacer, hasta dónde se podía llegar intelectualmente y profesionalmente con esa mujer y tan joven. Fue generalizado".
Llegar a jueza no fue díficil ni siquiera a finales de los 80: un puesto por oposición donde el conocimiento iguala a mujeres y a hombres. Pero que se atreviera a promocionar, ya era otra cosa. Y Tena, con 26 años, se ganó su entrada en la Audiencia Provincial de Cáceres, como magistrada y presidenta de la sección segunda. "Y el examen diario duró años", advierte.
Quizás ahí descubrió que la Justicia es ciega pero los jueces no. Y que nadie le perdonaba que se hubiera atrevido a dejar su casa para meterse en los juzgados. Que seguía siendo una mujer que, si quería poder, tenía que conseguirlo entre bambalinas, disimularlo.
Sin embargo, María Félix Tena no es de disimulos. Su voz, espejo del alma, es potente y con acento, sin ocultar de donde viene. No enmascara sus opiniones con jerga jurídica que no entiende nadie, así que todo el que la conocía sabía que si tomaba el poder iba a ser por delante, aunque tuviera que cavar ella misma el camino.
Y 24 años le llevó hacer esa zanja para convertirse en presidenta de esa misma Audiencia Provincial, rompiendo su primer techo de cristal de la Justicia extremeña.
Pueblo y mujer
Nacida en Monterrubio de la Serena, un pueblo de 2.400 habitantes muy cerca de Puerto Hurraco, famoso por una matanza que a ella ya le pilló con toga y mando, siempre ha defendido ese lugar pequeño, profundo, como el lugar donde conecta con su esencia, con sus raíces.
Quizá porque allí encuentra la sombra de su madre y de sus tías y de sus amigas y de todas las mujeres que la rodearon en sus primeros años y que le siguen proyectando la fuerza silenciosa que le ha llevado a seguir consiguiendo hitos, marcando una dirección rompe con la brecha de género que encorseta al mundo judicial, "como a otras tantas profesiones".
El pasado 27 de enero, en su discurso ya como presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, no se olvidó de su madre. Pero sobre todo, no se olvidó de todos los que le habían recordado entre juzgados y sentencias que era sólo una mujer con miradas de escrutinio y expresiones de duda sobre su profesionalidad.
"Pasado el tiempo, esa carga añadida no desapareció pues todavía hay que seguir demostrando que una mujer podía conjugar, con resultados óptimos, trabajo y familia, como si la prueba para saber si una persona puede o no hacer algo se debiera a la organización de los cromosomas", advirtió delante del presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, y de otras tantas personalidades masculinas.
Sus palabras en una sala poco acostumbrada a que se la zarandée supusieron un jarro de realidad que buscaba acabar con la idea generalizada que se tiene hoy día de que la igualdad ya se ha conseguido, de que son tópicos las barreras que tiene que romper una mujer para llegar a un puesto de responsabilidad... Otro micromachismo para relativizar lo que queda de lucha.
"A día de hoy aún tenemos que seguir con la presión de demostrar que se puede conjugar familia y trabajo. En las últimas entrevistas que me han hecho, siempre aparece la pregunta sobre cómo he compatibilizado mis funciones profesionales y ser madre. Y esa pregunta no es habitual hacérsela a un hombre cuando asume un nuevo cargo", asegura con un poso de resignación y consciente de que la maternidad sigue siendo la piedra de toque para las mujeres en el éxito y en el trabajo.
"No soy superwoman"
Por eso, cuál Sísifo arrastrando su piedra, ciego y obligado a hacer frente siempre a la montaña, María Félix Tena recuerda los fantasmas que surgen cuando una profesional (mujer) llega a "esa edad" por si "ahora que empieza a tener hijos no mantiene el mismo ritmo de trabajo" o "el mismo ritmo de preparación y de formación".
Lo ha vivido ella y lo siguen viviendo la mayoría de las trabajadoras actualmente: "Se nos continúa observando más que a ellos. Y eso que obviamente, en esta sociedad igualitaria que queremos, los hombres deben confluir con las mismas obligaciones paternas que lo hace una mujer", aclara.
Para ser justo, ni en la judicatura se salvan de esa carga. El 90% de las reducciones de jornada y excedencias entre los jueces son solicitadas por mujeres, según los datos del Consejo General del Poder Judicial: "Seguimos remontando el tema de que si uno de los dos profesionales tiene que quedarse cuidando con los niños y en casa, se cree que la mujer está mejor preparada que el hombre. Y es una cuestión de educación".
Es en esos años cuando muchas mujeres acaban sufriendo el 'síndrome de la superwoman', un concepto inventado seguramente para hacer sentir mejor a quien tiene que hacer malabares para conciliar casa, familia y trabajo. "Yo me niego a ser superwoman o a que nos incluyan en que tenemos que ser magnificas madres y magníficas profesionales... No, no, no".
Es en ese momento cuando más parece que la que habla no es toda una presidenta de un TSJ sino una mujer que ha pasado muchos momentos de agobio. Ese "no, no, no" le sale de dentro. Responde a más velocidad de la que ya habla de por sí, como si quisiera huir de una capa que parece caer del cielo casi como una condena.
