Si de alguien se puede decir que nació con la toga puesta esa es María Luisa Segoviano (70 años), la primera mujer que acaba de ser elegida presidenta de una Sala del Tribunal Supremo. Su llegada al mundo fue por derecho y con una palabra grabada en cada mano: Justicia e Igualdad.
"Nunca pensé en dedicarme a otra cosa. Pertenezco a una familia muy marcada por el tema de la judicatura. Mi padre era magistrado, mi madre licenciada en Derecho, y de los siete hermanos que somos, seis nos hemos dedicado a profesiones jurídicas", reconoce en la biblioteca del Tribunal Supremo donde ha pasado los últimos 14 años de su larga vida impartiendo Justicia.
Esta vallisoletana creció teniendo que argumentar sus posturas y haciéndolo bajo el amparo de la ley y bromea con que en su familia, hasta las regañinas "casi" eran como pequeños juicios. "En casa siempre ha habido mucho ambiente de oposición, de estudio del Derecho, de discusión del Derecho y de realmente amor y gusto por el Derecho".
Su madre, que ahora tendría 99 años, se licenció en Derecho en un aula en la que sólo estaban ella y otra compañera y que incluso tenían que ausentarse cuando el profesor de Penal explicaba temas como la violación, porque no podía hacerse delante de señoritas.
Por eso, cuando el pasado jueves fue elegida presidenta de la Sala IV del Supremo, por la cabeza de Segoviano se mezclaba la emoción que hubieran sentido sus padres por su ascenso y la responsabilidad de quien es consciente de que abre un camino, imposible ya de cerrar, para la llegada de más mujeres.
"Son bastantes años hasta llegar a una Presidencia desde que hace 18 años entrara la primera mujer en el Supremo. Pero tienen que darse las circunstancias y requisitos que exige la ley y quizás no concurrieron o quizás todavía la sociedad no había madurado como para poder asumir que una mujer fuera presidenta. El caso es que se va haciendo camino al andar y hemos ido andando".
María Luisa Segoviano ha dedicado casi toda su vida judicial a temas relacionados con lo Social, excepto su primer destino como juez de Instrucción en Bilbao en 1987. "Fue mi etapa más dura, unos años difíciles por la situación política complicada. Los jueces estábamos en una situación digamos especial y aunque trabajé estupendamente, con unos compañeros magníficos y disfruté mucho del País Vasco, el trabajo allí fue duro".
Después, todo fueron juzgados de Lo Social en una carrera en ascenso que esta semana ha llegado a su culmen: "Este es mi techo profesional. Estoy muy contenta de la designación y creo que no es un hito que va a quedar ahí, es un camino que será seguido por muchas magistradas en un tiempo no muy lejano", advierte con el colectivo de juezas siempre en la cabeza.
Y es que a María Luis Segoviano no le importa que la llamen "jueza feminista": "A veces si te lo dicen en plan peyorativo, no lo admito pero si por feminismo entendemos la defensa a ultranza de la igualdad, pues por supuesto que sí lo soy", insiste poniendo a la misma altura las dos palabras que guarda en sus manos.
En una familia donde se discute de Derecho hasta en las cenas de Navidad, "y además muy apasionadamente porque no todos coincidimos en el mismo punto de vista y eso siempre crea ciertas discusiones digamos muy técnicas y muy amigables", nadie iba a decirle a esta mujer fuerte, segura e independiente que no iba a poder llegar donde quisiera por ser un "ella".
"Mi padre lo que me dijo es que siempre, siempre, antes de poner una sentencia me leyera el artículo correspondiente del código o de la ley, por mucho que pensara que me lo sabía de memoria. Todo hay que mirarlo y leerlo dos veces", asevera entre la emoción de quien recuerda a un referente y la seguridad de saber que ha cumplido con su deber.