Ella es madre de familia. Sus tres hijos presenciaron en primera fila cómo rompía su segundo techo de cristal en el TSJ, pero, por sus hijas y por su hijo, insiste en que "el hombre también tiene que ser superwoman" porque si no no vamos a ningún sitio.
- P.- ¿Cómo podemos evitar que la maternidad nos siga marcando?
- "No puede considerarse que un hombre cuando tiene hijos no tiene que organizarse su vida profesional, no tiene que adoptar medidas de coordinación y ponderación de prioridades. Se trata de conciliar aspectos vitales que tiene toda persona como ser humano, con independencia de que sea hombre o sea mujer".
Y la opinión de una magistrada debería de ser de obligado cumplimento. Precisamente la igualdad ha sido su guerra, personal y judicial, desde que aprobó la oposición. En su dilatada carrera como jurista ha sido vocal de la comisión redactora de la Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres y contra la Violencia de Género de Extremadura, de 2011, y parte de un grupo de trabajo de la Delegación del Gobierno para la violencia de género donde presentó propuestas de reforma legislativa incluidas en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
Y aún así reconoce que las leyes pueden ayudar, y mucho, pero el cambio tiene que venir siempre de la educación. "Tenemos que remontar una educación que no ha apostado 100% por la igualdad. Cuando lleguen esas nuevas generaciones formadas en la igualdad profunda de hechos, y no sólo de palabras, todo discurrirá con una naturalidad asombrosa, no estaremos hablando de estas cosas".
Partidaria de las cuotas
Sin embargo, prefiere que el optimismo le pille trabajando y es consciente de que hay que ayudar por ahora con cualquier medida que invierta la situación. Así que se muestra a favor de las polémicas cuotas: "No se han implantado sólo en España sino que se encuentran en todos los países de la UE de ámbito occidental. Puede ser, en un momento determinado, un recurso más para fomentar y para acercarnos a esa cuestión de paridad. No creo que sea la solución estrella ni única, pero puede contribuir a romper ese círculo vicioso, ese techo de cristal, que todos somos conscientes de que existe".
De hecho, según datos del CGPJ, en el último año el 71% de los nuevos jueces han sido mujeres, sin embargo, sólo hay un 20% de féminas que llegan al Tribunal Supremo: "Algo habrá que hacer para romperlo porque las mujeres están suficientemente preparadas, como se demuestra en una oposición. ¿Cómo es posible que luego todos los cargos o la parte de la sabiduría esté en el otro 30% que es masculino?".
María Félix Tena es de esas juezas que tiene la habilidad de rozar la discreción jurídica que bordea las polémicas pero sentando cátedra feminista. Sus trabajos para cambiar la leyes y hacer que las mujeres se sientan seguras en el ámbito jurídico han podido chocar, muchas veces, con sentencias como las de La Manada de Pamplona que supusieron una quiebra en la confianza de una parte de la sociedad en los jueces.
"Creo que dañan la confianza de la sociedad. Posiblemente porque no se transmitió lo que la sentencia decía o lo que había acontecido". Pero enseguida advierte de que España tiene uno de los sistemas más garantistas del mundo que permitieron modificar las condenas: "Un juez no tiene una varita mágica para resolver un problema social, no es su función, y como ser humano que es puede equivocarse", entona un mea culpa corporativo que nada tiene que ver con su hoja de servicios.
Por eso, pide que el Gobierno no deje ambigüedades en la redacción de las nuevas leyes sobre la violencia contra las mujeres como la del consentimiento de la que espera, por lo menos, que sea concisa para evitar interpretaciones polémicas: "Desde el punto de vista judicial lo deseable es que sea una redacción clara concisa y que a la hora de aplicarla en los casos prácticos no conlleve una cuestión dudosa".
Entiende su acceso a puestos de poder como un "manera de normalizar algo que debe de serlo, una forma de visualizar y reflejar una situación teórica en la práctica". Aunque sabe que es una forma de que el camino quede abierto para otras juezas, para que ninguna se sienta sola en una mesa rodeada rodeada de hombres. "Cuando estaba en reuniones donde sólo había hombres siempre he hablado y siempre he expuesto lo que pensaba. Me escuchaba quien me quería escuchar y quien no me quería escuchar también me tenía que escuchar. A partir de ahí, que se me tomara más o menos en consideración...".
En su lista de prioridades a nivel judicial siguen estando las mujeres muertas por violencia de género. "Los números son aterradores pero tenemos que seguir avanzando, implementando políticas de igualdad y partiendo de las leyes penales y de las sanciones penales. Hay que ver que la sociedad reacciona y reacciona con todo el peso de la ley cuando se llega a esas últimas consecuencias".
Antes de colgar bromea. Enfatiza su discurso como quien sabe que está inoculando su vacuna contra el machismo en la sociedad, al menos desde su posición. Que las cosas están cambiando en cada sentencia "aunque vayamos lentos en muchas cosas" y se muestra orgullosa de poder demostrar con una trayectoria impecable que la mujer extremeña "sigue siendo rompedora".
*La presidenta del TSJ de Extremadura reconoce que a lo largo de su carrera han sido las mujeres que la rodeaban las que le daban el ímpetu para seguir peleando en su pelea contra los techos de cristal. "La mujer extremeña es una mujer valiente. Siempre ha hecho cosas calladas pero rompedoras y esas son las mujeres que a mí siempre me han inspirado".