Cuando se puso la primera toga ya había pasado una década desde que la primera mujer en España aprobara esta oposición y, como reconoce esta vallisoletana, la cosa había cambiado bastante. "Había una entrada masiva de mujeres en la judicatura que era una cosa muy lógica porque si examinamos las facultades de Derecho, el número de alumnas con brillantísimas notas era superior al de alumnos. Personas que eran muy aptas para opositar. Y de hecho sigue sucediendo".
Llegar a las cúpulas de poder, como ha hecho ella ahora, o romper prejuicios en la sociedad y entre los compañeros, eso era otra cosa. "A mí me pasó una cosa bastante graciosa. Vino una persona a hablar conmigo y le estuve dando todas explicaciones de su caso, que había perdido, y en un momento determinado me dijo: "Bueno, deja de hacerme perder el tiempo y llama al juez"".
La anécdota revela la templanza de estas mujeres que han tenido que pelear por dentro y por fuera para conseguir paridad en las salas, como en la suya; estar en la sala de gobierno del CGPJ o presidir Tribunales Superiores de Justicia de las distintas comunidades autónomas a base de trabajo.
En su caso, todavía ha tenido que lidiar con quienes se sorprendía con una imagen moderna y rompedora que, como mínimo, llamaba la atención en las ortodoxas salas de Justicia. "Ser más moderna en mi imagen no me ha supuesto un trato desfavorable ni discriminatorio, pero sí respecto a las mujeres juezas a veces hay comentarios de qué moderna va, qué atrevida, cosa que yo no he oído hasta ahora de ningún compañero", critica con contención.
Le cuesta hablar de su lucha individual o de su carrera y prefiere que sean sus sentencias las que hablen de ella y explicar que las decisiones, en el Supremo, siempre son colegiadas, que en España, la Justicia no va de individualidades como sí puede ocurrir en otros países. "Hay que procurar que las sentencias sean claras. La mayoría de los ciudadanos no las comprenden porque tenemos un lenguaje complicado. No hay que perder rigor nunca, pero se pueden decir las cosas de una manera más inteligible. Muchas veces está denostada la Justicia porque no se la comprende y eso no es bueno", defiende.
Muchos no lo sabrán pero sus sentencias, a lo largo de su carrera, han sido claves para implementar mayor igualdad entre hombres y mujeres. El fallo del que más orgullosa se siente fue en el que se exigía un canon reforzado de justificación para despedir a una mujer embarazada y con reducción de jornada por cuidado de niños. Esa decisión fue esencial para la reforma legislativa de 2019 en la que se protege a las trabajadoras en esta situación.
Otra de sus decisiones permitió que muchas mujeres que hicieron obligatoriamente la llamada 'mili' femenina en la época franquista, puedan jubilarse antes gracias a que estimó que tenía que contar igual que la mili masculina para la Seguridad Social.
"Las decisiones que me gustan son aquellas que favorecen la igualdad de sexos porque creo que en nuestro campo hay mucho que hacer y esta Sala IV ha hecho mucho".
Hay una cierta concepción antigua de que hay materias más proclives a que haya juezas y otras que menos (como penal o militar). Curiosamente la jurisdicción social fue la primera en la que hubo una mujer en el Supremo y en la que va a haber una presidenta de sala y la primera que ha conseguido la paridad.
"Yo siempre digo que tiene que ver con la materia con la que tratamos, una materia muy viva. Es la vida de la sociedad en sí porque es el trabajo y la Seguridad Social. Esos cambios de la sociedad se transmiten a la propia legislación que lo va a regular y si no, al poner las sentencias, como tienes que ver la realidad social para poder resolver, ves que es cambiante y cómo avanza".
Los convenios colectivos hablan de conciliación, de igualdad, de no discriminación, de paridad... y eso va calando en el discurso de quienes marcan, en última instancia, el desarrollo de las normas. Por eso Segoviano no huye de ninguno de los conceptos que ahora aparecen en cualquier conversación que tienen que ver con el ámbito laboral.
Conciliación
"Es esencial que haya una conciencia social de asunción corresponsable de todas las responsabilidades familiares. No se puede entender que sólo le incumben a la mujer, tienen que ser ambos progenitores. Una norma como el Código Civil que ha sido bastante estática ya en 2015 incorporó como uno de los deberes de los cónyuges asumir las cargas familiares y el cuidado de los dependientes de forma corresponsable".
Igualdad
"Tiene que cambiar la sociedad, la mentalidad y el clima social, que es muy importante. No hace demasiado todavía al hombre que llevaba los niños al colegio o que iba con el carrito del bebé, la gente le hacía broma. Hoy en día afortunadamente es lo habitual y lo que tiene que ser, pero vamos dando pasos".
Cuotas
"Tienen una doble lectura. Por un lado, han funcionado bien hasta ahora al permitir acciones positivas en pro de la igualdad, en equilibrar lo que tradicionalmente estaba muy desequilibrado por falta de presencia de la mujer en los órganos de administración de las sociedades, que no los había. Pero quizás encorsetan demasiado y una vez que se ha avanzado podría pensarse en otras fórmulas para conseguir esta paridad".
Teletrabajo
"Es un arma de doble filo y me dicen antigua por eso: si la mujer teletrabaja y hay hijos pequeños que no pueden acudir al colegio, ella está respondiendo a los requerimientos del trabajo, porque estar en casa no significa que trabaje menos, y cuidando a sus hijos. Y entonces, como decía una hermana mía: 'Le sale mal el trabajo, se le cae el niño y se le quema la comida'. No se puede atender a más de una cosa a la vez y eso crea un estrés fortísimo. Uno de los estudios recogido en una sentencia del Constitucional decía cómo las mujeres tienen más bajas de corta duración por su situación: en el 90% de los casos son las que atienden al cuidado de los hijos o de otros dependientes y además hacen su trabajo. Esta doble jornada se acaba somatizando en dolores de cabeza fortísimos, mareos, malestar...".
Conflictividad laboral
"Se prevé que muchas situaciones laborales van a desembocar en pleitos. Tenemos una legislación que ha salido al hilo de la Covid como un torrente: en cuatro meses 13 normas, algunas modificaban la anterior, y eso crea confusión en las empresas y en los trabajadores y termina cristalizando en pleitos. Estamos terminando de resolver los coletazos de la crisis de 2008 y ahora viene la de 2020. Los juzgados y tribunales estamos al límite y se plantean reformas legislativas con el fin de agilizar la tramitación de los procedimientos. Pero la vida va por delante de las leyes, siempre".
Valladolid, su casa
Es difícil no encontrar a María Luisa Segoviano trabajando bien en el Tribunal bien en el despacho de su casa, donde encuentra la calma para encajar las piezas del puzle que suele ser una sentencia bien argumentada, o bien por la orilla del río Pisuerga (en Valladolid). "Cuando hay un problema jurídico que no resuelves, lo tienes en la cabeza dando vueltas. Muchas veces me gusta ir a andar, las tardes de otoño nada más comer, esas horas de sol son muy agradables, por el río y voy dándole vueltas al problema y de repente veo la solución".
Reconoce que lo pasó un poco mal en el confinamiento porque es "muy callejera" pero la mayoría del tiempo estuvo, como muchos, trabajando. "En esta sala sacamos el 95% del trabajo de forma telemática. No es igual que presencial, pero lo hicimos muy bien".
Tomar algo con sus amigos, esquiar cuando puede escaparse, pero casi siempre caminar por la ciudad de su alma, Valladolid, son casi los únicos momentos en los que se le puede pillar sin nada de sentencias, derecho o justicia bajo el brazo. Ahora, de la cabeza, no puede prometer nada, porque, como explica, "esa va por libre" y "en teoría estás paseando pero estás dando vueltas y buscando dónde encajar la pieza que falta en una cuestión jurídica".